Las películas “de carros” en el cine no han sido las más afortunadas en cuanto a su crítica o calidad final. Las hay cómicas (Cannonball Run, The Dukes of Hazzard, Herbie y sus secuelas), de simple acción (Ronin, 60 seconds, Bullit, las de Bond), de animación (Cars) y hasta de terror (The car, Christine). Las de deportes a motor tal vez han sido las mejor libradas aunque también hay alguna basura por ahí. Recuerdo tres por el momento (Grand Prix, Le Mans y Days of thunder), que tienen una bien repartida carga de acción y drama y algunos planos y secuencias épicas en este tipo de cinematografía. Pero quiero detenerme particularmente en una cinta que se exhibe por estos días en las salas de cine de todo el mundo, “Rush”, de Ron Howard, ganador del Oscar por “A beautiful mind” en 2001 y conocido por éxitos taquilleros como “Apollo 13″ “The Da Vinci Code” y “Angels & Demons”. Rush, fácilmente, puede ser la mejor película que se haya rodado sobre el automovilismo y sino, por lo menos es la más emocionante.
Desde las épocas de Juan Manuel Fangio, por allá a mediados de los años 50, Mercedes Benz no estaba en la Fórmula Uno como constructor. Ahora, cincuenta y tantos años después y luego de haberse retitado como escudería tras el luctuoso accidente de 1955 en Le Mans que dejó 83 muertos, La estrella de tres puntas vuelve como nombre propio al mundial al anunciar la compra del 75.1% de las acciones del flamante campeón mundial de constructores, Brawn GP. El equipo llevará el nombre de Mercedes Grand Prix.