Educación: sin TIC no hay calidad ni cobertura.

Uno de los componentes más valiosos del acervo de una sociedad es la educación de sus niños y jóvenes. Sin embargo, los rezagos y retos estructurales de los sistemas educativos son de gran envergadura y reclaman consistencia en las políticas públicas de largo plazo.

Los rezagos más evidentes están asociados a la cobertura, pero también hay problemos serios en materia de calidad. Particularmente la actual coyuntura desatada por la pandemia del Covid evidenció un problema cuali-cuantitativo, el cual tiene que ver tanto con la cobertura como con la calidad del sistema educativo: el uso de las TIC en las escuelas.

Problema cuantitativo: cobertura.

En Colombia no existe aún cobertura universal en la educación media -grados 10 y 11-; ésta tan sólo alcanza el 72%. De estos, sólo 52% se matriculan en la educación superior  -técnico profesional, tecnólogo y universitario- y, más crítico aún, 47 de cada 100 estudiantes universitarios no logran culminar satisfactoriamente su carrera.

cobertura educativa en Colombia siglo XXI

En la educación básica y media se encuentra un problema de cobertura asociado a la deserción, el cual denota una profundización de las brechas de inequidad social. Para mediados de la década que acaba de terminar, en las zonas rurales de 100 estudiantes que ingresan al sistema, sólo 48 terminan la educación media, mientras en las ciudades este indicador alcanza el 82% de efectividad.

Problema cualitativo: calidad y pertinencia.

En materia de calidad, hay problemas serios de pertinencia asociados a) a la falta de visión de futuro -formar ciudadanos para un desarrollo sostenible en lo social y ambiental-; b) al desdén por las particularidades y necesidades territoriales locales -currículos centralizados-; c) al papel marginal que juegan los problemas sociales vigentes en las propuestas educativas -problemas de convivencia, inequidad, discriminación y medio ambiente, por ejemplo-; y d) a la desvalorización de la docencia como profesión (los mejores bachilleres no se matriculan en las facultades de licenciaturas y la tasa de profesores de inglés que no tienen la idoneidad es muy alta).

Un indicador interesante para hablar de pertinencia son las pruebas Pisa. La medición histórica que se ha hecho de Lectura, Matemáticas y Ciencias, competencias transversales que son necesarias en diferentes dimensiones de la vida del ser humano, muestra un constante y significativo rezago de nuestros estudiantes con respecto a otros países referentes. Recurrentemente Colombia se ubica entre los puestos 60 y 70, en un universo estadístico de 79 países que presentan dichas pruebas.

pruebas pisa

El uso de TIC, un problema cuali-cuantitativo.

El uso de TIC en la educación es un tema de calidad. Los jóvenes deben aprender a desenvolverse en redes, accediendo a información, produciendo contenidos y estableciendo relaciones con personas de diferentes culturas. Su vida adulta -en la universidad, en el trabajo, en el mercado, en su crecimiento personal y en las relaciones sociales- estará marcada por las posibilidades y retos que implican las tecnologías de información y comunicaciones. Es el momento histórico que nos tocó vivir. Los retos y oportunidades en todas las dimensiones se relacionan con el uso de las TIC.

No se trata de hacer una apología de esta revolución tecnológica. Sabemos de infinidad de problemas y complicaciones que han surgido con la expansión de Internet, pero todo cambio profundo trae consigo retos que pueden ser de índole social, económico, jurídico e, incluso ético y estético. Esta no será la excepción y habrá que enfrentarlos.

En consecuencia, la educación de este siglo XXI para que sea de calidad, debe incluir a las redes de información y conocimiento, tanto en sus contenidos como en las metodologías de enseñanza y aprendizaje. Y esto es una necesidad en todos los niveles del Sistema Educativo.

Pero, la pandemia del Covid hizo visible algo que todos sabíamos, pero de lo que nadie hablaba: la infraestructura y la cultura para el uso de las TIC se hallan rezagadas y dicho retraso también evidencia muestras de inequidad social.

Cuando los países entramos en cuarentena por causa de la pandemia, los sistemas educativos de todo el mundo tuvieron que recurrir a la virtualidad para dar continuidad a los procesos curriculares. ¿Y sí se pudo dar continuidad?

Aún no hay estudios suficientes y amplios, pero está claro que se encontraron problemas de calidad -los diseños curriculares no estabán adecuados para ser gestionados de manera remota; muchos maestros no estaban preparados para guiar el aprendizaje por fuera de su salón de clases y gran parte de los estudiantes no tenían ni las competencias, ni la motivación para sustituir sus clases de aula por sesiones sincrónicas en una plataforma de comunicación virtual.

Esto era de esperarse. A pesar de que Internet ya tiene más de seis lustros expandiéndose por el mundo, las escuelas y universidades aún centran sus esfuerzos en las mediaciones tradicionales. En consecuencia, la coyuntura seguramente será una oportunidad para impulsar a futuro los sistemas educativos combinando mediaciones -el aula presencial, el museo, la empresa, la granja, Zoom, Teams, etc.-. Se enriquece el abanico de oportunidades para las didácticas de los maestros y para el aprendizaje de los estudiantes.

