Hans Bliss: Un paisa en la NASA

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Desde pequeño, en su hoy lejana Medellín, a Hans Bliss le gustaba correr. Nació más rápido que muchos: Con 6 meses y 15 días de gestación demostró que su hiperactividad lo haría pasar por 6 colegios y a los 8 años ya era selección Colombia de BMX. La gasolina corre por sus venas gracias a los éxitos de Richard, su padre, quién se cansó de ser Campeón Nacional de Rallyes haciendo imbatible pareja con César Holguín en los 70 y 80. Hoy, a sus casi 38 años, Hans muestra un palmarés digno de destacar por la carrera que decidió escoger, entre karts y monoplazas de una categoría norteamericana no tan conocida en nuestro país, la NASA (National Auto Sport Association), pero en la que sin duda se forjan grandes campeones y sobre todo, conocedores de los secretos de la prepración de autos de carreras, como hoy en día lo es él. Esta es la historia del antioqueño Hans Bliss en la NASA, corriendo en la Norteamérica profunda.

 

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Blogaraje: ¿Cómo comenzó tu amor por los autos, la mecánica y el automovilismo en aquella Medellín de los 90?

Hans Bliss: Mis mejores fines de semana eran cuando Roberto Serafin Guerrero (padre de Roberto José) nos invitaba a mi padre y a mí a su casa en las afueras de Medellín a ver las carreras de Indy en las que participaba Roberto José. Mi familia no tenía el estatus económico para sustentar mi práctica en el automovilismo así que mi primera oportunidad llegó tarde si miramos las carreras de pilotos profesionales. En 1995, ya con 17 años, me invitaron a participar en la escuela de Karts Mobil. Juan Pablo Montoya y Jaime Guerrero eran los instructores y para mi fortuna !gané!. Desde ese momento mis maestros y yo nos dimos cuenta que tenía talento y no era solo un amor por las carreras y los fierros. Tras competir en campeonatos departamentales y nacionales desde 1999 y durante 6 años, en 2005 me fui a Estados Unidos en busca de oportunidades.

B: Pero antes, hablemos de tu paso por el automovilismo nacional y tu palmarés de aquella época.

HB: En esa época, los requisitos no eran muchos para obtener una licencia. Tener una escuela de pilotos y cierta experiencia. Así que hace 16 años, harto de ver las carreras como espectador en la Central Mayorista, decidí vender todo lo que tenía, que no era mucho: beeper, el radio, un carro de control remoto, etc. y comprar un destartalado Simca que se hallaba al borde de la siderúrgica. Esto fue en sociedad con el preparador Julio Cesar Giraldo y mi amigo Christian Gómez.

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El Simca, tratando de volver a la vida.

Mi padre se puso furioso por que el sabia lo costoso y difícil que era llegar a sobresalir en este deporte. Creía que estaba botando mis pocos ahorros. Por fortuna y después de algunos meses se dio cuenta que era mi decisión de vida y comenzó a apoyarme. El primer año del Simca fue muy duro porque el carro fallaba hasta en las vueltas de cortesía. Dimos más vueltas en la grua que rodando. Éramos el hazmerreir de la grilla. Pero hicimos cambios radicales en motor, caja y suspensión y luego de muchas horas de trabajo, el Simca gano su primera carrera y luego fuimos campeones departamentales en 2001.

B: Cómo olvidar aquellas lágrimas de emoción cuando te entrevistamos para “Zona de pits”, el programa radial que hacíamos con tu padre.

HB: Debo hacer mención también a Juan Carlos García, quien me invito a correr las 6 horas de Bogotá en el Chevrolet Swift de Metrofrenos y quedamos terceros en mi primer intento en 2001. Asi poco a poco nos abrimos espacio en las pistas locales y nacionales. En 2003 fuimos subcampeones de las 6 Horas en la categoría Turismos 8 Válvulas y repetimos campeonato departamental, en 2004 hicimos la pole y en 2008 quedamos terceros en la categoría Turismos 16 Válvulas. El resto de mi palmarés ya lo he conseguido aquí en los Estados Unidos.

B: ¿Cómo fue ese salto al automovilismo norteamericano?

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H.B. Mi hermana me hizo un préstamo de 3 mil dólares y llegué a una finca en Homestead, Florida, el 30 de Agosto de 2005, un día antes de cumplir 28 años, a limpiar y arreglar todos los destrozos del huracán Katrina como un inmigrante más en tierras norteamericanas. Resulté haciendo trabajos de mayordomo, mesero, obrero de construcción, eléctrico, DJ, en fin. Decidí viajar a la Costa Oeste para buscar algo en el tema de los autos y carreras. El momento no fue el mejor, el país estaba entrando a una de las peores crisis económicas en su historia y mi nivel de inglés no era muy bueno. No pude encontrar ningún trabajo y mis ahorros se agotaban. Un día, ví que en un programa previo a un premio de Fórmula Uno hablaban del software utilizado para diseñar los monoplazas. Era el software Catia y luego de investigar, me di cuenta de que lo podía aprender en Detroit o Wichita. Hice un estudio sobre las dos ciudades y Wichita, la capital aeroespacial del mundo, fue la ganadora. Al día siguiente de llegar a la ciudad, apliqué a diferentes compañías aeroespaciales y días después empecé como ingeniero mecanico, la carrera que estudié en Medellín, en la famosa empresa de aviones privados Learjet. Lo más particular es que nunca he utilizado Catia en la industria aeroespacial. Solo fue algo de F1 que me trajo a Wichita, Kansas a finales de 2007.

