Textos, fotos, audio y videos: Juan Pablo Ramírez*, especial para Blogaraje
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Gracias a Juangui Moreno, aprovechando una nueva palomita que me dieron por los lados de este blog y a que el invierno no nos ha permitido sacar los telescopios para observar el cielo como es debido, tuve la oportunidad de probar la nueva Toyota Prado en el terreno que mejor le sienta: el barro.
La prueba, convocada por los concesionarios Yokomotor y Autoamérica de Medellín, tuvo el atractivo de hacerse en le oriente antioqueño, en un escenario especialmente diseñado para la ocasión, pues eso de hacer pruebas de 4X4 en plena ruta pavimentada es de lo más aburridor que hay. Y lo digo, claro, por el hecho de que andar en un aparato de estos, con todos los bríos y aditamentos que traen de fábrica y dejarlo sólo para el uso de oficina, es un verdadero desperdicio.
Al respecto quiero decir que me gustó mucho la organización del evento. Pilotos experimentados, con muchos años de trayectoria, que se hicieron cargo de sacarle todas las bondades mecánicas y electrónicas a estas nuevas Toyota Prado que muy poca relación tienen con sus antecesoras en el país. Estos son aparatos 100% japoneses, con cajas automáticas y secuenciales, dotadas de diversos mecanismos electrónicos para controlar el ascenso, la tracción, el descenso, la potencia y hasta las condiciones climáticas del habitáculo. Con su 4X4 full time, esta camioneta se muestra muy sólida en el terreno que le toque y hay que ver con cuánta propiedad se acomoda para darle a sus ocupantes la mayor seguridad y el máximo nivel de diversión a bordo de un vehículo.
Al barro, de una vez
Tuve una mañana de adrenalina y emoción. Al llegar a la pista de pruebas, lo primero que ocurrió fue que comenzó a llover y el terreno, que hasta 5 minutos antes contaba con las condiciones idóneas para descrestar, se convirtió en una verdadera superficie jabonosa, de esas que le sacan los nervios hasta al más calmado de los osos perezosos.
Andrés Campuzano, nuestro piloto asignado, abordó una Prado 5 puertas con motor turbodiesel y antes que nada nos advirtió de los peligros de la pista en condiciones de lluvia. Sólo era cuestión de sentir el rugido de la máquina y el patinar de las ruedas para entender que la cosa no era jugando. Sin embargo, y en medio del pequeño diluvio, Andrés se afianzó sus botas pantaneras y arrancó la demostración, inclinando la Prado a poco más de 32 grados, demostrando el bajísimo centro de gravedad de la camioneta y su muy escasa probabilidad de volcamiento a esa inclinación y con una tripulación de 6 ocupantes.
Pasado el primero de los sustos, el barro comenzó a verse por las ventanas, saltando hacia los lados, arrojado velozmente por las ruedas de tránsito urbano equipadas de serie en la camioneta. La verdad es que no hacía falta mejor dotación de cauchos, porque con estos avanzamos sin mayores contratiempos. Luego, como si se tratara de una clase de ballet, la Prado dio vueltas en círculos aprovechando una pequeña inclinación en el terreno y la suavidad del fango en la pista, logrando evidenciar la estabilidad del vehículo, las bondades de la tracción permanente en las 4 ruedas y, naturalmente, la ventaja que implica el hecho de que la potencia del carro se distribuya electrónicamente de acuerdo con los cálculos muy precisos del sistema de distribución de potencia, que es capaz de mandar más energía hacia la parte del carro que así lo requiera: 80% atrás, 20% adelante o cualquier otra proporción que sea menester.
A estas alturas quiero confesar que no había nada de calor, no sólo por el frío fuera del carro, sino por el impecable funcionamiento del sistema de aire acondicionado bizona adelante e independiente para los ocupantes del asiento trasero. Cada quien regula su clima como mejor le parece, mientras el motor turbodiesel se somete al rigor de los pies de Andrés y sus botas pantaneras, sacándole al carro todo su potencial.
Para la calle, la oficina o el colegio: “interesante, pero discutible”
Al mejor estilo del ya bien famoso Suso, el Paspi (que le dice Vosvasques a los Volkswagen…), enfatizo que la nueva Prado se desenvuelve mejor en las peores condiciones que en las prístinas y recién repavimentadas vías urbanas de Medellín, por citar sólo a esta ciudad. Sin lugar a dudas esta máquina se desempeña deliciosamente sobre terrenos urbanos, con su caja de cambios en posición secuencial (si se quiere algo de actividad con la mano derecha) o en su cómoda posición Drive para sólo acelerar en los trancones. Lo discutible, claro, lo representa el hecho que sobre el pavimento esta Prado es como un cóndor encerrado en la jaula de un canario.
Este aparato tiene mucha fuerza, grandes bríos y excelentes aditamentos para poner al tope las emociones y por eso es que la tierra, el barro y las botas pantaneras constituyen el escenario de uso ideal para este hijo del mundo nipón. Ah! y claro, eso de que hay que tener cuidado con no subirse al carro con los zapatos sucios es algo que bien puede pasar al recuerdo.
Fue muy bueno ver esta Prado llena de tierra por dentro y por fuera e incluso resultó emocionante sentirla completamente desbalanceada en su dirección y rodaje cuando pisamos el pavimento y la exigimos a fondo en terreno plano, producto de los muchos kilos de barro adheridos al sistema de suspensión y a cuanta parte hueca tuviera el chasis de la máquina por debajo de los asientos. Al activar el control de descenso y dejar que el sistema decida la mejor y más segura aceleración para bajar por terrenos peligrosos y sin pisar el pedal de freno (4 km/h, para ser más preciso), la sensación de seguridad se mantiene a tope y despierta las ganas de sacar la chequera y girar uno de aquellos papelitos para hacerse a esta unidad en la que anduvimos.
Ah! ideal que la Prado incluya un conductor como Andrés o al menos unas cuantas lecciones de manejo en terrenos agrestes. El cóndor, encerrado en la jaula de canario, bien merece volar con sus alas abiertas y recordar el viejo slogan de la marca que decía “nada le pasa”.
*Juan Pablo es comunicador social-periodista, aficionado a la astronomía, a las comunidades virtuales y a los Volkswagen “viejitos” (es dueño de “Marquitos”, un escarabajo 66 inmaculado). Presidente emérito del Club Volkswagen de la Montaña (desde que lo conozco lo es). Me honra con su amistad y consejos desde hace un buen tiempo y pueden visitarlo en www.elcolombiano.com/blogs/galileanos
con solo verla en la foto y ver sus caracteristicas dan ganas de ir a comprar una ……jejejejej, gracias por publicar estas pruebas que tienen una gran descripción de el funcionamiento del vehiculo
Sr Juan, te escribo para comentarte que seria muy interesante que me pudieses reenviar invitaciones a este tipo de eventos para grabar notas para el programa Cultura a Motor. Un saludo
Andres Vera Arango
Realizador Cultura a Motor
hola quiero saber si solo tiene galerias de fotos de las marcas que se nombra o de otras tambien
No hay muchas cosas mas bonitas de ver que una camioneta cubierto de barro =)
Buen artículo! todo muy bien ilustrado.
Saludos
Valentín