Pero, la virtualidad, que ya se entendía como un vehículo para poder ampliar la cobertura llegando a comunidades lejanas y a personas con restricciones para asistir a los centros educativos -problemas de movilidad en las ciudades o limitaciones laborales o físicas), terminó siendo en esta pandemia una radiografía de inequidad social: durante la cuarentena, muchos niños y jóvenes no pudieron continuar sus estudios, ya que, no tienen conectividad o en sus casas no hay un computador para poder estudiar.

UNESCO señala en un informe que 17% de los niños en edad escolar quedaron literalmente “desconectados” de sus clases durante el cierre de sus escuelas, debido a la ausencia de condiciones tecnológicas: 258 millones de niños y jóvenes en todo el mundo. Este dato catastrófico cobija fundamentalmente a inmigrantes, niños de escuelas rurales, minorías étnicas y mujeres.

Según el mismo organismo, 40% de los países de ingreso medio y bajo no hicieron suficientes esfuerzos para evitar que la población más vulnerable parara sus estudios durante el cierre de las escuelas.  De igual manera, IESALC realizó un estudio que descubre que la pandemia dejó por fuera a 25% de los estudiantes de las universidades de América Latina, tan sólo por problemas de conectividad.

El mensaje es claro. Las inversiones en tecnología para la educación, con todas sus dimensiones -pedagógica, social, económica, ética-, deben ser una prioridad de la entrante década para asegurar una educación de calidad en el marco de una mayor cobertura. 

 

 

 

Educación: ni presencial ni virtual, blended (híbrida).

Giovanny Cardona Montoya, mayo 12 de 2020.

 

La pandemia del Covid-19 trajo consigo un cambio inesperado: el cierre de las instituciones educativas. Dicho cierre cogió por sorpresa a la mayoría de educadores en Colombia y gran parte del mundo. La respuesta inmediata del sistema educativo fue trasladar el aula de clases a las plataformas de comunicación digital como Zoom y Microsoft Teams o, incluso, a las redes sociales, -clases por Whatsapp-.

Este inesperado cambio colocó sobre la mesa la discusión acerca de la educación virtual en el futuro del sistema, aunque ha habido una tendencia a simplificar el tema y a confundir el e-learning con la comunicación mediada por TIC.

1. La educación como proceso social.

La educación escolarizada es un proceso social condicionado por las características económicas, políticas y legales de la época; la cual delimita las dimensiones, cognitiva, afectiva y ética de los procesos formativos. Así, las tradicionales aulas de clase y la metodología magistral -el profe habla, el estudiante toma nota-, son una réplica de la producción en serie que caracterizó al aparato productivo desde finales del siglo XIX hasta las postrimerías del XX.

De otro lado, la normatividad que regula la vida escolar y universitaria tiende a responder con lentitud a los cambios socio-econoómicos y tecnológicos que exigen  actualizaciones de los procesos formativos. La situación presente no es la excepción.

Actualmente, la legislación colombiana reconoce tres modalidades de educación superior: presencial, distancia tradicional y distancia mediada por tecnologías (virtual). Esta clasificación evidencia tanto su anacronismo, como la falta de una visión pedagógica que caracterice las propuestas de educación para diferenciar los procesos formativos de acuerdo a sus principales cualidades didácticas.

2. La educación tradicional.

El sistema educativo tradicional, aquel que asociamos con aulas de clases estandarizadas y una relación vertical entre el docente y los estudiantes, fue un modelo necesario en un momento histórico en el que se requería ampliar la cobertura llegando a una creciente población (en 200 años la población mundial se ha multiplicado por 7), atendiendo las necesidades políticas del Estado (formar ciudadanos) y las de una economía industrial que requería trabajadores preparados para gestionar la producción en serie que le caracterizaba.

Pero el modelo tradicional no sólo respondía a las necesidades de la época sino, también, a las condiciones y posibilidades de la misma. Hasta la segunda mitad del siglo XX acceder a la información y al conocimiento era un reto condicionado por la tecnología y los canales existentes: los textos impresos, la radio y posteriormente la televisión.

EDUCACION ANTICUADA

En este contexto, las bibliotecas y las clases presenciales se convirtieron en dinamizadores fundamentales del aprendizaje.  Por lo anterior, los exámenes tradicionales “a libro cerrado” cumplian el papel de verificar que el estudiante había accedido a la información (leyó, asistió a la clase) y la había aprendido (podía repetirla o, mejor aún, explicarla, deconstruirla o cuestionarla).

Sin embargo, con el desarrollo de la tecnología digital (la informática) y el Internet el mundo de la creación, preservación y transferencia de la información y el conocimiento se expandió exponencialmente. Y el sistema educativo se ha demorado en darse cuenta de ello.

binario mundo

3. El proceso curricular.

La educación escolarizada es más que las clases en el aula. Las instituciones educativas estructuran procesos curriculares, los cuales requieren mínimamente de un propósito (objetivos de aprendizaje), participantes (docente y estudiantes), metodologías, mediaciones y evaluaciones.

