Prueba Chevrolet DMax 2.5 CRDi 4×4: trabajar, trabajar y trabajar

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Hace unos 40 años desde Japón llegó un producto que no se parecía en nada a un Chevrolet de los que estábamos habituados a ver en las calles. Era una pick up liviana y que fabricaba Isuzu, propiedad de General  Motors, desde 1972 y con capacidad de carga de una tonelada. El concepto de este tipo de vehículos comenzaba a cambiar, y la LUV, era una de esas primeras representantes.

Ensamblada en Colombia desde 1982, la LUV ayudó a construir país durante más de dos décadas y media bajo ese nombre, y desde hace un tiempo creció en tamaño y capacidades agregando el apellido DMax desde 2003 y por el que ahora es conocida, dejando el nombre LUV en el recuerdo.

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La DMax llegó a ser como su antecesora, la LUV, la pick up más vendida en el país, puesto que cedió hace ya unos años cuando perdió competitividad por algunas malas decisiones comerciales y de ingeniería pero que ahora pretende recuperar con un producto de aspecto moderno pero que en su esencia conserva características de robustez y practicidad que la hacen un producto muy interesante para quienes requieren un vehículo de trabajo, cumplidor y sin muchas arandelas de lujo.

Cómo es.

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A esta tercera generación bajo el nombre DMax, y que llega armada desde la planta GM OBB en Quito, Ecuador,  la anima el conocido, y sonoro, motor CRDi cuatro cilindros de 2.5 litros y origen Isuzu con ciclo Diesel Common Rail Euro IV y turbo de geometría variable VGS ahora con 130 caballos a 3.600 vueltas, 16 válvulas y un torque de 320 Nm desde las 1.800 revoluciones, gestionado por una caja manual de cinco velocidades. Viene con cabina sencilla o doble y tracción sencilla o total, conectable por perilla.  Blogaraje probó la versión Work, la de entrada a la zona de cabina doble con 4×4 y que tiene un costo de $108 millones.

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Exteriormente presenta un rediseño en el frontal con nueva parrilla y luces (con DRL en la versión más equipada) y rines 16” de aluminio. En el interior la sencillez y la practicidad están al orden del día. En la versión probada (Work) no hay mandos en el volante (regulable en altura) ni climatizador automático y mucho menos la socorrida pantalla por la que ya todo el mundo pregunta. Es un carro con vocación de trabajo y así lo habrán de entender quienes lo utilicen. El cuadro de instrumentos es como el de un carro de comienzos de siglo: velocidad, cuentavueltas, gasolina, temperatura con iluminación monocromática y un sencillo computador de viaje con una pantalla muy pequeña que no hace muy fácil su lectura. Así mismo es el radio, con ranura para CD y entrada USB.

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El toque de modernidad corre por cuenta del mando para operar la doble transmisión, llamada Shift-on-the-fly (puede activarse en marcha hasta a 100 km/h de 2H a 4H), mediante una rueda giratoria ubicada en el túnel central. Tiene vidrios delanteros y seguros eléctricos. Los primeros con una pésima ubicación de los botones en el centro del tablero y además no cuentan con iluminación propia, lo cual hace irritante su ubicación cuando no hay luz.  Los espejos se controlan manualmente desde el interior, la ventilación es por perillas, la guantera no es muy grande, aunque hay otros buenos espacios para acomodar objetos  y la cojinería es en tela.

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Esta Dmax mejora una asignatura pendiente en este tipo de vehículos y es el espacio para los pasajeros que ocupan la banca trasera. Ahora tienen un área suficiente para las piernas y una reclinación más llevadera. Hay, incluso, apoyacabezas para tres ocupantes allí. El asiento puede moverse para dejar al descubierto una pequeña zona de carga y tiene anclajes Isofix y tres cinturones de seguridad. El platón acomoda hasta 1.045 kg y tiene barra protectora y ganchos de amarre internos. El paragolpes trasero tiene reposapiés.

En marcha 

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Al encender el ruidoso motor ya recibimos el anuncio que estamos ante un vehículo de trabajo. La cabina vibra y se sacude con cada aceleración en parado. La barra de cambios es larga pero su operación resulta muy agradable por las sensaciones tan especiales que produce. Es muy corta y directa y los cambios entran sin problema alguno. Además la caja se va desgranando rápidamente por la demanda del torque.

La primera se agota con relativa facilidad, pero la segunda es un cambio que la impulsa de una forma contundente y progresiva. Sube y sobrepasa con bastante facilidad en esta relación y por el escalonamiento de su piñonería (nueva relación 4.3.1) es muy baja la caída de revoluciones entre cambio y cambio. Por tanto, su empuje es muy bueno incluso en cuarta velocidad.

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Se pensaría incluso que un carro de este tipo no alcanza una buena velocidad, pero sí es posible verle cruceros de 120 km/h en vías en donde hay suficiente espacio y condiciones para ello, aunque este no es su territorio ideal, pues esta versión, por carecer de control de estabilidad, tiende a sacar la cola y a presentar comportamientos inestables a velocidades superiores a 80 km/h, sobre todo si va descargada.

