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Los encantos de Medellín que atraen turistas de todo el mundo

La ciudad se ha convertido en referente de turismo mundial. Así la descubren por estos días los extranjeros.

  • Un grupo de turistas en el grafitour de la comuna 13. FOTOS JAIME PÉREZ Y CAMILO SUÁREZ
    Un grupo de turistas en el grafitour de la comuna 13. FOTOS JAIME PÉREZ Y CAMILO SUÁREZ
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21 de enero de 2019
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Con decir que en 2018 la ciudad fue visitada por más de 823.000 personas, según la Secretaría de Desarrollo Económico, basta para entender que pueden encontrarse igual número de perspectivas de Medellín. Muchas de ellas coincidirán en líneas generales, y, sin embargo, vale la pena repasar al menos las que uno alcance a recoger en un día, para obtener esos detalles que nos dejan con su paso sobre todo los extranjeros, quienes enfrentan su cultura a la nuestra.

El apogeo de turistas se dio en gran medida hasta la primera semana de enero, pero el movimiento continúa a lo largo de todo el año. Muestra de ello, es que por las escaleras eléctricas de la comuna 13, donde el grafitur se convirtió en un imán para visitantes foráneos —e incluso para locales—, este mes el personal de Terminales Medellín ha contabilizado el paso de más de 16.000 personas, luego de que en diciembre subieran por ellas 27.000.

Entonces no se trata solo del Parque Arví ni la gente solo llega a la ciudad para conocer el Parque Explora o el Pueblito Paisa, sino que al indagar sobre la cotidianidad del turista, descubrimos que aquí se viene a aprender español, a comprender sobre procesos de transformación urbana, a pescar música local para alguna colección, a conocer la historia de la violencia que azotó la capital antioqueña, o a probar cómo es la rumba que ofrecen los paisas.

En un día, EL COLOMBIANO recorrió la ciudad y recopiló el testimonio de visitantes de cinco países de tres regiones —Latinoamérica, Europa y Oceanía—, para conocer un poco más a Medellín a través de sus ojos.

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LOS LATINOS QUE RECORREN EL CORAZÓN DE LA COMUNA 13

La pareja de dominicanos, Luis González e Ylia Toribio, observan los tendidos del metrocable de Medellín. Les parece similar al sistema de cable aéreo que cruza algunos barrios de Santo Domingo, capital de su país natal. Aunque también planean conocer los tradicionales lugares turísticos en la ciudad, su mirada va más allá. Luis González reveló que su interés es ver el proceso de transformación urbano de la capital antioqueña, los programas sociales implementados en las comunas azotadas por la violencia y luego llevarlos a República Dominicana, a su propia ciudad, y ver cómo se pueden adaptar. Por eso, ellos dos no se perdieron la visita al sector de Santo Domingo Savio y quisieron recorrer el grafitur de la comuna 13, donde pudieron comprobar lo felices que se sienten los lugareños con el progreso que va cambiando su barrio. Algo parecido le ocurrió a Emmanuel Luján, un argentino de 32 años que llegó desde Buenos Aires, inicialmente atraído por los famosos alumbrados navideños, y desde entonces lleva casi un mes recorriendo Medellín. Sabe cómo afectaron los grupos guerrilleros y los paramilitares a San Javier, pero más allá de lo que había leído, quería escucharlo de alguien que lo hubiera vivido, o que al menos hubiera nacido en aquellos barrios. Emmanuel quedó fascinado con la alegría de los paisas, y en general se ha sentido seguro en la ciudad, solo tuvo temor una noche que se le ocurrió caminar por el Centro de Medellín. Su sorpresa más grande: “ver escaleras eléctricas para subir en un barrio (comuna 13), cuando en Argentina solo las ves en los centros comerciales”.

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“NO HAY MEJOR LUGAR PARA APRENDER ESPAÑOL”