El objetivo de aprendizaje (por ejemplo, el desarrollo de una competencia) es el eje rector del proceso formativo. Teniendo claridades sobre dicho objetivo, el método de enseñanza y aprendizaje, las mediaciones y las evaluaciones pueden mutar.

Aunque el proceso curricular en la actualidad conserva formas muy tradicionales (la clase magistral; aulas de clase estándares, horarios fijos), aquel viene mutando gradualmente. Ciertas universidades y facultades han transformado sus mediaciones y espacios físicos desde hace varias décadas.

De hecho, algunas profesiones nacieron con mediaciones y metodologías innovadoras. Las granjas, los viveros, los laboratorios y talleres de prácticas, los hospitales, las empresas, etc. son espacios en los que se desarrollan procesos de aprendizaje cada vez con más frecuencia.

Adicionalmente, la informática, los dispositivos (computadores, tabletas y smart phones), Internet, la televisión por cable, etc., están cambiando no sólo las posibilidades de acceder, preservar y transferir información y conocimiento, sino, más que eso, están permitiendo crear nuevo conocimiento y, en general, están transformando la vida laboral y social de las personas y las organizaciones. La vida en la red es cada vez más amplia y profunda.

En consecuencia, las dinámicas de aprendizaje están permeadas por todos estos cambios. Los estudiantes consultan en Internet videos y documentos elaborados por diferentes expertos; las bibliotecas digitales se “visitan” a cualquier hora; los profesores dan videoconferencias que se graban y publican en la web; docentes y estudiantes intercambian mensajes con contenidos diversos a través del correo electrónico. Cada vez son  más las acciones de enseñanza y aprendizaje que se realizan por fuera del aula de clases.

No importa si la comunicación es sincrónica o asincrónica o si se da en el aula de clases o través de mediaciones digitales, el proceso formativo no se detiene. Lo importante es que haya un modelo pedagógico que guié la experiencia curricular. La comunicación face to face entre el profesor y sus  estudiantes es sólo un segmento del proceso de aprendizaje.

4, El falso dilema: educación presencial o educación virtual.

niño con computador y abuela en el campo

Por lo anterior, la pregunta de si la educación debe ser presencial o virtual es inútil en el contexto de la sociedad del conocimiento. No sólo los estudiantes que viven en poblados alejados requieren propuestas curriculares flexibles; la realidad es que la mayoría de los modelos pedagógicos deben dar los lineamientos para garantizar a los estudiantes la comunicación oportuna y suficiente (sincrónica y asincrónica, presencial y a distancia), el acceso oportuno a los contenidos curriculares e, incluso, una cada vez más dinámica interactividad con éstos desde diferentes plataformas.

No es la presencia física o el contacto a través de un computador lo que hace la diferencia.Prueba de ello es el estudio que realiza la institución universitaria CEIPA, el cual, basado en el análisis comparativo de los resultados de sus egresados presenciales y virtuales en las pruebas Saber Pro durante los úlitmos seis años, no encuentra diferencias estadísticas significativas en el desempeño.

Mientras los propósitos u objetivos de aprendizaje estén claros, las instituciones educativas pueden combinar todas las didácticas posibles para alcanzar los resultados. El aprendizaje en esta época es un proceso continuo en ambientes discontinuos: el aula, la biblioteca, el campus virtual, las plataformas de comunicación digital, las redes sociales, la empresa, el laboratorio, etc.

En consecuencia, el carácter híbrido (blended) de los procesos formativos es el nuevo nombre del juego.

El coronavirus ha hecho que la mayoría de universidades y colegios en Colombia tengan que atender una contingencia: sustituir los encuentros en aulas por clases en línea. Estos primeros auxilios seguramente están dando resultados diversos. Algunos currículos y las respectivas comunidades académicas estaban mejor preparados que otros; por ejemplo, las instituciones que ya ofrecen educación virtual tienen un acervo que y una comunidad docente que facilitó la adaptación a las nuevas circunstancias.

Pero todo indica que la convivencia social no será la misma después de la crisis sanitaria, por lo tanto, el sistema educativo requiere “una cirugía”.

La sociedad del conocimiento permite crear, preservar, usar y transferir el conocimiento sin barreras de tiempo o espacio. Adicionalmente, la población estudiantil es diversa: centennials, millennials, personas que trabajan y estudian, madres cabeza de hogar, estudiantes que viven en ciudades con dificultades de movilidad, etc. Por lo tanto, es posible y a la vez se requiere, un sistema educativo verdaderamente flexible.

Es necesario ajustar los diseños curriculares para que las mediaciones y las evaluaciones se flexibilicen, reconociendo los objetivos de aprendizaje, las metodologías, las particularidades de los estudiantes, las necesidades sociales y las restricciones del entorno.

La comunicación puede ser sincrónica y asincrónica, se puede dar en línea o en el aula de clase. Los exámenes se pueden presentar en un salón o en una plataforma digital, los estudiantes pueden escuchar la conferencia magistral en el auditorio o verla grabada en la web.

Algunos estudiantes llevarán un ritmo más guiado por el docente y sus compañeros (aprendizaje colaborativo), mientras otros andarán a su propio ritmo (autoaprendizaje). Y todo esto puede suceder en una misma propuesta curricular.

