Colombia no te olvidará… buque Monarch

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Si usted viajó en el Monarch, el barco de Pullmantur, entenderá por qué hoy lo recuerdo con un inmenso sentimiento de nostalgia. Para miles de colombianos, el Monarch es el símbolo de la primera vez que montamos en un crucero

De los grandes logros del sector turístico colombiano en los últimos años fue el haber puesto al país en el mapa de los cruceros y, particularmente, conseguir que se estableciera una ruta permanente, con embarque cada semana en el puerto de Cartagena.

Aunque no fue la primera embarcación dispuesta para la ruta, sin lugar a dudas el ícono de esa conquista fue el buque Monarch, el barco en el que han navegado más colombianos en toda la historia.

Pero llegó la pandemia. El Monach luchó contra el covid-19 como si fuera un paciente más y, tristemente, se convirtió en otra víctima de la devastadora crisis que está padeciendo el turismo en el mundo. Tras varios meses de andar casi vacío por las aguas de varios mares, llegó a su destino final.

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Foto: El majestuoso buque Monarch saliendo del puerto de Aruba.

El último viaje del Monarch

El 7 de marzo zarpó del puerto de Cartagena, como todos los sábados, el buque Monarch. Había llegado en la mañana procedente de Panamá. Muchos de los turistas extranjeros habían bajado para recorrer los atractivos de Cartagena. Unos 1.200 pasajeros emprendían el camino de regreso a casa. Otros, llenos de ilusión, cumplieron en la tarde con los trámites necesarios para embarcar y subieron al barco para comenzar su viaje.

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Foto: Al subir al barco los viajeros encontraban una tripulación amable y de buena disposición. Una de las diferencias con otros cruceros era el ambiente latino y la atención en español, características muy valoradas por los turistas colombianos.

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Foto: La recepción del barco. En la práctica el Monarch era un hotel de 1.193 habitaciones.

Todo parecía normal hasta el viernes 13 de marzo, fecha de mal agüero. El Monarch llegó a Colón, en Panamá, y las autoridades de ese país, en principio, solo permitieron que bajaran los ciudadanos de nacionalidad panameña. Los demás, entre ellos unos 500 colombianos, tuvieron que quedarse a bordo mientras se decidía qué hacer. El virus había estallado en América y los gobiernos estaban cerrando fronteras. Fue la última vez que el Monach navegó con pasajeros.

En los días siguientes, la naviera logró el permiso para que los viajeros pudieran descender y se encargó de conseguirles tiquetes aéreos para que lograran regresar a sus ciudades antes de que cerraran los aeropuertos. Pero el barco tuvo que permanecer en Colón.

¿Por qué era importante el Monarch?

Hasta el 2.008 era muy difícil para una familia colombiana promedio disfrutar de la experiencia de un crucero. Para tomar uno había que viajar para embarcarse fuera del país, lo que hacía que todo resultara muy costoso y dependiera de la aprobación de una visa, cosa que en aquella época era una tarea bien compleja.

Pero, gracias a los avances que venía teniendo el turismo por aquellos años en el país, una compañía española incluyó a Cartagena en una ruta permanente. Así llegó Pullmantur, con el decidido apoyo de las agencias de viajes mayoristas y el reto de despertar en Colombia el interés por esta modalidad de viaje.

El primer barco que trajo Pullmantur fue el Ocean Dream, que tenía una capacidad de 1.422 pasajeros. Luego, debido al éxito comercial de la ruta, la naviera decidió cambiar de embarcación y llegó el Horizon, que podía transportar 1.828 viajeros.

Pero el gran barco, el que quedó grabado para siempre en la memoria de los colombianos, fue el Monarch, con capacidad para 2.752 pasajeros en sus 12 cubiertas. Era un gigante construido en Francia que había sido inaugurado en 1991 y que venía procedente de Royal Caribbean. Llegó a Cartagena el 27 de abril de 2013 y se convirtió en el crucero de los colombianos.

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Foto: La imponente vista del interior del barco desde el ascensor panorámico.

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Foto: La piscina era uno de los sitios más concurridos durante los días de navegación, cuando el barco no anclaba en ningún puerto.

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El Monach zarpó de Cartagena en 231 ocasiones y cada vez embarcó allí, en promedio, 1.200 pasajeros, es decir, a lo largo de 7 años 277.200 personas abordamos en Colombia. Por eso digo, sin temor a equivocarme, que es la embarcación en la que más colombianos hemos amanecido navegando en altamar. Cuántas historias vivimos los colombianos en el Monach, cuántos viajes de reencuentros familiares, cuántas convenciones de empresas, cuántas lunas de miel, cuántas celebraciones…

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Foto: imagen de los pasillos en las diferentes cubiertas, el tapiz tenía impresa la rosa de los vientos, muy conocida entre los marineros.

