ICEM 2015: ¡any time, any place learning!

Octubre 12 de 2015

Autor: Giovanny Cardona Montoya

 

En Colombia, el debate sobre la calidad de la educación en modalidad virtual se halla abierto. Y es comprensible; el Internet y la informática son tecnologías en proceso de evolución. Adicionalmente hay duda ante la posible ausencia de modelos pedagógicos adecuados y de personal docente preparado para guiar la educación virtual.

Pero me salgo, esta vez, de este debate. Tengo claro que la educación tradicional (la llamada  presencial) tiene que evolucionar y la virtualización de las mediaciones educativas es un potencial que no se puede desaprovechar.

No tiene sentido que los profesores y los estudiantes se incomuniquen cuando se hallan fuera del aula de clases. No es eficiente un profesor que semestre tras semestre repite conferencias que podría grabar en videos y subir a la web. Como tampoco tiene sentido que el aula sea un espacio de transmisión de información a la que todos tienen acceso en Internet.

La realidad social, la de una sociedad del conocimiento, exige profesionales críticos, analíticos, reflexivos, creativos y prestos a tomar decisiones en ambientes inciertos. Este requerimiento no es adecuado para una educación anacrónica en la que el docente sigue siendo el protagonista y la transmisión de información aún es el eje principal.

La educación tradicional debe evolucionar y las mediaciones virtuales, además de la pedagogía de aprendizaje activo y aprendizaje por descubrimiento, tienen mucho que aportar a los nuevos retos de la educación: formar por competencias, formar ciudadanos de un mundo cambiante.

Es por lo anterior que la Institución Universitaria CEIPA realizó en Plaza Mayor, hace un par de semanas, ICEM 2015. Este evento, de gran trayectoria mundial, se realizó, después de 65 años, por primera vez en América.

Durante los dos días de debate y conferencias, expertos de Harvard, la NASA, Google, Apple, entre otros, presentaron diferentes posiciones y propuestas sobre la evolución y los retos de la educación, a partir de los desarrollos de la pedagogía y las mediaciones.

 Jaime Casap (Google), Mark West (Unesco), Diego Mazo (CEIPA) y William Rankin (Apple) reunidos en torno a la tecnología y educación.
 

Fue interesante encontrar propuestas tan diferentes como complementarias. Mientras Apple y Google abogan por romper un modelo educativo tradicional que se quedó en las necesidades de una sociedad industrial que ya no existe, profesores de la Universidad de La Guajira exponían experiencias de integración cultural, en las cuales los wayuus hacen uso de la tecnología para preservar y transferir valores ancestrales.

Otras experiencias interesantes fueron presentadas por la Facultad de Estudios Virtuales de la Universidad Militar Nueva Granada, al igual que los simuladores empresariales y la producción de materiales virtuales de CEIPA.

ICEM 2015 fue un nuevo éxito de Medellín, ciudad de eventos internacionales, y una gran oportunidad para reflexionar los retos de nuestro sistema educativo de cara al futuro.

 

Economía 2016: razones para el pesimismo.

 

Septiembre 28 de 2015

 

Autor: Giovanny Cardona Montoya

El contexto:

La economía colombiana, al igual que la de varios países exportadores de commodities de la minería, está viviendo un viacrucis por cuenta de la estrepitosa caida en los precios internacionales, particularmente de los combustibles fósiles.

Sin embargo, esta caída no es la única mala noticia. Europa, economía que se recupera muy lentamente de una larga recesión, ahora vive una crisis social nacida de las entrañas del conflicto sirio, la cual seguramente pasará factura a las finanzas públicas y a la confianza de los inversionistas.

Adicionalmente, China continúa su proceso de desaceleración económica, el cual seguramente sólo se detendrá con cambios estructurales, los cuales no se darán en el corto plazo. El coloso asiático ha sembrado un mercado doméstico, el cual ahora florece con espinas inflacionarias, las cuales no dejarán de provocar incertidumbre hasta que la producción de bienes y servicios no transables no se adecue a los reclamos de la creciente demanda.

