Debo confesar que desde hace meses tenía la inmensa curiosidad de conocer un glamping, ese tipo de alojamiento novedoso del que muchos hablan.
Así que busqué en las plataformas de reserva online, encontré 22 en Antioquia y decidí pasar una noche en uno de los que aparecía con mejor calificación por parte de los usuarios. El que visité se llama Bubble Sky pero hay otros igualmente bien calificados y con servicios similares.
Llegué fácil, está ubicado a solo 45 minutos de Medellín en la vía a La Ceja. Todo el recorrido en carretera pavimentada. La primera sensación es la de estar en una reserva natural, no se veían las cabañas. La hora del check in es a la 1:00 de la tarde.
La recepción es pequeña y bonita. Primero pasé por un control de bioseguridad mucho más exigente que el de cualquier otro lugar y me registré. Una persona del glamping cargó mi equipaje y me invitó a seguir por un sendero rumbo a la burbuja asignada. Yo solo llevé el morral con la cámara de fotos.
Crucé una puerta de la cual colgaban una especie de bambalinas de bambú. Luego encontraría otra puerta igual al ingreso de la burbuja, por supuesto sin llaves. Caminamos unos 3 minutos por entre un hermoso bosque. Me impactó el silencio. Solo se escuchaban algunos pájaros.
Este es un tipo de alojamiento recomendado principalmente para parejas. Algunos lo usan para momentos especiales como proponer matrimonio, y en ese caso las argollas bajan del cielo en un dron, o para celebrar aniversarios o fechas especiales. Sin embargo, también hay alternativas para grupos familiares, que pueden disfrutar de villas que son como fincas muy completas en las que hay varias habitaciones.
Finalmente, encontramos la segunda puerta con un timbre y me pareció curioso. Ahí recibí un radio y me explicaron cómo usarlo. El compromiso del personal del glamping es que solo se acercan cuando son llamados por el radio y al llegar se anuncian con el timbre.
Observé el lugar. A la izquierda el baño, a la derecha un columpio y un jacuzzi con agua caliente al aire libre. Un poco más atrás un asadero y una malla catamarán en la que uno se puede acostar y tener la sensación de estar a más de 10 metros de altura. Y al fondo, una burbuja con un pasillo de entrada y una especie de iglú donde queda la habitación.
El joven que me acompañaba, uno de los casi 20 trabajadores que pasaron de hacer diferentes actividades en el pueblo a convertirse en anfitriones hoteleros, me advirtió que para ingresar a la habitación hay dos puertas. La primera da acceso al pasillo en el que encontré una nevera bien dotada. “Lo que está en la puerta está incluido, lo demás tiene costo”, me dijo. En la puerta encontré jugos de cajita, agua y algunas otras cosas. También un kit para el desayuno con huevos, chorizos, arepas de queso mantequilla y café. Los artículos que debía pagar en caso de consumir eran básicamente licores. Al lado de la nevera había una caja con cubiertos y servilletas. En otra cajonera diferentes artículos de aseo. Finalmente, vi un paquete de masmelos para calentar por la noche, si uno quiere, en una fogata ubicada afuera, en un lugar muy bien dispuesto para eso. Para encender el fuego llamé por el radio y en 5 minutos vino alguien y se encargó de todo.
Luego estaba la segunda puerta, que es la que da acceso al dormitorio. “Cuando entre o salga debe cerrar una puerta antes de abrir la otra, no vaya a abrir las 2 al mismo tiempo porque se desinfla la burbuja”, me explicó. Me dio risa y pregunté si a alguien le había pasado, además me resultó chistoso que eso pudiera pasar si se va la luz pues el sistema funciona con un equipo que permanentemente está renovando el aire que hay dentro del domo. El joven me dijo que hay una planta de energía para esas emergencias pero demora en prender unos 3 minutos y en ese tiempo se alcanza a desinflar un poco la burbuja. Preferí no abrir las puertas al tiempo durante mi estadía.