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Foto: Uno de los momentos más solemnes a bordo era la cena con el Capitán. 

El final de la historia

El Monach permaneció en el puerto de Colón por varias semanas. La naviera, en principio, esperaba poder reiniciar operaciones el 3 de julio, pero las medidas preventivas anunciadas por parte de los gobiernos hicieron aplazar los planes.

Sorpresivamente, el mundo se enteró de la llegada del Monarch a Gibraltar, tras cruzar el Atlántico, el 13 de junio. Después de una escala técnica allí, el buque siguió su camino hacia Nápoles, donde fue despojado de toda la maquinaria de valor. Su último destino fue el puerto de Aliaga, en Turquía, famoso por la presencia de las más importantes empresas de desmantelamiento de buques, es decir, una plataforma de desguaces navales.

Pullmantur Facebook

El 23 de julio, a través de su página de Facebook, Pullmantur confirmó la triste noticia sobre el destino de 2 de sus 3 embarcaciones. El lacónico texto, acompañado de la fotografía que comparto, decía:

“Hoy el Monarch y Sovereign llegan al final de su viaje. Una gran travesía llena de alegría, emociones, conversaciones, historias… llena de vida. Un gran escenario de reencuentros familiares, de vacaciones soñadas por miles de pasajeros. Acogedores hogares de la gran familia que forma nuestra tripulación: sin vosotros la experiencia de nuestros pasajeros no sería igual. Monarch y Sovereign, siempre seréis parte de la historia de la compañía. Ahora seguimos trabajando para volver a operar a la mayor brevedad posible, nuestro mayor deseo”.

La esperanza es que Pullmantur logre salir bien de la difícil situación que ha provocado la pandemia y que reanude sus operaciones desde Cartagena. Dicen que al Monach lo reemplazaría el Grandeus of the see, un barco de similar capacidad, pero más joven y lujoso.

Por ahora, solo quería compartir con ustedes esta tristeza y guardar esos días de mi primer crucero en el rincón reservado para los mejores recuerdos. El buque Monach, descansa en paz.

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Las anécdotas de Héctor Mora

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Con motivo del repentino adiós de Héctor Mora se me vinieron muchas cosas para decir de él. Y me decidí por la más sencilla pero que sé que es la que él hubiera elegido: recordar algunas de las anécdotas de sus viajes.

Un paisa en el Sahara

Mi primer programa lo hice en Marruecos. Allí encontré a un paisa que vendía y alquilaba camellos en el Desierto del Sahara. Se llamaba Abraham Orozco y allá se hacía llamar Ibrahim. Su abuelo había sido arriero en Sonsón. El viajaba en un barco de la Flota Mercante Grancolombiana. Se bajó en Marruecos, se emborrachó, y al otro día cuando se despertó el barco ya se había ido. Así que le tocó quedarse a vivir allá y recordó el oficio de su abuelo con las mulas. Lo encontré por casualidad en la ciudad de Goulimine, entre Marruecos y Mauritania. Todavía muchos lo recuerdan.

Entrevista muda

Una vez fui a entrevistar a la Madre Teresa de Calcuta. No tenía cita así que tuve que insistir una semana par que me recibiera. Logramos hacer la entrevista y luego nos dimos cuenta de que no había grabado audio. Tuvimos que acudir a alguien que le leyera los labios en inglés para sobreponer la traducción con una voz en español. Nadie se dio cuenta y con esa entrevista me gané uno de los 5 Premios Simón Bolívar que obtuve en mi carrera.

El barrio chino

Una vez llegamos con una excursión de turistas a Beijing. Dos señoras se me acercaron y me pidieron que les dijera cómo ir de compras “al barrio chino”. Qué más les iba yo a decir: Señoras, ¡estamos en China!

El Papa chiquito

En un viaje a Polonia, en la ciudad de Vadovice, entrevisté a la Helena Czepanska, quien había sido la niñera de Juan Pablo II. Le pregunté cómo recordaba al Papa cuando era niño y me respondió que “era un gordito que vivía con un dedo metido en la nariz”.

Los guerrilleros de España

Solo me censuraron una vez. Hice una entrevista a los guerrilleros de ETA en el País Vasco y promocionamos el programa diciendo que “En España hay más guerrilleros que en Colombia”. El programa empezó y a los pocos minutos lo cortaron y pusieron un concierto de tiple en Tunja. Llamé a Inravisión a preguntar qué pasaba y me dijeron que era una orden de la Ministra de Comunicaciones ante una solicitud del Embajador de España.