Adicional a Europa, Japón sigue estancado y el crecimiento norteamericano es frágil. De hecho, a pesar de su debilidad, seguramente antes de que termine este 2015 la FED subirá sus tipos de interés, enviando una señal de que se acabó la época de estimular el crecimiento a través de medidas monetarias. La fiesta se habrá acabado, a pesar de que aún los invitados no han celebrado suficiente.

¿Cuál es la situación de la economía colombiana?

Pero no sólo las grandes economías industrializadas y China andan en un proceso de desaceleración económica. El escenario también es negativo para Brasil y para otras economías que son muy sensibles a nuestros intereses: México y Ecuador. La situación de esta última nación es particularmente crítica, ya que no sólo sufre las consecuencias de un petróleo barato, sino que, además, no tiene moneda propia para devaluar, por lo tanto, las demás industrias no se benefician de un tipo de cambio que reduzca importaciones o compense la rentabilidades de otros bienes exportables (banano, por ejemplo).

En consecuencia, las exportaciones colombianas caen drásticamente (los ingresos por la venta al exterior de combustibles, representan alrededor del 70% del total) y las finanzas públicas se contraen. Lo anterior conlleva pérdida de dinamismo en el mercado doméstico, particularmente por el ajuste que tiene que hacer el gobierno. Pero, si bien en la coyuntura éstas son las señales más críticas, en el fondo el problema es más estructural.

La devaluación del peso, que ha sido bastante drástica (60%, nominalmente hablando), debería ser el vehículo para un ajuste-precio que se tradujera en más exportaciones y menos importaciones. Pero esto no se sucede si no hay condiciones.

Algunos exportadores se beneficiarán -los caficultores, los floricultores, los bananeros, principalmente-. El margen de ganancia crecerá para ellos, pero su participación en los mercados no aumentará, por lo menos en el corto plazo. De un lado, porque otros países exportadores también tienen devaluación y, del otro, porque son mercados saturados o porque nuestras empresas no tienen la capacidad de aumentar la oferta en el corto  .Un ejemplo claro es la forma como Colombia ha ido perdiendo participación en el mercado mundial de café -desplazado por Vietnam e Indonesia-, a la vez que Brasil ha seguido consolidando su liderazgo en esta industria. Esta tendencia no es fácil de romper.

La otra cara de la moneda son las importaciones. Para el ajuste adecuado estás no están cayendo al ritmo necesario, y la razón es muy sencilla: necesitamos importar aquello que no producimos y este país cada vez tiene una oferta nacional menos diversificada. Importamos todo tipo de bienes de consumo, a la vez que la industria manufacturera y las pocas exportaciones con valor agregado tienen un alto componente de insumo importado.

En síntesis, no habrá un suficiente ajuste-precio en el corto plazo y, por lo tanto, el equilibrio tendrá que darse a través de la renta: gasto público, empleo y salarios. En consecuencia, el crecimiento económico, desde las variables domésticas, seguirá desacelerado. Este año creceremos más cerca del 2% que del 3% y las expectativas para 2016 son inciertas.

Adicionalmente, este mes de septiembre, el Banco de la República ha subido los tipos de interés un cuarto de punto, lo que indica que hay nubarrones de inflación en el corto plazo. O sea, la economía desacelerada y el banco central aplicando medidas de contracción. ¿Puede haber peor escenario?

¿Cuál puede ser la ruptura de corto plazo?

La tendencia de desaceleración (con riesgos de recesión), sólo se podrá romper en el corto plazo si los precios de petróleo se recuperan. ¿Esto de qué depende? Si miramos el mercado objetivo, no habrá recuperación de precios con la tendencia recesiva de las economías industrializadas y emergentes. Con un crecimiento tan frágil, la demanda de combustible no crecerá. Si pensamos en otros factores, entonces, habrá que esperar si la OPEP reacciona, lo que depende de factores geopolíticos o de la evolución de las exploraciones de combustibles no convencionales (fracking).

¿Cuál puede ser la ruptura de largo plazo?

Colombia tiene que revisar su modelo de desarrollo. Nuestra capacidad de responder y adecuarnos a crisis cíclicas y estructurales de la economía global no puede depender de la tasa de cambio o de la firma de uno u otro TLC. Este país tiene que recomponer el camino, reduciendo la dependencia de las exportaciones de petróleo y de las importaciones de bienes de consumo.

