En días recientes fue noticia que un Colegio privado de la ciudad de Medellín había prohibido la venta de bebidas azucaradas en particular las gaseosas, es una buena noticia, pero tal vez no sea el primero. Lo importante es que una medida para mejorar los hábitos de la comunidad educativa sea noticia. En muchas instituciones educativas han tomado esa medida y otras más para procurar una vida saludable.
Los restaurantes escolares son de alguna forma una barrera para impedir el desarrollo de malos hábitos alimentarios, pues están respaldados por personal idóneo como nutricionistas para el diseño de las minutas. La oferta de algunos de estos restaurantes también es una prenda de garantía para ofrecer una alimentación saludable. Incluso en el colegio de Isabel existe una tienda con oferta saludable. Pero en otros casos solo existen cafeterías interesadas en vender los productos a demanda de los estudiantes y por lo tanto no van a propender por tener en su menú alimentos saludables.
Existe igualmente la posibilidad de empacar una lonchera diaria a los niños para su jornada escolar, pero la queja en común de los padres es la falta de imaginación y alternativas para organizar su lonchera y la de los niños en cuanto a la monotonía y la dificultad para disponer de una comida con una temperatura adecuada. Entonces esta relación termina cambiando la lonchera por una billetera y dejar al niño que haga la elección de los alimentos.
Es ahí donde se debe empezar desde temprana edad a enseñar sobre las elecciones saludables. Si el niño aprende a tomar agua con sus alimentos, lo más probable es que también lo haga cuando este fuera de casa. Nosotros como padres y cuidadores somos los primeros responsables en moldear sus hábitos, en ayudar a hacer elecciones inteligentes y como no, a poner límites. Si podemos opinar y orientar a los colegios para que brinden alternativas sanas, pero no podemos esperar a que las instituciones lo hagan por nosotros.
Cuando en la consulta de nutrición me corresponde limitar la ingesta de productos ultra procesados y en especial las bebidas azucaradas, el problema más grande no es con los niños, sino con los adultos, familiares cercanos y demás, pues estos son los mayores proveedores de estas bebidas, pues los niños no disponen de dinero o poder de decisión en la compra de la canasta familiar, en particular cuando concierne a la definición de una alimentación equilibrada y saludable.