Para mí como padre de y médico especialista en nutrición es muy difícil pasar desapercibido por mis pacientes y amigos cuando estoy en la calle con Isabel, pues las miradas criticas no se hacen esperar en lo que tiene que ver con la alimentación de mi hija. Siempre he pregonado la adquisición de buenos hábitos alimentarios, y que estos se construyen en casa y en la escuela, y donde nosotros siempre tengamos control, debemos intervenir.
Recientemente una paciente al verme con mi hija comiendo papas de paquete tuvo la tranquilidad de poder sacar uno igual para sus hijos en frente mío. Debemos partir de la premisa que en cualquier medio es difícil controlar todas las variables e información a la que están expuestos nuestros hijos. La publicidad, la escuela y particularmente los pares dentro de la escuela ejercen un gran poder sobre ellos. De nosotros depende encausar adecuadamente esta información.
Alguna vez me tildaron de cándido por evitar hasta ahora el consumo de bebidas gaseosas para mi hija, y que además estaba ayudando a gestar la anorexia en ella. Los excesos son malos, los extremos son peores. Soy consciente del medio en el que vivo, pero también tengo los criterios bien fundamentados de cómo quiero educar a mi hija. En este sentido tengo que hacer gala de mi conocimiento y orientar en este sentido la creación de los hábitos alimentarios de Isabel. Ella es una niña, yo también lo fui, y no estuve privado del consumo de dulces, refrescos, helados, chocolates, golosinas y demás que hacen parte de la dieta de la infancia. Lo importante es encontrar los espacios donde se pueden consumir como son por ejemplo los horarios, los días de la semana, sin ser como lo he dicho en anteriores artículos, objeto de premio o castigo para ellos.
Es así como ahora que se desarrollado mucho más la comunicación de parte de Isabel, ella misma pide agua, mandarina, manzana, arbolitos (brócoli), queso, yogur, huevo además de los dulces, la chocolatina y el helado entre otros.
Ser firmes con nuestras orientaciones para con nuestros hijos nos ayuda a alcanzar las metas que nos propongamos. Hay que dejarlos ser niños, pero creo profundamente en la capacidad intelectual de los pequeños, al punto de no subestimarlos y por lo tanto de exigirles con amor y respeto y sobre todo con argumentos.
Así que no me avergüenzo si me ven con mi hija compartiendo una comida rápida o una golosina, porque estos hacen parte de la alimentación y no se clasifican los alimentos como buenos y malos, solo que hay un grupo que son más saludables que otros y del equilibrio resulta la diversidad y la prevención de los malos hábitos alimentarios.