Hay que tumbar los muros de las aulas de clase, flexibilizar horarios y calendarios, hacer un diseño creativo de la partitura (plan de estudio), abrir todos los escenarios de aprendizaje y ofrecer un acompañamiento permanente para que  cada estudiante desarrolle su aprendizaje al ritmo y con las condicionesa adecuadas.

La nueva labor de la comunidad docente no es transmitir información y conocimiento; es diseñar la ruta y guiar al estudiante en su proceso de aprendizaje. Las mediaciones requeridas para ello crecen y se desarrollan exponencialmente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La educación no puede ser sólo para el empleo. Debe ser para la vida.

Giovanny Cardona Montoya, febrero 09 de 2020.

 

Es recurrente oir debates, tanto en escenarios especializados como en redes sociales y medios de comunicación, sobre los alcances y retos de una educación con calidad. Actualmente la discusión se halla conectada con el ODS #4, lo que genera movilidad social y política por el tema, aunque también abre la puerta para la retórica, los lugares comunes y el debate superficial.

Más allá de los ODS, la humanidad ha descubierto en la educación un vehículo genuino y fundamental para impulsar las diferentes etapas de aquello que hemos denominado “desarrollo social y económico”. Y he escogido con cuidado mis palabras, porque con el tiempo y con el cambio de generaciones, hemos aprendido a comprender que la categoría DESARROLLO tiene un alto grado de subjetividad y una fuerte carga ideológica.

Brertrand Russell decía en uno de sus escritos que si una especie extraterrestre vigilara la historia del planeta hasta nuestros días, podría pensar que éste ha venido avanzando en un continuo desarrollo; sin embargo, se preguntaba el pensador británico si las larvas y especies unicelulares estarían de acuerdo con esta interpretación de la evolución histórica de la vida en la tierra.

Así que, retomando el hilo original de este ensayo, la idea de una educación de calidad y con amplia cobertura, hace parte del lenguaje coloquial de la sociedad pero también es un eje fundamental de diversos proyectos de desarrollo social, político y económico de los territorios. El papel de la educación se halla plasmado en paradigmas diversos del desarrollo económico, ya sean estos neoliberales, estructuralistas o marxistas. Todos al unísono reconocen el rol central de la educación en el desarrollo socio-económico.

Y si nos movemos en ambientes políticos, los inspiradores del conservatismo, del liberalismo político o de las corrientes socialistas, declaran sin discusión que la educación es un derecho de la persona y, a la vez, una herramienta para el desarrollo social.

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Pero, en la cotidianidad enfrentamos discusiones muy concretas sobre los verdaderos alcances de la educación en nuestra sociedad. Dichos debates pueden tener carácter semántico e, incluso, epistemológico; como los referentes a la calidad y la pertinencia pero, también, económicos y políticos como aquellos que tienen que ver con la cobertura.

En el caso colombiano la discusión gira, cotidianamente, alrededor de la cobertura. Esto es, muchos colombianos no tienen un acceso al sistema educativo. En principio, la idea es lograr una plena cobertura hasta la educación terciaria (ya sea formación para el trabajo y el desarrollo humano o los niveles de pregrado en la educación superior). Digamos que esa es la apuesta suprema.

Según datos del DANE, el nivel máximo de escolaridad de la Población Económicamente Activa (PEA) para 2017 es el siguiente:

– Sin Primaria Completa: 15,2%

– Con Básica Primaria: 23,2%

– Con Básica Secundaria: 5.7%

– Con Educación Media: 33,5%

– Con Formación Superior (técnica, tecnológica o universitaria): 18.9%

– Con Posgrado: 3,4%

Si bien este dato es la fotografía de un momento determinado y sólo estudia a la PEA, o sea, sin tener en cuenta menores de edad, ancianos, amas de casa y demás personas no interesadas en buscar trabajo, la verdad es que es bastante diciente del reto de mediano y largo plazo. Ahora, corriendo la película a lo largo de los años, entre 2010 y 2017, la PEA que alcanza la educación media pasa de 43% a 53%, lo que evidencia avances no desdeñables.

En lo que respecta a la calidad y la pertinencia, el debate es mucho más complejo. ¿Cuál es la educación que requieren las nuevas generaciones? ¿Qué criterios se deben tener en cuenta para definir un portafolio curricular social, ético, política, cultural y ambientalmente correcto o adecuado?

Actualmente se destacan algunos principios valiosos que tienen que ver con el respeto a la individualidad y cuya materialización podría dar cuenta de un futuro promisorio para el libre desarrollo de la personalidad. La separación de cualquier dogma religioso de los currículos académicos y el propósito de desarrollar pensamiento autónomo y crítico son claves en el futuro de una educación con calidad. En ese contexto, trabajar ciertas competencias transversales como la lectura crítica, la escritura, el pensamiento numérico y las competencias ciudadanas, se convierte en un andamiaje para la construcción de “mayoría de edad” -en lenguaje de Kant- por parte de los estudiantes.