La esposa de Pancho Villa

Una vez entrevisté a la esposa de Pancho Villa en el estado de Chihuahua. Se llamaba Luz Corral de Villa y me aseguró que vivía de las regalías que le pagaba Hollywood por las películas. Al terminar la entrevista me sacó aparte y con mucho misterio me ofreció venderme una pistola original de Pancho Villa. Con discreción le pregunté al delegado de la Secretaría de Cultura si podía tener problemas para sacar el arma del país. Y me respondió: “Yo se la puedo ayudar a sacar legalmente, pero le advierto que doña Luz con ese cuento vende 4 ó 5 pistolas cada semana”.

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Los objetos que no nos faltaban a los viajeros del siglo pasado

Juan Gonzalo Benitez viajero

Yo crecí en el siglo pasado. Y fui asumiendo con normalidad los cambios en la forma de viajar, pero solo dimensioné la rapidez con la que evolucionan las costumbres a través de las preguntas de mi hijo.

Y créanme, me ha costado trabajo explicarle cómo eran algunas cosas, que a su edad a mí me resultaban absolutamente naturales.
He hecho una lista de 8 objetos. Seguro se me olvidan algunos.
Si usted conoció estas 8 cosas, no se esfuerce por disimular su edad… ¡sabemos que usted es del siglo pasado!

Tiquetes aereos (800x498)Tiquetes aéreos de papel

Para poder viajar era necesario llevar el tiquete que se entendía como el “contrato de transporte”. Esos tiquetes eran preimpresos y las agencias de viajes llenaban a mano los datos del viajero. Y como eran 3 copias había que escribir duro porque funcionaba con “papel carbón” de tinta roja. Ahhh… mi hijo no sabe ni qué es el “papel carbón”.
En 2002 aparecieron en el mundo los tiquetes con una banda magnética que guardaba los datos de la reserva. Y el 1 de junio del 2008 finalmente llegamos a lo que tenemos hoy, los tiquetes electrónicos. Es decir, el tiquete existe aunque no haya un papel que lo demuestre, ahora solo se necesita un pasabordo que puede imprimirse en cualquier parte o incluso, ser presentado desde el teléfono celular como código QR.

Walkman (480x427)Walkman

Un símbolo de la generación que fue joven en los 80. El Walkman fue creado por Sony en 1979 y era un reproductor de sonido estéreo con audífonos en forma de diadema. La música o la grabación que fuera, se portaba en un cassette… otro “objeto obsoleto”. Cómo olvidar los cassetes marca Sony y TDK, que había que escuchar por el lado A y cambiarlo de posición para escuchar el lado B.
El caso es que el Walkman acompañó durante muchos años a los viajeros, que anteriormente tenían que cargar una grabadora grande para “poner música” para todos en la playa o en otros lugares que visitaban.
Sony dejó de fabricar el Walkman en octubre de 2004, dando paso a los muchos otros formatos digitales que bien conocen los jóvenes de hoy.

 

Rollos (800x450)Los rollos para la cámara

Es difícil explicarle a un joven de hoy que para almacenar fotos necesitábamos comprar rollos. Los rollos traían una película con una sustancia sensible a la luz. Así que la cámara lo que hacía era dejar pasar la luz en el momento de la obturación para impactar la película y luego revelar la imagen a partir de químicos en un proceso que se hacía en un cuarto oscuro. Por supuesto había empresas que se encargaban de esa tarea.
Hoy, quienes toman mil fotos en cada viaje con el celular, no logran entender que a nosotros nos vendían rollos de 12, 24 y máximo 36 fotos… y que había que pagar por revelarlas.
Por eso tenemos tan pocas fotos nuestras. En esa época salía muy costoso.

Flash de cubo

EFlash (800x533)ste objeto sí que nos delata como verdaderos habitantes del milenio pasado. Resulta que las cámaras de fotografía no traían flash incorporado.
En septiembre de 1930 fue inventado el flash de lámpara, por un investigador llamado Johann Ostermeyer, de quien poco se sabe.
A finales de la década de 1960 aparecieron los flash de cubo. Eran 4 pequeñas bombillas integradas en un pequeño cubo que se instalaba en la cámara.
Con respecto a los flash de ahora, que vienen incorporados con las cámara del celular incluso, hay dos diferencias muy grandes. La primera, que los de cubo había que comprarlos y cargarlos para cuando llegara el momento de una foto que necesitara luz adicional. Y segundo, que cada bombilla solo servía para una foto. Es decir, se “quemaba” una bombilla en cada poncherazo. Como venían de a cuatro, la cámara las iba girando hasta que se gastaban sus 4 caras y había que cambiarlo por uno nuevo.