Para hacerlo, es necesario tomar las decisiones correctas, a nivel de Estado, con la participación de gremios y la Academia para que se fortalezcan, el sector rural, la agroindustria y la industria manufacturera. Se deben hacer las obras de infraestructura, invertir en I+D+i, elevar la calidad educativa, formar ingenieros, formalizar el empleo y fortalecer el sistema de salud. La competitividad se logra con una industria productiva y de calidad.

El postconflicto tiene que ser algo más que tierra para el campesino. Hay que modernizar el aparato productivo y hacer viable la vida empresarial en el campo y la ciudad.

 

 

 

 

 

Comercio exterior: “la pata coja” de la economía colombiana.

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Hace un cuarto de siglo Colombia cambió su modelo de desarrollo económico: de un estructuralismo proteccionista, respaldado con políticas económicas keynesianas se pasó a un modelo de apertura económica apoyado en un régimen monetarista centrado en el control de la inflación.

Características y resultados del modelo de Apertura Económica.

Después de 25 años,evidentemente el país ha cambiado. La clase media y los estratos altos disfrutan de ciudades cada vez más modernas, con una ampliación y perfeccionamiento de la oferta de servicios personales, además del acceso a bienes importados, con precios de talla internacional. Se acabaron los tiempos en los que el acceso a tecnología avanzada era costoso o implicaba viajes a países más avanzados. Hoy en Colombia, se compra un computador o un dispositivo móvil a los precios más bajos del continente.

Este modelo económico se caracteriza por la reducción de barreras aduaneras al comercio, la firma de acuerdos comerciales y una tasa de cambio que poco ha hecho por la competitividad de nuestros productos. Si bien, la inflación ha bajado en dos décadas, la tasa de cambio nominal revaluada y la baja productividad, se han traducido en una marcada pérdida de competitividad de la agricultura y las manufacturas colombianas.

La consecuencia económica más evidente ha sido el cambio en la estructura de las exportaciones de nuestro país. Hace un cuarto de siglo, Colombia tenía una oferta exportable más diversificada que la actual. Antes de esta crisis, los hidrocarburos representaban 2/3 partes de las exportaciones, llegando el petróleo a representar el 50% de las mismas. Hoy somos una economía monoexportadora, mucho más dependiente que en la década de 1990 cuando el café aún era el principal producto.

El café y las llamadas exportaciones menores (flores, bananos, textiles, confecciones, principalmente) han perdido participación en la balanza comercial. Adicionalmente, con la crisis de relaciones comerciales en el mercado andino, muchas industrias manufactureras y el sector rural, han perdido un mercado que era relevante. Colombia era un proveedor importante de comida, confecciones, electrodomésticos y vehículos a Venezuela. Todo esto es tiempo pasado.

Gráfico: Estructura de las exportaciones Colombianas por regiones y décadas

La crisis del modelo.

Hace un par de años comenzaron a sonar las alarmas sobre el bajo nivel de reservas colombianas de petróleo. O sea, la principal fuente con la que hemos financiado nuestro modelo consumista y de servicios, se agota. En consecuencia, los datos sobre reservas comprobadas de petróleo ya advertian el riesgo de no contar en el futuro con suficientes divisas para financiar este tren de gasto.

Sin embargo, lo que ha sucedido con el precio del petróleo en el último año ha adelantado la crisis. Si el crudo ha bajado de precio hasta un 50%, entonces la balanza comercial puede sufrir un gran deterioro, puesto que el petróleo representaba el 50% de los ingresos en exportaciones. En consecuencia, exportando las mismas cantidades de crudo que en los últimos años, pero a precios muy bajos, el déficit comercial se agudizará.

Si observamos la balanza de pagos que elabora El Banco de La República, notaremos que la balanza comercial de los últimos años  se ha caracterizado por déficits poco significativos, ya que los buenos precios y el incremento en las exportaciones de hidrocarburos financiaron el crecimiento de las importaciones. Sin embargo, el modelo económico señala que muchas de las importaciones son bienes de consumo, ya que no se está trabajando en la modernización de sectores como el agro y la industria manufacturera.