De otro lado, las personas estamos organizadas en sistemas sociales y económicos que enmarcan y limitan (esto no es una crítica es un reconocimiento del hecho) nuestro desempeño individual. Así, la economía actual es de mercado con un mayor o menor nivel de regulación por parte del Estado. Excepto Cuba o Corea del Norte, ésta es una realidad global.

Así, la formación para el empleo o para el emprendimiento empresarial se convierte en un requerimiento de supervivencia del sistema.  La educación es un instrumento que también existe para asegurar el recurso humano cualificado de las organizaciones. Las empresas requieren de personal y las familias buscan empleos. Esa es la ecuación del sistema.

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En la doble perspectiva de formar al hombre para su “mayoría de edad kantiana”, para que sea libre y asuma con criterio propio las decisiones de su devenir, y de formarlo para el mundo laboral (empresario o empleado), se deben revisar los indicadores que pueden dar cuenta de la calidad y pertinencia del sistema.

En un escalón inferior vamos a colocar los indicadores que miden la eficiencia y efectividad del sistema. Así, las pruebas Pisa y las Saber (Saber 3, 5, 9 y 11 y Saber Pro) son instrumentos que permiten medir cómo vamos en el camino, antes de que los jóvenes salgan a vivir su vida con plena responsabilidad, ejerciendo su pensamiento crítico y autónomo. En ese contexto, reconociendo que son indicadores de proceso, estas pruebas adquieren sentido y pueden ser aprovechadas con pertinencia en la revisión de las dinámicas curriculares, de las políticas y de la distribución de los presupuestos para el sistema educativo.

No es una novedad reconocer que la educación rural arroja los peores resultados en estas pruebas, siguiéndole las escuelas e IES privadas de bajos recursos. Estos hallazgos deberían guiar decisiones en el manejo de los recursos y en la definición de la política pública de educación.

A propósito del anterior párrafo, es fundamental entender el carácter público de la educación, sea ésta servida por instituciones oficiales o no oficiales. La decisión de separar las escuelas en públicas y privadas responde a cálculos presupuestales y a pilares ideológicos del sistema político vigente: democracia liberal participativa y libertad de mercado con regulación estatal. Por lo tanto, los retos de la educación son del sistema en su totalidad, no de cierto tipo de institución educativa. Todos los ciudadanos tienen derecho a una educación de calidad, estudien donde estudien.

Un indicador de impacto es el referente al ingreso a la educación superior y al empleo.  Si el ingreso a la educación superior dependiera exclusivamente de los logros en la educación básica y media, entonces, la matrícula universitaria daría cuenta de la calidad de los colegios. Sin embargo, el ingreso a la educación superior gratuita es limitada, por lo tanto, los jóvenes que terminan la secundaria y pasan al mercado laboral no cualificado (por ende mal remunerado) o que engrosan las listas del desempleo, son aquellos que no cuentan con recursos económicos (para la matrícula y/o la manutención) y que no hacen parte de una pequeña élite de jóventes talentos que acceden a becas especiales.

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En el caso de la universidad, la tasa de ocupación, la movilidad laboral y los ingresos, son indicadores que permiten medir en parte la calidad de la educación superior. Las cifras sobre desempleo y los estudios que señalan gaps entre el perfil del egresado y los requerimientos de las empresas y demás organizaciones, dan cuenta de mayor o menor calidad en el sistema educativo.

Adicionalmente, los retos del desarrollo sostenible de las sociedades y los territorios y el relativo rezago tecnológico y de competitividad del aparato productivo en comparación con naciones y empresas más avanzadas, son base para la generación de otros indicadores que den cuenta de la calidad del sistema educativo. ¿Un país determinado tiene la capacidad intelectual ingenieril y de gestión para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, manteniendo o elevando la competitividad de las empresas? ¿Está la economía de un país incrementando su acervo de innovación y agregación de valor a los bienes y servicios que produce? La respuesta a estas preguntas indica también el nivel de desarrollo del talento humano de un país o región.

Pero esta perspectiva funcionalista y lineal se queda corta para hablar de calidad. La convivencia ciudadana y la felicidad del individuo a partir de su desarrollo personal, son retos del sistema educativo. ¿Estamos formando para la felicidad y para el reconocimiento de la diferencia, la tolerancia y la pacífica convivencia? ¿Estamos desarrollando la capacidad del ejercicio de la solidaridad y la ciudadanía plena por parte de los estudiantes?

Cuando un país enfrenta problemas relevantes de corrupción, de intolerancia de género, raza o identidad territorial, por ejemplo; cuando se incrementan los niveles de depresión derivados de la convivencia social o la frustración personal -incluso, suicidios-, entonces, está se evidencia que hay retos trascendentales que el sistema educativo no está abordando con suficiencia. La formación de ciudadanos con pensamiento autónomo y crítico, que ejerzan su “mayoría de edad” es una categoría que se debe impregnar no sólo de conocimientos y habilidades, sino que debe combinar dimensiones éticas, estéticas y políticas para el pleno desarrollo de la individualidad en el marco de la convivencia social y con las demás especies del planeta.

