Te despiertas. Le haces mala cara al despertador. No quieres, es domingo. Has dormido tan poco, y es tu culpa, por irte a donde no debías haberte ido. Le sacas la lengua, pero hay que levantarse. De la cama y de la vida. Sigues triste, lo sabes. Alguien se fue anoche. Tantas pérdidas en una misma semana. Alguien que querías, pero no sabías que tanto. Te dan ganas de llorar, pero no puedes llorar. No. Hay que levantarse, ir a trabajar. Hay que ser un zombie. No vale decir la verdad, piensas. Abres la nevera: vacía. No hay ni leche. El tiempo, nunca hay tiempo, te repites. El gato tiene la coca de su comida vacía, pero él si tiene comida. Primero el gato, te ríes, y le sirves un poco. Ojalá fueras gato. Ojalá pudieras sentarte a su lado a comer comida de gato. Ojalá pudieras quedarte a dormir con él. Y no pensar. Y no despedirte de nadie.