Pero, la dependencia de la minería en general y del petróleo en particular nos colocan en otros riesgos mayores: el deterioro general de la cuenta corriente y de la cuenta de capitales. Si bien la balanza comercial no ha sido fuertemente deficitaria, la cuenta corriente sí lo ha sido, particularmente por el pago de intereses de deuda externa y por la repatriación de utilidades de las compañías multinacionales que, estando en el país, trasladan sus ganancias a Europa y Norteamérica.

Ahora, la industria petrolera es altamente dependiente de la Inversión Extranjera Directa (IED); de hecho es el principal rubro de ingreso de capitales extranjeros al país. En consecuencia, si los precios del crudo permanecen bajos, los capitales extranjeros no llegarán, ya que no es rentable explorar y explotar pozos, para vender el producto a un precio tan bajo.

Consecuencia: avanzamos hacia una crisis cambiaria, o sea, agotamiento de divisas.

Colombia o Alicia en el país de las maravillas.

Algunos analistas, pero especialmente funcionarios gubernamentales, se ilusionaron con el hecho de que el peso se ha devaluado, lo que podría incrementar otras exportaciones y reducir el volúmen de las importaciones. Pero eso es un sueño.

El primer hecho los ha cogido por sorpresa, y no debería. Las importaciones no caen a la velocidad esperada, continuan ahondando el déficit. Esperar un cambio en la estructura de las importaciones en el corto plazo, era una ilusión. Con el auge de la construcción, el deterioro de las industrias tranzables y el creciente consumo doméstico, las importaciones demorarán en reaccionar.

El segundo hecho era esperable. El alza en la cotización nominal del dólar no garantiza que las empresas manufactureras o agroindustriales puedan aumentar sus ventas. La baja participación relativa de otros productos exportadores durante estos años, no es una casualidad, tiene que ver con la perdida de competitividad de nuestras industrias.

En consecuencia, para que una empresa productora de bienes industriales aumente sus exportaciones es necesario realizar actividades de inteligencia comercial, negociación, reajustes en los procesos productivos, etc. Así que no esperemos el milagro en el corto plazo.

Moraleja:

No podemos demorar más las decisiones. Este país tiene que dar un viraje a sus políticas comerciales y de desarrollo económico. Es necesario estimular la producción nacional y colocar algunas barreras a las importaciones. Hemos firmado TLC que hasta ahora sólo se traducen en más importaciones; si queremos aprovechar los mercados internacionales en el futuro, es necesario mirar hacia adentro, ordenar la casa y re-construir los sectores manufacturero y agropecuario.

Bienvenidas las inversiones en investigación y desarrollo tecnológico, los programas para estimular el emprendimiento, los esfuerzos para ampliar cobertura educativa y mejorar la insfraestructura; pero ahora, inevitablemente, hay que acompañar estas políticas con medidas comerciales coherentes que desaceleren las importaciones y estimulen la producción nacional de tranzables.

No se trata de decir si es malo o bueno hacer una apertura económica, se trata es de reconocer que nosotros si la hemos hecho muy mal.

El dólar comienza a zigzaguear: ¿hacia dónde va?

 

Por: Giovanny Cardona Montoya

¡Como si fuera ayer!

Quienes vivimos parte de nuestra vida en una Colombia anterior a la apertura económica, que ya lleva un cuarto de siglo, recordamos el estatuto cambiario 444 de 1967. Este, que rigió hasta 1991, nos acostumbró al crawling peg que hacía que el peso se devaluara gradual y nominalmente alrededor de las tendencias inflacionarias. Pero, esos ya parecen tiempos muy remotos.

Lo que ha pasado después de las leyes 7a y 9a de 1991, ha sido muy diferente. Particularmente desde 2002, cuando el dólar llegó a tocar el listón de los 3 mil pesos, comenzó un proceso de revaluaciones, nominales y reales, que con escasas excepciones nos acompañó hasta 2014.