La marcha no es precisamente cómoda por dos razones, el nivel sonoro del propulsor, aunque se ha trabado en ello, y la rigidez de la suspensión, independiente adelante con barra estabilizadora y atrás con eje rígido y ballestas, está pensada para el trabajo pesado, a plena carga y en terrenos no muy amables. La cabina se sacude más de lo deseado en terrenos rizados o con irregularidades, lo cual afecta el confort de los ocupantes de la camioneta

Los frenos, de disco ventilado adelante y tambores traseros, actúan bien gracias al ABS y el EBD y dan una buena sensación al detener la carrocería, que pesa 1.9 toneladas. La dirección, con asistencia hidráulica  es obediente y no tiene ningún reproche pues es muy directa y tiene un buen tope entre vueltas y radio de giro.

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En pruebas que se le han hecho en caminos de barro para probar su comportamiento con el 4×4 conectado, la DMax respondió bien, enfrentándose a situaciones en las que pudo salir y avanzar por sus propios medios gracias a la inclusión del bajo.

La economía de combustible se promedio en unos 38 km/galón.

Conclusión

La Dmax siempre se ha enfocada más hacia el trabajo que hacia el uso familiar y es por eso que más del 60% de su producción va destinada a flotas. Así lo entiende el fabricante y así lo asumen sus propietarios, quienes no buscan las mayores comodidades, confort de marcha y lujos, sino que quieren una herramienta robusta y capaz, fácil de mantener, económica y con buena capacidad de carga. Algo que esta camioneta parece cumplir en muy buena medida.

 

 

Subir y arrancar Trato de hacer memoria y acordarme del primer momento en que un carro me llamó la atención más de lo normal y siempre me remito a unas viejas fotos de mi primer cumpleaños. Allí aparezco al lado de un flamante Ford Galaxie 500 adscrito al cuerpo de bomberos de alguna ciudad norteamericana. Posteriormente, mis padres continuaron regalándome autos en mis cumpleaños. Conservo también una fotografía con un pastel hermosamente decorado y un VW Beetle rojo que yo miraba con asombro. Vinieron luego los maravillosos Matchbox 1/64 y algunos coches de carreras que funcionaban con gasolina ¡de avión! Y que mis primos mayores gozaron a placer mientras el ruido ensordecedor que producían, me causaba genuino terror. Un tío fue quien acolitó (al fin y al cabo es sacerdote) mi primera “manejada” en su viejo Jeep Willys MB, con el que dábamos la vuelta a la manzana. El controlaba la pedalería y los cambios, mientras yo trataba de girar el pesado volante. Mis otros tíos me mantenían al tanto del mercado automotor, pues en los viajes y paseos me preguntaban por las marcas y modelos de todos los carros que veíamos, hasta que me los aprendí todos. De los “de verdad” recuerdo el Zastava 1500 amarillo de mi tío Aquiles, auto al que cariñosamente apodaban “el maracuyá” y que compraron el mismo año en el que nací. Cuando lo vendieron, casi no me cuentan pues temían mi tristeza al saberlo y pues, la verdad, no los defraudé. Llegó la época de las revistas, los catálogos, los libros y cuanta publicación sobre autos existiera. Pasaba tardes y noches devorándolas ansiosamente, aprendiéndome de memoria fichas técnicas, modelos, características y los datos más precisos de cada ejemplar. Eso sí de mecánica, nada. Me embiste un dulceabrigo y cualquier tornillo en un motor significa para mi, poco menos que magia negra Mi profesión de periodista me ha permitido experiencias inolvidables con los carros, dirigir algunos programas sobre el tema, cubrir las ferias, participar en encuentros, desfiles y ser testigo desde esta óptica del crecimiento y las contracciones del mercado, probar algunos modelos y conocer personajes que me han honrado con su invaluable amistad y sabiduría infinita. Con el advenimiento de internet y la televisión internacional, el aprendizaje se expandió a niveles insospechados. Ahora era posible explorar más allá y en tiempo real, lo que estaba sucediendo en el mercado automotor mundial. Participar en chats, foros y páginas se convirtió en la principal fuente de conocimiento y en un segundo aire para esta afición. Gracias entonces a la red mundial y a la magnífica herramienta que proporcionan los blogs, y, por supuesto, a la gentil complicidad del equipo de Medios Electrónicos de EL COLOMBIANO y su editor general, Fernando Quijano, que avaló esta propuesta, es que hoy puedo compartir con ustedes este rincón minúsculo del ciberespacio, en donde la idea es compartir experiencias y conocimientos, retroalimentarnos con las noticias que produce este dinámico sector, enterarnos de las novedades más recientes y, sobre todo, divertirnos con una pasión que va más allá de conducir y maravillarnos con el invento más sensacional de la historia. Se trata entonces de abrir el blogaraje y dejar salir la imaginación con el placer que produce ver estas hermosas piezas en acción, que nos roban suspiros y nos producen un constante hormigueo que solo los aficionados a los carros entendemos, compartimos y acolitamos (como mi tio el cura). Bienvenidos, súban, abròchense y disfruten el viaje.

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