Álbumes de fotos

Album (800x480)Nadie puede establecer su origen. Es como si hubiera existido siempre: El álbum de fotografías, un documento familiar de altísimo valor. Hoy su uso se limita casi exclusivamente para conservar imágenes de los matrimonios.
Cada familia tiene álbumes. Para los jóvenes de hoy no es tan extraño haberlos visto porque alguien con seguridad les enseñó uno para ver las fotos de los abuelos o los papás.
Los que sí desaparecieron del todo fueron los álbumes pequeños, que regalaban en las empresas de fotografía cuando uno revelaba un rollo. Uno las ponía ahí y podía llevar el pequeño álbum a cualquier sitio para mostrar las fotos del paseo. Era como postear una colección de fotos en Facebook… pero sin Facebook.

Telegrama (800x646) (2)Los telegramas

Era la comunicación escrita a larga distancia. En vez de escribir una carta y enviarla físicamente por correo, se le dictaba el texto al telegrafista, éste lo enviaba a través de señales eléctricas con un aparato llamado telégrafo, y alguien en la otra ciudad recibía el mensaje y lo digitaba. Así que quedaba como una pequeña carta que parecía escrita “a máquina”. Aquí algunos tendrán que pedir que les cuenten cómo era eso de “escribir a máquina”. Quienes se dedicaban a la tarea de transmitir y recibir los mensajes se conocían como telegrafistas, oficio ya desaparecido. El más famoso telegrafista del país fue el de Aracataca, pues resultó papá de un Premio Nobel de Literatura.

Como se cobraba por palabra, la escritura de los mensajes resultaba bastante impersonal, pues con la idea de ahorrar dinero las personas evitaban usar artículos y conjunciones.

Las postales

Postales (800x480)Todavía se ven exhibidas en muchos sitios de souvenirs, pero casi nadie las compra. Solo algunas personas lo hacen para tenerlas como colección, pero su funcionalidad, desapareció hace mucho rato. Es común que ahora los jóvenes llegan a un destino y lo primero que hacen es postear una foto en Facebook o en Instagram para contar que han llegado a ese lugar y están bien. Más o menos esa era la idea de las postales.
La primera postal de que se tiene referencia es de 1873. A principios del siglo XX se hicieron populares porque el costo de envío era la mitad de lo que valía mandar una carta. Por lo general las postales traían por un lado una foto de un sitio emblemático del destino y por el otro, el espacio para escribir un pequeño saludo y poner un sello postal.
A veces el correo era tan lento que el viajero mandaba la postal el primer día del paseo y regresaba a casa antes de que la postal hubiera sido entregada al destinatario.

La oficina de Telecom

Telecom (800x518)El sitio de encuentro siempre era la oficina de Telecom. Como no existían los celulares y “llamar de larga distancia” desde el hotel era exageradamente caro, todos íbamos a llamar a Telecom. Esa era la empresa que prestaba el servicio de telefonía entre ciudades y con otros países. Solo había una, que era estatal. Los viajeros tenían que hacer fila y solicitar la llamada con una operadora. Luego eso cambió y se le asignaba a la persona una cabina telefónica y cada uno se encargaba de marcar el número.
A finales de la década de 1990 aparecieron las tarjetas de llamada de larga distancia y la gente ya podía llamar desde teléfonos públicos. Eso acabó con la angustia de no alcanzar a llamar desde Telecom antes de que cerraran la oficina.
Vinieron luego pequeñas centrales de llamadas que prestaban el servicio de llamadas, que en Perú y Ecuador se conocían como locutorios. Todavía algunos prestan este servicio pero ya tiene pocos clientes pues la mayoría para sus llamadas a otros lugares utilizan el celular que resulta mucho más sencillo y económico, o incluso, las conexiones gratuitas vía Skype o Whats app.

¡Ay! cómo nos cambia la vida… ya algunos han proyectado los cambios que se avecinan y que van a modificar las costumbres de los viajeros en el futuro, pero eso será tema de otro post. ¿De esta lista, cuántos objetos conoció?

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Los 7 viajes que debes hacer por lo menos una vez en tu vida

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Hay muchos tipos de viajes, y estos son para mí los 7 que nadie debería dejar de hacer. ¿Cuántos te faltan?

Cada vez viajamos más. No hay duda. Viajar define nuestra personalidad y algunos viajes nos marcan la vida. Y viajamos de muchas formas, con distintas compañías y por diversos motivos. Pero hay 7 viajes que nadie debería dejar de hacer. Revisa cuántos te faltan.

