Esa banda no tenía nombre, o si lo tenía no importaba. Solo importaba el ruido, pasarlo bien, y ese día, hace muchos años, importaba el concierto en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Pero luego de ese concierto, de algunas rocas y abucheos lanzados desde abajo del escenario y de entender que todos los encuentros no son limirentes, como una irónica respuesta ante algunos estudiantes “izquierdosos”, y aún sin simpatizar con la postura política a la que aludirían, la banda empezó a llamarse La Derecha, y desde ahí, se empezó a construir una historia sonora bellísima que le ha dado vida y sonido rocanrolero a la existencia de Mario Duarte De la Torre, un barranquillero de padres santandereanos, que tendría a Medellín entre sus afectos de niñez y a Bogotá, como el corazón que le dio fuerza para la música y la actuación.
Mario nació en 1965, el año de Like a Rolling Stone, de Bob Dylan; de Satisfaction, de los Rolling Stones; de My generation, de The Who; de Yesterday, de los Beatles; de Mr tambourine man, de los Byrds, un año importante para la historia del rock, y quizá, también la vida se puso de acuerdo para su nacimiento. La música llegó desde niño por su familia, en su casa siempre hubo una guitarra o un piano, y sus padres querían que sus seis hijos tuvieran algún acercamiento con la música. Y Mario, que tenía en sus poros una incomodidad con la academia, con la familia y hasta con la música, se dejó contagiar por los sonidos, y en poco tiempo, esa musa inspiradora, ese vinilo rodando en la pupila, ese casete sonando en el corazón, se convirtieron en su vida. Ya inmerso en ese universo, Mario quería ser diferente, y se volvió rockero por no ser un músico clásico o andino, curiosamente ahora, esa música es la que disfruta en su madurez aún rocanrolera.
Él nunca pensó que su sueño musical se convertiría en algo tan importante para los amantes del rock. Los años noventa están marcados por las canciones que él escribió. La Derecha surgió, se convirtió en himno, en un tatuaje sonoro que todos debían portar, y en banda sonora colombiana al lado de Aterciopelados, Ekhymosis, Poligamia, Bajo Tierra, Kraken, 1280 Almas, Hora Local, y muchas otras. Con el surgimiento de La Derecha y la exploración de ese rock colombiano, también llegó la necesidad de los conciertos. A Mario, por ejemplo, le molestaba que la gente dijera que los grupos de acá eran muy malos, cuando eso sucedía por aspectos técnicos, en Colombia no había un festival dedicado al rock. Mario quiso aprender a hacer conciertos y sin quererlo, al lado de otros amigos -Bertha Quintero y Julio Correal-, crearon Rock Al Parque, uno de los festivales, que después de más de 20 años, es uno de los espacios de rock más importantes de entrada libre en Latinoamérica.
Luego de los años es un hombre mesurado al hablar y un gran conversador que achica los ojos cada que la comisura de sus labios se extiende, es decir, casi siempre, porque se le ve sonriendo sin miseria. Ama el arroz en todas sus presentaciones. Su músico podría ser Prince, así entre los discos de su vida tenga el Kraken I y el Avalancha de éxitos de Café Tacvba. Su vida ha estado marcada por las cosas que ama. En sus ojos aún se ve la bohemia noventera, y en las canas que ahora salen en una cabellera sin orden, se ven los años de un rockero que se rehusa a dejar de serlo.