B: Y es aquí donde vuelves a retomar el automovilismo desde abajo. ¿Cómo fue ese encuentro “tardío” con los karts?

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H.B.: Los karts son una herramienta fundamental para el desarrollo de un piloto. Era algo que me había faltado en mi proceso de crecimiento. ¡Los que tienen caja de cambios son unos misiles!. Tanto, que son los más utilizados para el entrenamiento de todos los pilotos del más alto nivel, como F1, WEC e Indy. La primera vez que lo maneje, me baje pálido. 180 km/h sin “carrocería” alrededor asusta. Todo pasa extremadamente rápido. Le dije a mi esposa, “¿será que ya estoy muy viejo?”. Ya con los días el cerebro procesa más eficientemente la información a esa velocidad y se vuelve algo natural. Después de ganar el campeonato en  2013 sabía que tenía que buscar otra categoría y bueno, salió lo del Thunder Roadster, el cual es un carro que me permite diseñar más cosas como ingeniero, algo que disfruto enormemente.

B: ¿Cómo es la categoría NASA y qué importancia tiene dentro de los campeonatos norteamericanos?

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H.B.: El Campeonato NASA Racing de Estados Unidos es la antesala de campeonatos profesionales como TUDOR y el Pirelli World Challenge en la categoría de carros tipo turismo. El nivel es muy alto pues muchas veces los equipos profesionales de todo el mundo corren validas del campeonato. Por citar un ejemplo, el fin de semana anterior el equipo de Mike Vess del campeonato TUDOR  estaba participando en la categoría GT (Allí todas las categorías corren juntas, como en las 6 Horas). Los equipos profesionales de Nate Stacy y Mark Klenin del Pirelli World Challenge también estuvieron en el evento. Para terminar con las referencias del nivel del campeonato, no quiero dejar de mencionar que el equipo Japonés Honda Spoon viene únicamente a los Estados Unidos para una carrera de la serie NASA que se realiza en Thunderhill, California, todos los diciembres.

B: ¿Cómo ha sido tu incursión en el tema de la preparación de autos de carreras en Estados Unidos?

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H.B.: Para ser sincero, el tema de preparación es muy similar a Colombia. Al principio muy pocos te creen, muchos te critican. Luego te ganas la confianza con honestidad, respeto y resultados. Poco a poco los competidores se dan cuenta de que uno es una muy buen opción y que les va mejor con uno. Trato de ser muy perfeccionista en los trabajos. La calidad es lo más importante en una industria con tan poco margen para el error como la aeroespacial y automotriz, en especial los carros de carreras.

B: ¿Qué te gusta más ¿Preparar o correr?

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El Thunder Roadster que prepara y corre Hans

H.B.: Para mí no existe el uno sin el otro. Me apasiona diseñar algo y tener la oportunidad de probarlo. Creo que es una fortaleza. A nivel profesional se dice que es mejor mantenerlos separados. Uno es el ingeniero y otro es el piloto pero casos como el de Carroll Shelby, John Cooper y Niki Lauda para nombrar algunos casos han escrito la historia del automovilismo con tintas de oro para siempre.

B: ¿Quiénes fueron tus maestros en el aprendizaje como preparador?

H.B.: Hennig Buff, Andrés González, Juan Cardona y principalmente Julio Cesar Giraldo, fueron mis maestros en aquellos años en los cuales se trabajó arduamente en el Simca y el Chevrolet Swift. Juan y Julio continúan con la difícil labor de preparar autos para competición en Medellín.

B: ¿A quién admiras en Estados Unidos en el tema de la preparación de autos de carreras?.

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Un Palatov D2 Roadster

H.B.: Dennis Palatov (dpcars.net) !es un genio! Un tipo brillante el cual diseña y publica todo online. Su sitio web es una enciclopedia para aquellos que quieran aprender acerca de diseño y producción en el tema automotriz. Valoro mucho que haga todo público, así cualquier persona en el mundo puede aprender de él y su trabajo.

B: Háblanos de la carrera que ganaste en junio ¿Por qué es tan especial?

unnamedH.B.: Fue bien especial porque el evento fue en conjunto    con algunas de las regiones más rápidas del país (Central y Texas). Fuera de eso estaba Firouz Haghighi el piloto del Thunder Roadster más rápido del mundo, el cual en los últimos años ha sido capaz de correr de tu a tu con carros de equipos profesionales de más de medio millón de dólares. Era muy importante ser competitivo pues estábamos estrenando muchos de los sistemas diseñados para el carro. Muy pocos creían que podíamos dar pelea y mucho menos intentar ganar. Al mismo tiempo competir y estar a solo 2.5 segundos de un Porsche oficial del Le Mans fue muy especial.

