Profundicemos en los aspectos que, hoy por hoy, son críticos para el desarrollo, proyección y sostenimiento en el tiempo de un negocio.
En la actualidad, crear empresa no parece una tarea tan compleja —si lo comparamos con el siglo anterior—. Ahora, lo que sí parece verdaderamente difícil, a todas luces, es mantenerla vital y exitosa en el tiempo. ¿Por qué afirmamos esto? Porque en las últimas décadas el mundo entero ha hecho grandes esfuerzos para facilitar y promover el emprendimiento, pero pocos para acompañar lo que está en marcha. Los gobiernos han aportado leyes y recursos para impulsar el nacimiento de nuevos negocios y han creado entidades estatales para asistir a quienes se arriesgan en las primeras etapas. El sector privado ha diseñado programas de mentorización para formar líderes emprendedores y, también, ha apostado y patrocinado a muchas de esas iniciativas. Los bancos y fondos de inversión han destrabado el acceso a capitales para favorecer el crecimiento y expansión de las nuevas compañías. En fin, todos se han puesto de acuerdo para crear un ambiente propicio para la aparición de nuevas empresas. Y sí, estas han aparecido, pero pocas han evolucionado y muchas han desaparecido a los pocos años.
Esa obsesión del mundo por facilitar la creación de negocios contrasta con el poco cuidado que todos le ponen a las etapas siguientes, las de sostenerlas en el tiempo, que quizá son las más críticas del proceso. Ni los gobiernos ni el sector privado ni los bancos ni los inversionistas ni los propios emprendedores enfatizan en este aspecto trascendental. Se invierte mucho en la concepción y puesta en marcha, pero poco para afianzarlo y enrutarlo hacia el éxito.
Pero, ¿qué se requiere para garantizar el futuro de una empresa? Bueno, lo primero es entender que no existen fórmulas secretas, que para sobrevivir no hay atajos, sino mucho trabajo, planificación y perseverancia. A eso se le deben sumar unos asuntos elementales y obvios, pero también otros que muchas veces pasan desapercibidos y que serán el foco de esta publicación. Para comenzar, hablemos del primer paquete, de lo elemental y obvio. Se garantizará el futuro si: (1) se desarrollan competencias administrativas avanzadas para gestionar correctamente los recursos; (2) se ofrece un producto o servicio sobresaliente, con ventajas competitivas difíciles de igualar y con una buena distribución en el mercado objetivo; (3) se crean estrategias y planes responsables con el entorno, que aporten a la comunidad y que respeten el medio ambiente, que identifiquen causas sociales y las apoye; (4) se establecen pautas para que todas las prácticas del negocio sean éticas y ajustadas a las leyes locales y globales; (5) se abren canales para la asociación que conduzcan a la consolidación de gremios o alianzas estratégicas, y (6) se conforman y capacitan equipos de trabajo competentes y alineados con la misión y visión del emprendimiento. Ahora, el segundo paquete, el de los aspectos que muchas veces pasan desapercibidos, lo comprenden lo que nosotros llamamos los cinco principios fundamentales para garantizar el futuro de una empresa. Esos cinco principios son:
1. Conectar profundamente con los clientes
Las empresas que aspiran a perdurar se deben preocupar por establecer conexiones verdaderas y humanas con sus clientes. En la actualidad, es utópico sobrevivir en el mercado sin establecer lazos reales con quienes usan o consumen lo que se ofrece. Para lograr esa conexión, se tendrá que comenzar por una honesta construcción de confianza entre los involucrados —negocio y cliente—, para desembocar en la consolidación de una relación profunda y estrecha. Porque hay una verdad inobjetable en el mundo: las relaciones son el corazón de las compañías comercialmente exitosas.
Conectar significa comprometerse con la satisfacción de las necesidades del cliente y con los valores de la empresa. Conectar significa mantener un servicio coherente y dispuesto a resolver los requerimientos del cliente. Conectar significa atender los reclamos con eficiencia y compasión y preocuparse por el bienestar del consumidor o usuario. Conectar significa crear comunidad y aportar para su crecimiento.
Este primer principio se explica muy bien parafraseando a un alto directivo de Starbucks: «solo se logra ser amado si se da amor». Solo cuando nos entregamos completamente, como organización, a la creación de una conexión honesta con los clientes, se logrará que lo emprendido perdure en el tiempo y se cosecharán los objetivos propuestos. En el caso contrario, si nos despreocupamos y no consolidamos una relación con quienes consumen o usan, se estará dando un paso hacia la terminación del negocio.