Hablar de calidad en la educación implica atender el triángulo Individuo-Sociedad-Territorio, en tanto cada lado de esta figura geométrica tiene sus propias necesidades, intereses y motivaciones. Pero aquellos lados no existen de manera independiente, hacen parte de un sistema vivo. En lenguaje de pensamiento complejo, se debe atender cada lado a la vez que se reconoce el triángulo en su integralidad.

 

 

Caen las matrículas en las Universidades: ¿cuáles son los retos?

Giovanny Cardona Montoya, octubre 14 de 2019.

 

Sonó la campana: desde 2017 la matrícula universitaria en Colombia muestra señales de agotamiento. Esto no sucede muy a menudo, así que se han encendido las alarmas en todo el sistema de educación superior.

Vamos a revisar algunos de los números que se han divulgado pero como las señales aún son tenues, vamos a aprovechar la oportunidad para hacernos algunas preguntas de fondo sobre los retos de la Universidad de cara al futuro de los jóvenes y de la sociedad en general.

¿Cuáles son los números?

En 2013 se presentó una leve caída en la matrícula de “primíparos” pero, en general, el ingreso de estudiantes a educación superior ha crecido consistentemente hasta 2017. En este último año, los nuevos cayeron con respecto a 2016 en casi 8%. Si hablamos de admitidos (personas que aprobaron el proceso de ingreso), estos han descendido en 2017 y 2018 con respecto al año inmediatamente anterior. Los admitidos de 2018, son 100 mil menos que en 2016.

Sin embargo, para empezar a matizar los datos, el número de inscritos (personas que tienen interés en hacer una carrera en la educación superior) ascendió en 10% entre 2016 y 2017. Adicionalmente, en 2017, los admitidos representaban tan sólo el 40% de los inscritos, lo que deja una enorme brecha entre los interesados en estudiar y los que efectivamente logran un cupo en la Universidad.

Los datos publicados por el MEN señalan que en diferentes momentos ha habido caídas, tanto en las públicas (2015), como en las privadas (2017 y 2018). Pero, tal vez la alarma mayor se evidencia en la educación secundaria -cantera de las universidades-, ya que, las pruebas Saber 11 fueron presentadas por 2.000 estudiantes menos en el año 2017 con respecto al año 2016.

Por último, los datos generales aún no muestran una señal aguda de crisis -aunque evidencian que la caída se da en la universidad pública y en la privada- y, por lo tanto, vale la pena destacar el constante crecimiento de la matrícula en los programas de modalidad distancia-virtual. Actualmente, esta modalidad cuenta con cerca de 200.000 estudiantes.

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¿Cuáles son las preguntas de fondo?

En materia de cobertura educativa, el país ha avanzado de manera significativa, lo que se explica en gran medida por los esfuerzos hechos por el sector público, tanto del nivel nacional como local, para financiar estudios superiores. Sin embargo, la cobertura apenas supera el 50% de los bachilleres.

Esto sin tener en cuenta que aún persiste un enorme grupo de niños y adolescentes, especialmente en las regiones, que abandonan el sistema educativo sin alcanzar su título de bachiller. Según un estudio de la Universidad de Los Andes, 44% de los jóvenes entre 16 y 24 años no terminan la educación secundaria. En las ciudades la tasa de éxito supera el 60%, pero en el rural apenas alcanza el 31%.

Por lo anterior, frente a la pregunta de cobertura la respuesta es: no hay escasez de jóvenes para matricular, hay muchos jóvenes que deberían estudiar y, entre estos, muchos buscan hacerlo pero no lo logran.

Y todos los caminos conducen a Roma: son jóvenes que no tienen recursos económicos para pagar sus estudios y/o que, por la baja calidad de su educación básica y media (escuelas pobres en recursos) no pueden aspirar a un cupo gratuito en la universidad -en la pública o a través de una beca por alto rendimiento, en la privada-.

Teniendo en cuenta la brecha entre las ciudades y el campo (incluso los pequeños y recónditos pueblos), es fundamental pensar en las metodologías para una educación a distancia-virtual y semi-presencial. La apuesta de Estado por una amplia cobertura en Internet -70% del territorio naciona con banda ancha para 2022- es una oportunidad que debe ser aprovechada para llevar educación de calidad a todas las regiones del país.

Ahora, el tópico no analizado en esta temática es que no sólo los jóvenes necesitan estudiar: la democracia los necesita formados y las empresas los requieren competentes. Es un pésimo negocio no apostar por una amplia cobertura educativa. Perdemos todos.

En 2007, de cara a las elecciones regionales de la época, se levantaron denuncias de trashumancia de votos que involucraban 726 municipios de Colombia. El trasteo de votos es de carácter nacional y es un síntoma, más que de pobreza, de bajo nivel educativo. Según la Mesa de Observación Electoral, MOE, 40% de los colombianos ha recibido una oferta de compra de votos en los últimos 5 años. Este país, según la MOE, es el tercer país latinoamericano donde más se compran votos, después de México y República Dominicana.

De otro lado, elevar la competitividad de nuestro aparato productivo es un propósito evidente. El Consejo Nacional de Competitividad señala que un Potenciador de Eficiencia es la educación, destacando como indicadores: la cobertura, la formación en media técnica, el número de doctores y postdoctores, las carreras de ingeniería y ciencias, el dominio de una segunda lengua y la tasa de desempleo juvenil.