(Nota aclaratoria: la revaluación nominal se evidencia cuando el precio del dólar ha bajado, y la real cuando el precio del dólar se mantuvo bajo a pesar de que nuestra inflación era más alta que la de nuestros mercados principales: Estados Unidos y Unión Europea).

¿De qué dependerá el precio del dólar en el futuro cercano?

Desde el segundo semestre de 2014 el precio del dólar ha venido en alza, lo que en principio se explica por la caída en los ingresos de exportaciones por cuenta de los bajos precios internacionales del petróleo. Sin embargo, para pronosticar el valor futuro de la divisa, no es suficiente este indicador. Veamos:

1. Factores económicos que bajan el precio del petróleo.

Sobre este punto ya hemos hablado varias veces en este blog (1) (2). La crisis de 2008 aún deja secuelas; mientras Europa no consolide su recuperación y Japón continúe estancado, los mercados emergentes no pueden asegurar en el largo plazo un ritmo acelerado de la locomotora de la economía mundial.

El caso más evidente es China, que ha venido enfriando sus calderas, instalándose en unas tasas de crecimiento cercanas al 7%, muy por debajo de sus históricas del 10-11%. Este ritmo lento, acompañado de un mayor autoabastecimiento norteamericano y de exploraciones de combustibles no convencionales por la técnica de fracking, cambia la ecuación del mercado de petróleo, conllevando una relativa sobreoferta y una consecuente caída en el precio.

2. Factores geopolíticos que afectan el precio del petróleo.

Por más que se hable de incremento en el autoabastecimiento norteamericano y de la desaceleración del la economía china, es evidente que la caída en los precios del petróleo ha sucedido muy rápido: más de 50% en unos cuantos meses. La velocidad y la profundidad de la caída dan pie a suponer que algo de geopolítica y de especulación bursátil hay en esta dinámica.

En los últimos años se han agudizado las relaciones conflictivas de Estados Unidos con Irán, Rusia y Venezuela. En el caso de Irán, Arabia Saudita es un aliado estratégico de las potencias nucleares de Occidente, ya que quiere frenar la expansión chiita en el Medio Oriente; con respecto a Rusia, la Unión Europea también es incondicional, ya que está en juego el posible acuerdo comercial con Ucrania.

Estos tres países tienen un patrón común: grandes reservas de hidrocarburos y una alta dependencia de la exportación de los mismos. Ello permite lanzar la hipótesis de que los bajos precios del petróleo pueden responder a una estrategia consciente de Occidente y de Arabia Saudita para ahogar o, al menos, presionar, a sus gobiernos.

En el caso de Rusia, el tema tiene que ver con el futuro de la unidad de Ucrania; en el de Irán están en juego, su programa nuclear y su influencia teocrática sobre movimientos fundamentalistas de la región; ello explicaría la actitud reacia de Arabia Saudita a reducir la producción de la OPEP para detener la caída en el precio. Con Venezuela el conflicto se deriva del modelo económico antineoliberal del chavismo.

En consecuencia, es posible que el acuerdo nuclear al que están llegando las potencias occidentales e Irán, y el nuevo escenario que se genera en América con el ingreso de Cuba al sistema interamericano, acompasado de un discurso menos rígido de Estados Unidos hacia Venezuela, pueden ser factores que inclinen levemente la balanza hacia una recuperación del los precios del petróleo. Quedaría pendiente la evolución de los sucesos en Ucrania.

3. La balanza de pagos colombiana y el mercado de capitales.

El vaso conductor más claro que nos trae de los escenarios mundiales a la devaluación del peso, es el comportamiento de la balanza de pagos. El primer indicador es la caída en los flujos de ingresos corrientes por la alta dependencia de las exportaciones petroleras. La segunda fuente de devaluación podría ser la reducción de inversión extranjera directa (IED), desmotivada por los mismos argumentos: no es rentable invertir en exploración y explotación de un petróleo que se vende a tan bajo precio. La IED llega a Colombia fundamentalmente a esta industria.

