Turbo. Palabra mítica en el mundo de la automoción desde los años 70 cuando BMW lo implementó en la serie 02 para vehículos de calle y la Fórmula Uno y el WRC lo adoptaron para dar a luz máquinas de prestaciones indomables, verdaderas bestias de 4 ruedas prohibitivas para manos inexpertas. Quizás fue la última época en que el factor humano valía más que la tecnología, donde el piloto de veras se jugaba la vida en lugar de administrar ventajas esclavizadas por los avances modernos. Esa era del turbocargador “bruto”, con “patada” al activarse y poca confiabilidad. Hoy en día, con el tema del downsizing de los motores modernos, la turbina ha vuelto a renacer en la industria y ya no solo es de uso privativo de marcas como Volvo y Audi, las que más difundían esta tecnología. Hoy en día un auto de gama media lo puede llevar tranquilamente. Veamos entonces, qué son y cómo funcionan