1. Con un grupo de familiares, cuando eres niño
Comúnmente, entre los mejores recuerdos de la infancia, todos tenemos en la memoria un viaje que hicimos con nuestros papás, los hermanos, los tíos, los primos, los abuelos… para la mayoría ese recuerdo está asociado a un viaje a “la costa”, a la playa, al mar… pero para muchos puede ser a una finca o a un pueblo. Da igual. En este, que suele ser el primero de nuestros viajes inolvidables, lo que importa es la compañía.

2. El viaje solo
A muchos no nos gusta viajar solos, pero hay que hacerlo por lo menos una vez en la vida. Otras personas lo hacen bastante y a menudo. Viajar solo permite tener espacios de silencio que a veces la compañía nos limita. Viajar solo es asumir la propia vida, entender el mundo a nuestro estilo, generar relaciones sin presiones y confrontarse uno mismo, lejos de todo lo que nos distrae. El destino no importa. Tampoco la edad en que se haga este viaje. Lo que vale es el tiempo que nos dedicamos a nosotros mismos.

3. Con un grupo grande de amigos, a la playa
La mayoría de las personas vive esta experiencia entre los 15 y los 25 años. Es un viaje que se debe hacer en la juventud, aunque no hay problema en repetirlo hasta la vejez. Pero es un viaje de juventud porque la playa y el andar en grupo son condiciones que asociamos a la diversión, a la fiesta, a las nuevas amistades… para muchos este viaje se hace en la excursión de último año del colegio, en las vacaciones con compañeros de la universidad o “amigos de por la casa”. Aquí lo que importa es el ambiente de rumba y desconexión que difícilmente en otro momento de la vida se puede lograr.

4. Con tu novia antes de casarte
A la gente se le conoce viajando. Nada más cierto. Y por eso la mejor prueba de convivencia es un viaje en pareja de por lo menos 6 ó 7 días. Cuando pensamos en casarnos resulta muy buena la idea de hacer un viaje. Conocer al otro en circunstancias reales, cuáles son sus gustos y sus caprichos. Compartir la vida con alguien es una decisión muy importante. Se trata de elegir un compañero de viaje para la vida. Por eso viajar, siendo novios, resulta siempre una experiencia enriquecedora. Aquí lo importante es la convivencia.

5. Un viaje largo en carro, sin destino fijo
Salir en carro tiene su encanto. Y es bueno hacer un viaje largo, por carreteras desconocidas, sin un itinerario definido. El mundo nos ha llevado a vivir con base en cronogramas preparados, itinerarios rígidos y calculados. Por eso, al menos una vez en la vida, es gratificante “caminar sin rumbo alguno”, como dice la canción del Conjunto Clásico. Es la oportunidad de ir de pueblo en pueblo, disfrutando de las cosas simples que se van encontrando en la ruta, dejándose sorprender por las personas y las culturas. Durmiendo donde nos encuentra la noche, pasando mucho tiempo en unos lugares y saltando rápido otros. No importa la compañía, puede hacerse con la pareja, con amigos o solos. Y no importa llegar a ningún destino. Lo importante es el camino.

6. Con tu hijo, cuando tiene 4 años
Quienes tenemos el gusto de ser papás, sabemos que pocas alegrías se comparan con la de ver a nuestros hijos disfrutar de un buen paseo. Y creo que la mejor edad para un viaje que reafirme la relación de un padre o una madre con su hijo es entre los 4 y 5 años. Más pequeñitos poco disfrutan. Algunos pueden preferir un viaje con los hijos un poco más grandecitos, cuando tienen más autonomía y son más conscientes. Puede ser. Pero por mi experiencia digo que cuando el niño tiene 4 años hay una conexión mágica que se potencia mucho con un viaje. No importa el destino. Importa la relación que se establece entre el padre o la madre con el niño.

7. Con tu papá o tus papás cuando están viejos
Todos pasamos por varios períodos: Cuando los papás nos llevan a pasear, cuando poco nos atrae la idea de viajar con ellos, cuando volvemos a salir juntos…y luego, hay que hacer, por lo menos, un viaje cuando nuestros padres están viejos. Puede ser a ese destino soñado por ellos que nunca pudieron visitar. O al destino que trae buenos recuerdos de viajes anteriores. O simplemente, a un destino que resulte cómodo pues para los viejos ya no es importante un hotel lujoso pero sí un sitio donde no haya que subir escaleras ni caminar mucho. Es un viaje lento, hay que tener paciencia. Este es el último de los 7 viajes que no se deben dejar de hacer. Y como resulta apenas lógico, aquí lo más importante es que éste es un viaje de gratitud.

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