“Llevao de su parecer” decía mi madre Merlene de mí. “Cascarrabias”, decía mi abuela Juana. “…Todo por llevar la contraria…” dice mi esposa Diana, actualmente.
Y así es, por qué lo voy a negar. No comer entero, preguntarlo todo, auscultarlo, mirar por debajo, dudar de mucho, mirar por el revés, tocar, oler, volver a ver. Resultado: ver lo que otros no ven, conocer más, aprehender de todo, saberlo más, reír, disfrutar con lo poco, con lo simple, con lo bello y lo feo.
Las sillas, por ejemplo, obra de diseñadores industriales, resultado de la disciplina entre la forma y el hombre, y el uso que este último hace de ella; las sillas, decía, hablan de un estadio de la historia, de nuevas configuraciones, de las tecnologías usadas y nuevamente, del uso y la apropiación.
Las sillas de autor, exitosas claramente, tienen su lugar en la historia del hombre y el diseño, la tecnología y sus usos; pero a este cascarrabias, le gustan las sillas configuradas a nuevos contextos, como las de la imagen, sillas, cuyo contexto fue trasladado; cuyo uso, sigue vigente; cuya estética, sigue siendo aceptada o no, dependiendo del transeúnte del momento.
Lo que es a mí, me fascina. La banca de abajo, incluso, me gusta más, con sus variaciones, intervenciones y adaptaciones al nuevo uso: véase las patas, véase el cojín del sentadero. En fin, a este llevao de su parecer, le gustan estas cosas, que ofenden a los minimalistas, a los puristas del diseño, a los ortodoxos de la línea.