Hace pocos días lo ví, expuesto en la vitrina del concesionario de la marca, como si fuera un modelo nuevo. Se veía tan moderno como uno de los nuevos productos de Citroën. A sus 56 años no acusaba el paso del tiempo y aun sus líneas futuristas refulgían como aquella noche de 1955, cuando iluminó a la ciudad luz en el salón de París, después de 18 años de desarrollo, generando 12.000 pedidos en 24 horas. Sí, un DS de 1956 (según su matrícula), que ignoraba que existía en Medellín, me esperaba para una sesión de fotos y una breve y arbitraria reseña de su historia.