Infinidad de páginas,multitud de estudios se han hecho sobre el tema, pero por primera vez científicos establecieron la conexión entre el dióxido de carbono de origen humano y las conchas deterioradas de caracoles marinos microscópicos, los pterópodos.
Este animalito es base de la alimentación de peces de interés económico como el salmón, el bacalao y otros más.
Pero más allá de su influencia, el hallazgo comprueba los efectos desastrosos que puede tener la acidificación de los océanos debido al aumento de CO2 en la atmósfera y que captan los océanos.
“Es la primera vez que hemos sido capaces de separar el porcentaje de CO2 de origen humano del natural en una porción grande de la costa oeste (de Estados Unidos) y vincularlo directamente con la disolución de las conchas”, dijo Richard Feely, científico de National Oceanographic and Atmospheric Administration (NOAA) quien lideró el trabajo.
“Nuestra investigación muestra que los humanos están aumentando la acidificación de las aguas costeras del oeste, haciendo difícil para las especies marinas formar conchas fuertes”.
Los océanos han captado 1/3 de las emisiones de origen humano de CO2 desde el comienzo de la era industrial. Eso reduce las emisiones en la atmósfera, pero a un costo para los océanos: aumenta su acidez, reduciendo los iones de carbonato, que son usados por los animales marinos para fabricar su coraza o concha.
Los pterópodos, caracoles del tamaño d ella cabeza de un alfiler, se hallan en el Pacífico y han sido foco de investigación en años recientes porque su concha está siendo afectada por el CO2 en el agua y puede ser un indicador de la acidificación que afecta el ecosistema marino.
Al discernir cuánto CO2 era de origen humano, se encontró en este es mayor en las partes menos profundas. También se estimó que las concentraciones de ese gas por las emisiones de combustibles fósiles constituyen hasta el 60% del CO2 en las aguas costeras de la Costa oeste. Pero las concentraciones se reducen 21% en aguas más profundas, a 100 metros, y caen a 18% a más de 200 metros. Varían además según el sitio y las estaciones.
Tras hacer el mapa del CO2 de origen humano, estudiaron los caracoles en aguas con distintas concentraciones del gas: más del 50% de las conchas recogidas en las aguas costeras tenían las conchas muy disueltas y del 10 al 35% de los tomados en aguas más lejanas de la costa tenían daño al examinarlas con microscopio de electrones.
“Desde los tiempos preindustriales, estimamos que la disolución de conchas ha aumentado 20 a 25% en promedio” en las aguas estudiadas, según Nina Bednaršek, de University of Washington, cuyos estudios previos han mostrado que la disolución de las conchas afecta la capacidad de nado y la protección frente a depredadores.