Adicionalmente, la cuenta corriente de la balanza de pagos colombiana tiene un componente deficitario muy fuerte, el de servicios factoriales. Desde la crisis de 2008, esta cuenta ha agudizado su déficit, ya que las grandes firmas europeas y norteamericanas trajeron sus capitales a los mercados emergentes para seguir generando ganancias, pero éstas se repatrian a sus matrices para sostenerlas.

En consecuencia, si en el corto plazo no se consolida la llegada de IED, ya sea para obras de infraestructura o por la privatización del algunas empresas, si no se diversifica la oferta exportadora -lo que dificilmente sucederá en el corto plazo- y si las multinacionales no desaceleran su proceso de repatriación de utilidades, el dólar se mantendrá costoso en el mercado colombiano.

Sin embargo, hay una variable adicional que no se puede descuidar: la tasa de interés. Tanto en Estados Unidos como en Colombia se tiene en la mira este indicador. La Reserva Federal ha dejado de estimular su economía norteamericana con tasas de interés bajas y hay ciertos indicios de que en el segundo semestre comenzará a elevarlas para controlar el consumo.

El caso es que en Colombia, la situación monetaria también se halla tensa por las mismas razones. La fuerte devaluación, algunos problemas climáticos que afectan la agricultura y los paros de transportadores, tienen a la inflación de 12 meses por encima de la meta establecida. Es probable que el Banco de La República en el segundo semestre también se anime por una medida en esta dirección.

La evolución de las tasas de interés no sólo alteraría las decisiones de inversión y de consumo, sino que, además, provocaría migraciones de capitales golondrina en una u otra dirección: Norte o Sur.

Reflexión final:

La mayoría de analistas considera que el mercado de combustibles ya tocó fondo, por lo tanto, el precio del dólar habría encontrado su techo de corto plazo (2600-2650 pesos); adicionalmente, nadie pronostica una fuerte recuperación del precio del petróleo, de ahí que se considera que la divisa hallará su equilibrio el resto de año entre 2250 y 2500.

Sin embargo, las variables económicas y políticas señaladas aún no son claramente predecibles, por lo tanto, pronosticar el precio del dólar más allá de un par de meses, no parece ser muy viable. La geopolítica y las tasas de interés mandarán señales en los próximos meses; tal vez, entonces, podramos enunciar una hipótesis de tipo de cambio hacia finales del año y el año 2016.

 

 

 

Uber o taxis amarillos: falso dilema.

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Introducción:

El transporte público es uno de los servicios más importantes de cualquier nación. Su dinámica afecta tanto la calidad de vida de los ciudadanos, como la productividad de las empresas. Un problema en este servicio es de efectos inmediatos. Actualmente ha surgido un debate sobre la posibilidad de que vehículos afiliados a Uber, una empresa nacida a partir de una aplicación tecnológica -que por cierto es bastante exitosa en el mundo-, pueda competir con los taxis de las ciudades colombianas.

De hecho, Uber ya es una realidad en Colombia y la pregunta es si se debe formalizar o, al contrario, ilegalizar su operación. El debate ya se está dando y en éste tercian no sólo los usuarios y el gremio de los taxistas, sino también los ministerios de transporte y de TIC. Al respecto, básicamente se ha señalado lo siguiente:

En pro del Uber:

– es un desarrollo tecnológico, el país no puede ir en contra de la tendencia y frenar el desarrollo;

– la competencia siempre es buena, el mercado no se debe restringir. Los vehículos de Uber compiten con calidad en el servicio, no con precio;

– el servicio de taxis amarillos está desacreditado por mal servicio y por inseguridad. Hay frecuentes denuncias de abusos de taxistas, haciendo cobros adicionales en las noches, desistiendo de ir a ciertos puntos de las ciudades o incluso por conexiones con redes de delincuencia común.

En contra de Uber:

– El servicio de transporte público está reglamentado, no es de libre oferta. Un particular no puede ofrecer el servicio de taxi si la empresa no está autorizada para ello. Hoy ya existe una competencia informal de los llamados “taxis piratas”, los cuales son perseguidos por la ley;

– el servicio de Uber es más costoso que la tarifa que cobran los taxis amarillos.