2. Crear pasión y compromiso en los colaboradores
Comencemos por entender que un colaborador es cualquier persona implicada en los procesos internos o externos de una organización. Con esto queremos decir que los proveedores, empleados y representantes son colaboradores. Que cualquier integrante de la cadena de suministro o actor con algún rol activo o pasivo durante el relacionamiento de la empresa con el cliente o el entorno es un colaborador. Ahora, con ese concepto de colaborador claro, podemos enfocarnos en los dos aspectos críticos relacionados con ellos para conseguir que el negocio perdure en el tiempo: la captación de talento y el entrenamiento y desarrollo de este.
Las compañías que no invierten los suficientes recursos para la consecución y retención del mejor talento disponible tienen, de inmediato, una corta fecha de vencimiento. Esta adquisición de buen talento es trascendental para que un negocios crezca y se sostenga. Además, es obligatorio que también se invierta en ese talento atraído; creando pasión por la misión, visión, valores y productos o servicios ofrecidos, para lograr objetivos en el corto y largo plazo. Atraer y retener colaboradores entusiastas, dedicados y comprometidos producirá una espiral de crecimiento y desarrollo.
Pero, la idea no es únicamente crear pasión y compromiso en el colaborador, sino también en la empresa por este. Iniciar programas que reconozcan la experiencia y excelencia del talento reclutado, formarlo y entrenarlo continuamente para que ejecute mejor sus funciones y para que encuentre rutas de crecimiento personal y profesional, ofrecerle posibilidades para que cultive sus intereses y dar todo de sí, como organización, para que este consiga su bienestar físico, financiero y emocional.
3. Insistir en la colaboración como modelo de trabajo
La colaboración es el tercer aspecto que incide en la consolidación en el tiempo de un negocio. La colaboración vista como metodología de trabajo y como herramienta para enfrentar y solucionar los problemas que se viven en el día a día. Las compañías que insisten en la creación de equipos de trabajo y en el esfuerzo colaborativo como método ponen el talento colectivo al servicio de los objetivos. Y este simple hecho, hace que las ideas y soluciones a los problemas aparezcan y se ejecuten con mayor facilidad.
Promover el trabajo colaborativo en todos los niveles, procesos y proyectos es importante para alcanzar la vida adulta como empresa. Compartir, colaborar e interactuar son tres cualidades que cuando se desarrollan se transforman en ventajas competitivas, para anticiparse al mercado y para enfrentar a la competencia. Compartir y liberar la información para que los colaboradores implicados en cada acción tomen buenas decisiones. Colaborar con el colectivo para encontrar salidas y construir valor para los clientes. Y usar la interacción como mecanismo de socialización, masificación y confrontación de los puntos de vista.
Impulsar la colaboración, enseñando a trabajar y encarar los retos como equipo, es necesario para que las empresas perduren en el tiempo. Insertando la vocación por la colaboración en el negocio se solucionan los problema con facilidad y se obtienen aprendizajes colectivos que producirán eficiencia, involucramiento y aumento general de la creatividad —un aspecto que abordaremos a continuación—.
4. Promover la creatividad e innovación, independientemente del éxito de las iniciativas
Es imposible hacer crecer o sostener un emprendimiento en el tiempo sin creatividad e innovación. Esos dos activos son preponderantes para sobrevivir. Las empresas que cohiben a los colaboradores —restándoles libertades de acción, fiscalizando cada decisión o enfatizando y castigando cuando se obtienen resultados negativos con sus iniciativas— están condenadas al fracaso. Para que un negocio perdure, debe promover la creatividad y la innovación, sin enfrascarse en discusiones cuando los resultados de las ideas que se ponen en marcha no son los esperados.
Depender por siempre de la idea inicial, la idea con la que se puso en marcha el emprendimiento, es un error garrafal. Los mercados evolucionan y los competidores diseñan planes para neutralizar nuestras ventajas competitivas. Creer que nada cambiará con el paso del tiempo es una ilusión inocente. Es por esto que conviene abrirse a la creatividad y fomentar la innovación, destinando recursos y reconociendo el esfuerzo de los colaboradores que se atreven a proponer nuevos caminos. La única forma de seguir el ritmo frenético que vivimos en el presente es con creatividad e innovación. Solo cuando nos liberamos del temor que produce el fallo y aceptamos que para sobrevivir hay que experimentar, estaremos dando pasos para el establecimiento de una empresa con futuro.
5. Inculcar la apropiación digital
La digitalización es el último aspecto para perdurar. Apropiarse de los digital es una condición obligatoria en el presente. Solo las empresas que se lanzan a las nuevas tecnologías y herramientas para perfeccionar sus procesos podrán avanzar al ritmo exigido por el mercado. Inculcar la apropiación digital en los colaboradores es necesario para que estos se sintonicen con el mundo y para que cada acción emprendida deje un rastro que luego permita la optimización.
Ahora, digitalizar no significa automatizar. Apropiarse de la tecnología es un camino poderoso cuando se le ve como una forma para enriquecer la conexión humana, en vez de verlo como mecanismo que conduce a la despersonalización.