La magnitud del rezago en materia de cobertura educativa, desde la perspectiva del aparato productivo nos la resume el DANE de la siguiente manera (2017):

Para el año 2017, la proporción de la población económicamente activa (PEA) que habían completado la educación media fue 33,5%. La distribución de los demás niveles educativos en la PEA fue la siguiente: el 23,2% había completado la educación básica primaria, el 5,7% la educación básica secundaria, 10,9% la educación técnica profesional o tecnológica, 8,0% la educación universitaria y el 3,4% postgrado.

En otras palabras, la verdadera preocupación del país no se debe ubicar en la reducción de las matrículas por una posible caída en la población joven o por la baja motivación de las nuevas generaciones para enrolarse en una carrera universitaria. El tema de fondo es que hay una enorme brecha de jóvenes que deben estudiar y no lo pueden hacer, porque les es económicamente imposible.

Colombia tiene un modelo educativo dual, el cual combina instituciones públicas con instituciones privadas. Pero, a pesar de la diferencia entre ambas, su tarea es la misma: prestar un servicio público, el de la educación.

Frecuentemente se presentan debates en Colombia sobre la necesidad de financiar a la Universidad Pública pero, como se puede ver, el problema es mayor: la pregunta es cómo se financia el servicio público de la educación. Son los jóvenes de todo el país, la sociedad democrática y el aparato productivo, los que necesitan que se asegure una cobertura educativa de calidad.

Hoy por hoy, la cobertura educativa es responsabilidad del Estado y del bolsillo de los padres de familia. Con estos recursos, tenemos los resultados que tenemos: baja cobertura, débil democracia y un aparato productivo poco competitivo.

Si dejamos de mirar la educación como uno de los retos, y lo entendemos como la raíz que afianza el verdadero desarrollo sostenible, la democracia y la paz, entonces, cambiariámos la ecuación y el sector empresarial, las familias y el Estado establecerían como prioridad la financiación de un plan agresivo de mediano y largo plazo que cierre la brecha en materia de cobertura educativa; sin cinismo y sin sofismas de distracción.

niño con computador y abuela en el campo

¿Ah y a las instituciones educativas que les decimos?

La Sociedad del Conocimiento es una realidad que obliga a repensar la forma cómo enseñamos. El mundo de la Transformación Digital está cambiando nuestras vidas y ello se debe reflejar en las metodologías, las mediaciones y los contenidos curriculares. El maestro de hoy no tiene por qué reemplazar a Youtube o a Google. Su nuevo rol es preparar a los jóvenes para un mundo abierto, cambiante y complejo.

El desarrollo sostenible, con sus dimensiones, ambiental y social, reclama un nuevo ciudadano. La Universidad debe repensar su currículo y colocar en el corazón del aprendizaje una ética acorde a los nuevos retos de la especie humana. Es impensable un futuro sostenible, con el espíritu mercantilista y consumista de la actual sociedad; y adicionalmente, es inaceptable que con los desarrollos que  la ciencia y la tecnología nos ofrecen, dos mil millones de personas vivan en la informalidad o mueran de enfermedades fácilmente prevenibles o curables.

Y, por último, efectivamente, la generación Z (centennials) no quiere asistir a clases anticuadas. Es posible que el esquema de programas largos (4 o 5 años) acompasado de metodologías tradicionales no sea atractivo para las nuevas juventudes. Y en ese punto, la Universidad debe dotarse de nuevas herramientas para atraer estudiantes. Existen desarrollos didácticos (pedagogía activa, learning by doing, aula invertida, gammification, etc.) que pueden hacer de la educación una experiencia más atractiva y significativa, sin que se pierda rigor.

 

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Propongo reingeniería al sistema educativo colombiano: redefinirlo todo.

Se ha vuelto lugar común señalar que Colombia necesita un sistema educativo que garantice Cobertura, Calidad y Pertinencia. Bajo este slogan se han implementado programas gubernamentales para lograr que niños y jóvenes de escasos recursos puedan estudiar (Ser Pilo Paga, por ejemplo), se han creado indicadores y sistemas de medición de calidad (CNA en la educación superior)  y se ha buscado el acercamiento de las empresas a las instituciones educativas (la unión Universidad, Empresa, Estado es un ejemplo de ello).

El estribillo, aunque incompleto, no suena mal. El problema es la forma como ha sido interpretada la melodía a lo largo de las décadas. Aunque los dos últimos gobernantes han dado relativa estabilidad a esta cartera (Uribe tuvo una sola ministra y Santos en sus dos períodos lleva 3 ministras), no hay evidencias que estos 16 años de neoliberalismo económico hayan apuntado en una única dirección. O sea, cada ministra ha tratado de dejar su propia huella personal.