B: ¿Qué sigue para tí en el mundo de la preparación?

H.B.: Por el momento la idea es perfeccionar el Thunder Roadster. Hay mucha tela por cortar. Apenas llevamos un año con el proyecto. Motor, Suspensión delantera, aerodinámica son áreas en las cuales podemos obtener mucho rendimiento extra para el vehículo. ¿Quizás desarrollar el Thunder Roadster más rápido del mundo con 400 caballos de fuerza?. Ya el futuro dirá si contamos con más apoyo y presupuesto.

 

 

B: ¿Y cómo corredor?

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H.B.: NASA es una serie bien buena y con gran nivel para desarrollar el carro. Hacen eventos en las mejores pistas del país. Me gustaría ganar los eventos nacionales en un vehículo diseñado y conducido por mí. Luego de eso creería que TUDOR en las carreras de duración podría ser el paso a seguir. También está en mis tareas pendientes ganar las 6 horas de Bogotá. Ya he terminado en el pódium varias veces pero el primer puesto me ha sido esquivo. Para terminar Pikes Peak es un evento que me suena mucho. Ser el primer Colombiano en ganar una carrera de montaña con casi 100 años de tradición sería fantástico.

 

 

 

 

 

Subir y arrancar Trato de hacer memoria y acordarme del primer momento en que un carro me llamó la atención más de lo normal y siempre me remito a unas viejas fotos de mi primer cumpleaños. Allí aparezco al lado de un flamante Ford Galaxie 500 adscrito al cuerpo de bomberos de alguna ciudad norteamericana. Posteriormente, mis padres continuaron regalándome autos en mis cumpleaños. Conservo también una fotografía con un pastel hermosamente decorado y un VW Beetle rojo que yo miraba con asombro. Vinieron luego los maravillosos Matchbox 1/64 y algunos coches de carreras que funcionaban con gasolina ¡de avión! Y que mis primos mayores gozaron a placer mientras el ruido ensordecedor que producían, me causaba genuino terror. Un tío fue quien acolitó (al fin y al cabo es sacerdote) mi primera “manejada” en su viejo Jeep Willys MB, con el que dábamos la vuelta a la manzana. El controlaba la pedalería y los cambios, mientras yo trataba de girar el pesado volante. Mis otros tíos me mantenían al tanto del mercado automotor, pues en los viajes y paseos me preguntaban por las marcas y modelos de todos los carros que veíamos, hasta que me los aprendí todos. De los “de verdad” recuerdo el Zastava 1500 amarillo de mi tío Aquiles, auto al que cariñosamente apodaban “el maracuyá” y que compraron el mismo año en el que nací. Cuando lo vendieron, casi no me cuentan pues temían mi tristeza al saberlo y pues, la verdad, no los defraudé. Llegó la época de las revistas, los catálogos, los libros y cuanta publicación sobre autos existiera. Pasaba tardes y noches devorándolas ansiosamente, aprendiéndome de memoria fichas técnicas, modelos, características y los datos más precisos de cada ejemplar. Eso sí de mecánica, nada. Me embiste un dulceabrigo y cualquier tornillo en un motor significa para mi, poco menos que magia negra Mi profesión de periodista me ha permitido experiencias inolvidables con los carros, dirigir algunos programas sobre el tema, cubrir las ferias, participar en encuentros, desfiles y ser testigo desde esta óptica del crecimiento y las contracciones del mercado, probar algunos modelos y conocer personajes que me han honrado con su invaluable amistad y sabiduría infinita. Con el advenimiento de internet y la televisión internacional, el aprendizaje se expandió a niveles insospechados. Ahora era posible explorar más allá y en tiempo real, lo que estaba sucediendo en el mercado automotor mundial. Participar en chats, foros y páginas se convirtió en la principal fuente de conocimiento y en un segundo aire para esta afición. Gracias entonces a la red mundial y a la magnífica herramienta que proporcionan los blogs, y, por supuesto, a la gentil complicidad del equipo de Medios Electrónicos de EL COLOMBIANO y su editor general, Fernando Quijano, que avaló esta propuesta, es que hoy puedo compartir con ustedes este rincón minúsculo del ciberespacio, en donde la idea es compartir experiencias y conocimientos, retroalimentarnos con las noticias que produce este dinámico sector, enterarnos de las novedades más recientes y, sobre todo, divertirnos con una pasión que va más allá de conducir y maravillarnos con el invento más sensacional de la historia. Se trata entonces de abrir el blogaraje y dejar salir la imaginación con el placer que produce ver estas hermosas piezas en acción, que nos roban suspiros y nos producen un constante hormigueo que solo los aficionados a los carros entendemos, compartimos y acolitamos (como mi tio el cura). Bienvenidos, súban, abròchense y disfruten el viaje.

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