“Me gustaría vivir aquí por 10 años”, así confesó Justine Vicent, de 22 años, lo enamorada que se siente de Medellín. Llegó de Auckland, en Nueva Zelanda, para estudiar español durante cuatro semanas, aunque ya había recorrido otros países de la región. ¿Por qué no hacerlo en México, Argentina o Perú? Porque según ella, en Colombia se habla el idioma con el acento más neutral de toda Latinoamérica y en Medellín encontró una ciudad segura y económica para pasar sus días. Justine, entre las lecciones y los ejercicios de conjugación de verbos que llena con juicio en su cuaderno, también tuvo tiempo para conocer varios lugares: El Poblado, los alrededores de la Universidad de Antioquia, los parques y el Centro. En cada uno pudo ver ambientes distintos que, en su opinión, hacen encantadora a la capital antioqueña, porque el contraste se hace evidente al caminar pocas cuadras. Fue falsa la idea de una ciudad totalmente insegura, le contaron a medias sobre Pablo Escobar y su legado de muerte y violencia; una vez aquí pudo comprobar que no había razones para caminar intranquila, y también pudo empaparse de la otra cara de la historia, conocer el dolor de las víctimas en el Museo Casa de la Memoria. “Medellín vivió momentos traumáticos, pero ha sido fascinante conocer sobre las políticas de la ciudad para superar esas situaciones”, expresó. La modernidad de la capital antioqueña también la asombró, dijo que en Nueva Zelanda no existe un transporte público tan eficiente como el metro o las rutas de buses. Justine buscó alejarse un poco de la algarabía de los hostales y, junto a su novio, prefirió usar el servicio de Airbnb. Regresará a Medellín porque es de las que creen que los lugares en donde se ha sido feliz sí se debe volver.

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DE NORMANDÍA A MEDELLÍN, LIBRES DE EXPECTATIVAS

“Medellín es una chimba”, les dijeron a Justine Boscher y Carole Leroutier, quienes hablan español con fluidez, cuando preguntaron por cuál ciudad no podían perderse en su paso por Colombia. “Cada persona con la que hablamos antes de llegar, nos dijo que se enamoró de este lugar”, expresó Carole. Las dos mujeres de 26 años viven en la región del norte de Francia, Normandía, y entraron al país por el Caribe atendiendo un llamado para trabajar voluntariamente en un hostal de El Poblado. Una de las cosas que más las motivó para venir fue cuando escucharon que estaba llena de parques y árboles, de verde, aunque según Justine, en el Centro, mientras desfilaban en medio de los asfixiantes comercios en El Hueco y las esculturas voluptuosas de Plaza Botero, no tuvieron esa impresión. Lo particular, comentan, es que la mayoría de las construcciones tienen un color rojizo o anaranjado por los ladrillos, que es muy común en Holanda, pero no en Francia, y eso les llamó la atención. También vienen a comprobar algo que les repitieron hasta el cansancio, tanto que lo consideran una promesa anunciada por los mochileros con los que hablaron: “en Medellín está una de las mejores rumbas que van a encontrar”, les aseguraron. Aún así, ellas quieren sacar sus propias conclusiones. Durante las tres semanas que van a quedarse en la ciudad, no se quieren dejar llevar por lo poco que habían escuchado en la serie Narcos, de Netflix ni tampoco por lo que digan las guías de viaje, sino por lo que se abra a sus ojos al caminar.

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UN INGLÉS AMANTE DE LOS PAISAJES Y LAS MONTAÑAS PAISAS

Encontrar paisajes imposibles en Manchester, la ciudad de Inglaterra de la que arribó, fueron las razones para las que Dec Sloan ahorró por dos años. El objetivo: viajar por Suramérica. Empezó en Colombia, y en Medellín y sus alrededores encontró montañas que se elevan miles de metros, a diferencia de los montes y acantilados ingleses que apenas alcanzan un kilómetro de altura. Medellín estaba en una lista de lugares que Dec construyó luego de hablar con otros viajeros, era una ciudad inaplazable por las vistas desde los cerros, por la facilidad de caminar sus calles, por lo extraña que puede resultar la cultura paisa con respecto al hermetismo del humor británico. El joven inglés, de 25 años, desconocía la historia de la ciudad, pero eso lo resolvió fácil, leyendo lo que pudo en internet y conversando con amigos que ya habían visitado Medellín. El ritmo de sus días de viajero es pausado, decidió viajar un año luego de terminar la universidad y trabajar en su país en el montaje de festivales musicales, que sobre todo se dan en verano. Lejos del urbanismo, de los edificios y parques, Dec tiene otros intereses en las ciudades que visita; en Medellín ha ido recopilando discos que le atraen, por ejemplo de Fruko, Joe Arroyo y Grupo Niche. Seis días le bastaron para sentir tristeza de irse de la capital antioqueña, cuando reservó su última noche en un hostal en el sector Provenza de El Poblado, sintió nostalgia y dijo que esperaba encontrar gente tan cálida como aquí en el resto de Colombia. El idioma no ha sido impedimento durante su travesía, ni lo fue hace más de una semana en Cartagena, ni espera que lo sea en Cali, su próxima parada. Amante de la naturaleza, expresó que se llevaba lugares mágicos como el Parque Arví y el Jardín Botánico, que seguramente recomendará a sus conocidos cuando planeen, como él, su hoja de ruta por Medellín.

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