Sin desconocer que la consigna tiene valor (cobertura, calidad y pertinencia), voy a sugerir lineamientos necesarios para una política de Estado que se apropie de los propósitos y estrategias de la educación de Colombia, despojando a los gobernantes de turno de la iniciativa:

1. Un verdadero Sistema Educativo.

El actual sistema educativo se divide en “compartimentos estancos” que no conversan entre ellos. Desde la primera infancia hasta llegar a la formación de magisters y doctores -pasando por la básica y la media, y conectados con la formación para el trabajo y el desarrollo humano-, diferentes organismos  hacen esfuerzos deshilvanados que terminan dando resultados marginales. El sistema educativo tiene que poner su foco en “el ser“, quien desde su infancia hasta la vejez es el mismo, sólo que se desarrolla, pero sigue siendo el mismo; por ende, no se le puede seguir parcelando, haciendo que los subsistemas educativos no se guien por el hilo conductor de la persona que se forma.

Hoy la universidad se queja de la calidad de la educación media y el gobierno reconoce que no tiene los mejores profesores en la educación básica -mal remunerados, mál seleccionados, poco motivados-, y el Sena cualifica a los futuros operarios de las empresas al margen de lo que sucede en el resto del sistema educativo. Tenemos un archipiélago de instituciones educativas separados por un mar de “excusas y razones burocráticas y egoistas“.

Necesitamos un sistema educativo integrado, que garantice enlaces inteligentes entre sus diferentes componentes.

2. Formar un Ser Social para que construya un nuevo país.

No voy a cuestionar la formación por competencias. Este es un debate mayor. Sin embargo, las competencias, sea cual fuere la definición que se tome, se componen de elementos cognitivos (conocimientos), aplicados (habilidades y capacidades) y axiológicos (actitudes y valores), y la verdad es que nuestro sistema educativo sigue centrado en conocimientos y habilidades.

Algunas instituciones educativas se han quedado anacrónicas al seguir colocando el foco de su labor formativa en la “transmisión de conocimientos.” El mundo ha cambiado y los docentes ya no podemos considerarnos poseedores del saber; la llamada Sociedad del Conocimiento abrió una enorme compuerta por la cual se filtra el acervo de conocimiento de la humanidad. Por ende, los maestros estamos llamados a “dar método“, esto es, a ofrecer caminos para que los estudiantes busquen, seleccionen, procesen y construyan nuevo y pertinente conocimiento.

que como cuando donde

En este proceso evolutivo, algunas instituciones educativas creen que su propósito mayor es “formar para dar empleo o para crear empresa“; en otras palabras, estamos evadiendo la responsabilidad social al reducir el futuro de las personas a sus necesidades materiales, las cuales se satisfacen a través del aparato productivo. Somos mucho más que potenciales trabajadores o empleadores: somos seres sociales que necesitamos desarrollarnos íntegramente para hacer un aporte a los retos que en su momento histórico enfrenta “la vida“.

Digo “la vida” y no la sociedad para extender nuestro compromiso a todas las especies vivas del planeta. Hoy más que nunca hay que hacer dicha extensión de propósitos. Necesitamos un niño y un joven que crezcan con los valores de su responsabilidad social y ambiental, con su compromiso por el respeto a la vida, con el valor de la tolerancia y el respeto a la diferencia, con una actitud creativa y proactiva frente al futuro complejo e incierto.

Si la corrupción es un problema medular de nuestra sociedad, si la vida está en riesgo porque se le subvalora y por el calentamiento global, entonces; necesitamos un sistema educativo integrado que ponga el foco en los valores para dar vida, para consolidar convivencia y asegurar futuro a las nuevas generaciones.

enseñando en el bosque

3. Garantizar el acceso a la educación

La Constitución Política de Colombia ofrece una educación gratuita y obligatoria de los 5 a los 1 5 años de edad, lo que incluye un año de preescolar y la educación básica (hasta 9o grado). Eso es insuficiente, pero lo más grave es que tampoco se cumple.

Es imperativo que todos los niños tengan atención educativa desde la primera infancia, independiente de su situación social y económica. Es catastrófico que tengamos bebés que son objeto útil para la mendicidad, que haya niños trabajando en el campo o adolescentes delinquiendo en lugar de estar usando sus talentos para la creatividad y la innovación social. Abolir estas prácticas perversas no sólo es arrebatarle a la violencia su más preciada “materia prima”; sino que es asegurar que todas las personas, estén donde estén, tengan una oportunidad de desarrollarse y de aportar a la construcción de una mejor sociedad. Esta sería la mayor manifestación de que existe una verdadera democracia: oportunidades educativas para todos.

niño con computador y abuela en el campo

No debe haber dudas: ahorrar en educación es sinónimo de suicidio por parte de una sociedad. Todos los problemas empiezan a resolverse cuando a ninguna persona se le niega el derecho a una educación pertinente y de calidad.

Necesitamos un sistema educativo de cobertura universal desde la primera infancia.

Para cerrar:

Esto no lo hará ningún gobernante; a ellos les cuesta invertir en el futuro; ya lo hemos visto por décadas. Los políticos gobiernan para asegurar su supervivencia en el mercado electoral. Es necesario crear una política de Estado (no de gobierno) que asegure la coberture universal, que desmercantilice la educación (y no me refiero a la coexistencia de instituciones públicas y privadas, sino a la formación de jóvenes sólo para que sobrevivan en el mercado) y que asegure su carácter sistémico.

 

 

 

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