En 1986 a Enzo Ferrari le quedaban dos años de vida, y la fábrica que él fundó pronto cumpliría 40. Para celebrar este aniversario y sabiendo que el fin estaba cerca, Il Commendatore quiso dejar su legado, su conocimiento y su experticia en un superdeportivo nunca antes visto, un antes y un después del automóvil de ensueño. Con las fuerzas que le quedaban, soltó esta sentencia lapidaria: Nuestros clientes se quejan de que nos hemos ablandado, de que producimos coches demasiado confortables. Precisamos de un auto para los más entusiastas, los que sólo demandan prestaciones puras, no un laboratorio para el futuro, no un carro que parezca de Star Wars. Me da igual si los paneles de su carrocería están mal ajustados y tienen grandes huecos. Quiero que su conductor pise el acelerador a fondo y se cague en sus pantalones”. El equipo de Maranello, a la cabeza de Nicola Materazzi en el apartado mecánico y Leonardo Fioravanti en el diseño, se inventó entonces el F40.