La habitación me pareció bellísima. La cama es muy amplia y está dotada con una lencería que me hizo sentir muy cómodo. Lo que más me impactó es que me enseñaron a manejar un control del que se maneja la temperatura del colchón. Para el frío de la noche en esa zona del oriente antioqueño fue muy agradable. Vi que tenía barandas en las cuatro esquinas y unas telas en forma de velos como se usaban en las épocas antiguas, creí que era solo un elemento decorativo pero en la noche entendí su importancia. Debía cerrarlas por los lados y en la parte de arriba para evitar que la luz de la mañana me despertara muy temprano pues la habitación no tiene techo.
Sobre la cama encontré batas de baño y una canasta con dulces, galletas, crispetas y barras de cereal. Al lado una silla colgante, un telescopio, un cajón con juegos de mesa y una mesita. No había televisor y eso me gustó. Sí había aire acondicionado pero no lo necesité. La habitación me pareció realmente fantástica.
La palabra glamping viene de la combinación de glamour y camping, es decir, se trata de vivir la experiencia de acampar pero con muchísimas comodidades. El concepto tomó fuerza en Europa hace más de 15 años, especialmente por algunas películas que lo convirtieron en un asunto aspiracional. En Antes de Partir, cinta de 2007, los personajes interpretados por Jack Nicholson y Morgan Freeman incluyen “ir de glamping” en la lista de las cosas que hay que hacer antes de morir; y en Sex and teh City el personaje de Sara Jessika Parker y sus amigas viajan de Nueva York a África y se alojan en un glamping ubicado en el desierto.
Los hay de varios tipos, no todos son tipo burbuja o iglú. Algunos tienen forma de cono y otros parecen una gran tienda de campaña. Lo que diferencia a los glamping de otros formatos es que recrean la sensación de salir de acampar.
La zona para preparar la cena también tiene su encanto. Ahí encontré un asadero amplio que funciona con pipeta de gas y al lado una mesa con 2 sillas. Tiene todos los elementos necesarios para que uno mismo se prepare la comida, como cuando se va de camping, pero para los que no somos muy aficionados a la cocina, hay 2 opciones: llamar por el radio a un joven chef del glamping para que se acerque y prepare la cena o pedir un domicilio a un restaurante cercano.
Quienes quieren cocinar pueden llevar todos los ingredientes o pedir, con un costo extra, unas costillas o unos chorizos para asar.
El baño es un espacio especial. La decoración exalta la naturaleza. En la foto se ve a la izquierda el lavamanos en piedra y a la derecha la puerta, que más bien es una cortina de lazos hechos con bambú. La ducha, al aire libre y con forma de regadera, produce una sensación maravillosa. Por supuesto tiene agua caliente.
La noche fue muy tranquila, la verdad dormí plácidamente. Al otro día, con un costo adicional, tomé el servicio de spa. Fue la mejor idea, la calidez de las personas que me atendieron fue . Hay diferentes opciones de acuerdo al tiempo y a los elementos que se usen.
La verdad es una experiencia muy distinta a cualquier otra y vale la pena. La tarifa por pareja en este glamping es de $ 650.000 en semana y $ 1’050.000 en fin de semana. En ese rango de precios hay varios en Antioquia, con comodidades similares, principalmente en Guatapé, el Alto de las Palmas y Venecia. En Santa Elena también hay varios, incluso allí la oferta es más amplia y es posible encontrar sitios, con servicios mucho más básicos, desde $ 150.000. Me cuentan que próximamente se abrirán nuevas opciones en los municipios de La Unión y San Carlos.
En un año tan complejo para la hotelería me alegró saber que este tipo de alojamientos se ha mantenido con una ocupación cercana al 80%. Es un formato que llegó hace unos 5 años a Colombia pero que todavía resulta novedoso para muchas personas y ya se nota una incremento en la repitencia, es decir, para muchas personas no es algo que se hace una sola vez para conocer sino que empieza a ganar seguidores frecuentes.
Ya estuve en un glamping. Fue una experiencia fantástica y la recomiendo, aunque por supuesto, todo depende de los gustos y el presupuesto de cada quien.
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