Una soledad intrínseca.
Al fondo, un sol en sentido figurado.
Muchos fantasmas al asecho.
Yo.
Deshaciendome.
De aquí, de allí, de mí misma.
Camina con los pies descalzos, la cabeza hacia abajo y un poco de aire comprimido ahí en el pecho. Tiene gripa y la nariz tapada. Golpea una piedrita pequeña, las manos las mantiene guardadas en el saco, casi como última esperanza. Camina paso por paso, uno encima de otro, para que no queden huellas repetidas, ni torcidas, ni feas, ni complementarias, ni que den señales de ella, o de él.
Es gris, y no solo porque las nubes se pasan la mayoría del tiempo unos cuantos metros más arriba del techo de las casas. No. Es gris, y no solo por el humo de los carros que han causado contaminación. No. Es gris, porque su corazón la ha pintado así. Se debe a que pertenece a otro lugar, ese mismo donde dejó los colores, los zapatos y donde se dejó a ella misma, también.
El vino lo cambió por un vaso de leche caliente. Vaya cambio. Quiso, en algún momento, echarle el vino a la leche, a manera de coctel, pero le dio miedo. Tiene ideas extrañas, no tanto.
Marujita, que tiene nombre de señora bonita, me envió un escrito de su nieta. En esas cosas de escribir, estamos para hacernos compañía, ayudarnos y crecer. Así que a Camila le gusto la caja de cerillos de Tatiana Restrepo, con quien, por coincidencia, Mónica comparte el apellido. Ahí los dejo con Tatiana, para que disfruten sus letras. Ah! y FELIZ CUMPLEAÑOS a ella. 17 años cumple, y como lo dijo su abuela, lo hace “lejos de su país, de su ciudad, de mis abrazos y cuchicheos”.
SOMOS UNA CAJA DE CERILLOS
Por Tatiana Restrepo Copell
-Tienes la cabeza a punto de encender con cualquier toque de las superficies ásperas de la vida