Otras variables a tener en cuenta:

Sin embargo, yo considero que el problema es más complejo y que no se reduce a percepción positiva o negativa que tengamos del desarrollo tecnológico o del perfil de los taxistas. El tema del servicio público, particularmente el de taxis, requiere una revisión más compleja. Voy a señalar algunos puntos sociales y económicos que considero deben tenerse en cuenta:

1. La informalidad de la profesión de taxista: un taxista es un empleado con ingreso variable (en conversaciones con taxistas de Medellín, he concluido que su ingreso oscila entre 1.5 millones y dos millones de pesos), sin embargo, su horario de trabajo puede ser de aproximadamente 12 horas diarias, durante 28 días al mes. No conozco un régimen laboral más inhumano que el de este gremio. De hecho, si bien es cierto que existen denuncias sobre delincuencia apalancada en el servicio de taxis, también es cierto que ésta es una profesión muy riesgosa, sino que lo digan aquellos que se animan a trabajar en el horario de la noche, trabajando hasta las 5 am.

Adicionalmente, esta informalidad tiene una seria connotación en materia de seguridad social. Los propietarios de los taxis vinculan a los conductores al régimen de salud y pensiones sobre la base del salario mínimo. En consecuencia, se agudiza la crisis del régimen de salud por cotizaciones inferiores a los ingresos reales a la vez que los taxistas hacen un precario ahorro para su retiro.

2, La inversión en el negocio de los taxis. En este gremio hay todo tipo de situaciones. Grandes inversionistas que son propietarios de decenas o centenas de taxis; pensionados y pequeños empresarios que compran dos o tres taxis, como fuente de ingresos; a la vez que hay un grupo no desdeñable de taxistas propietarios de su vehículo, quienes se proveen un autoempleo. Si se busca es que Uber eleve el nivel de competencia para que mejore el servicio, no se puede desconocer esta realidad.

Un taxi puede implicar una inversión de cerca de 100 millones de pesos, de los cuales 30 o 40 millones son el valor del vehículo  y el resto es el pago por el llamado “cupo”, que puede fluctuar en el mercado entre 40 y 60 millones. Cuando un taxi es trabajado por un solo conductor, su propietario -en el caso de Medellín-, puede estar recibiendo aproximadamente 2.2 millones de pesos mensuales. De ese ingreso debe conservar un porcentaje para cubrir la depreciación del vehículo (reposición), para los costos fijos (impuestos y seguros) y para el mantenimiento del mismo (reparaciones, aceite, etc.).

En consecuencia, si se trata de mejorar la competencia, hay que revisar las normas que han generado indirectamente este mercado de “cupos” y hacer una valoración del costo de oportunidad que conlleva invertir 100 millones en un negocio tan complejo en lugar de dejar el dinero guardado en fondo de inversiones.

3. La calidad del servicio. El gremio tiene que hacer algo para mejorar el perfil de los taxistas en particular y de la calidad del servicio en general. Pero, bajo las condiciones de inversión y de informalidad laboral señaladas, será difícil pensar que pequeños inversionistas puedan ofrecer un régimen laboral más decente o que ciudadanos con vocación de servicio y mayor entrenamiento en materia de relaciones humanas se animen a emplearse en este sector.

Probablemente el taxista propietario y la gran empresa puedan reaccionar ante este nuevo reto que ofrece la naciente competencia. Pero los pequeños propietarios (de uno,dos o tres taxis) tendrán dificultades para ofrecer un régimen laboral más atractivo que seduzca a nuevos conductores con un perfil más cualificado.

No se si Uber se quedará o no, pero, más temprano que tarde, esta App. u otra que surja logrará posicionarse en el mercado. Por lo tanto, es necesario que el Estado y la ciudadanía hagan una valoración adecuada de la realidad, antes de que se tome una decisión equivocada que precarice más el empleo en esta industria o aleje a los inversionistas y reduzca la oferta de vehículos para satisfacer las necesidades de los pasajeros.

Necesitamos un mejor servicio de transporte público en las ciudades de Colombia y Uber parecer ser una oportunidad, pero hay que hacer una valoración cuidadosa de la situación, pensando en los inversionistas, en los pasajeros, en los conductores y en el desarrollo del país.