Una reflexión crítica sobre la construcción de contenidos orientados a la creación de comunidades digitales que ayuden a generar visibilidad y viralidad para individuos y empresas.
A la hora de construir contenido para una presencia digital, las personas y organizaciones trocan las prioridades: Invierten excesivo tiempo para debatir la forma, el tamaño, la profundidad y el medio de transmisión, mientras el tiempo destinado a lo realmente importante, el mensaje en sí, es pobre y escaso. En la actualidad es cada vez más recurrente toparse con tres preguntas, formuladas por quienes crean contenidos, que deberían ser poco importantes en la estructura de un plan editorial: (1) ¿Cuántas veces se debe publicar en una red social?, (2) ¿Qué tan extenso puede ser el mensaje?, y (3) ¿Cuál es el mejor formato para transmitirlo: texto, imagen o video?.
Quienes analizan a consciencia cómo desarrollar un plan de contenidos atractivo y cautivador para intereses individuales o corporativos son enfáticos en decir que: si el contenido aporta, lo demás no importa.
Las audiencias consumen lo que los atrapa y les interesa sin detenerse a revisar otros detalles. Si se presta atención con detenimiento al comportamiento de quienes consumen contenidos, será evidente la baja relevancia que tiene cada variable frente al valor aportado por la información. Ahora, para el contexto digital, es crítico atender dos aspectos fundamentales que van más allá de lo valioso de un contenido y que son elementales en el establecimiento de una estrategia: el tipo de consumidor y los objetivos de cada mensaje.
Los tipos de consumidor de contenidos
La audiencia objetivo es el punto de partida para la toma de decisiones relativas al formato, profundidad y canal de transmisión. Quienes reciben los contenidos pueden ser clasificados dependiendo del uso que le darán a la información, el grado de interés individual del contenido a consumir y el beneficio personal aportado por dicha información. Los principales tipos de audiencia, los de mayor atención para quienes gestionan contenidos, son:
1. Fanáticos
Son aquellas personas que están dispuestas a absorber cualquier cantidad de información de una temática específica sin restricción alguna en inversión de tiempo. Consumen cada detalle, agradecen lo pormenorizado y valoran el esfuerzo de quien les provee el contenido. Son insaciables, se hacen leales y apoyan cualquier iniciativa del individuo u organización que entregue la información. Si la audiencia principal es de este tipo, la profundidad en los contenidos es una obligación y el formato un reto constante para la creatividad.
2. Necesitados
Son los usuarios que están en la obligación de consumir información de un tema en particular (por lo general por razones profesionales o laborales). Al igual que los fanáticos, el tiempo a invertir no es un verdadero problema para ellos debido a que el beneficio obtenido es lo suficientemente gratificante y remunerador como para cuestionar el costo. Son críticos, valoran la eficiencia y agradecen la optimización del tiempo de consumo. Si este es el tipo de audiencia que se desea atacar, es necesario desarrollar habilidades para ahorrar tiempo de consumo sin sacrificar la profundidad.
3. Curadores
Son un tipo particular de consumidores, cuya misión se enfoca en la recolección y clasificación y no en el consumo. Su función es filtrar el contenido para ofrecerlo a quien le interesa, con el objetivo de ganar reputación frente al consumidor final de la información. La importancia de este tipo de consumidor radica en la gran influencia que tienen en los consumidores finales de la información. Para este tipo de audiencia, la estructura, organización y formato del contenido son una prioridad. El curador necesita ser capaz de cuantificar el valor del contenido con una corta inversión de tiempo.
El objetivo del mensaje
¿Que se busca cuando se entrega información a una audiencia? Esa es la pregunta clave. Quienes construyen contenido deben tener una respuesta clara a esa pregunta, para que la toma de decisiones sea eficiente y acertada. Mientras más complejo sea el objetivo, más profundo debe ser el contenido. No es lo mismo intentar transmitir el día y hora de un evento que explicar los beneficios de un producto o servicio.
Cuantificar la complejidad del objetivo de comunicación es la variable crítica para determinar la extensión, formato y medio necesario para enviar un mensaje a una audiencia.
La estrategia de contenidos
Triunfar en el marketing de contenidos es una tarea sumamente compleja y, como la mayoría de las actividades con alto grado de dificultad, es obligatorio desarrollar un plan para poder solventarlas. La estrategia de contenidos es la encargada de sacar el mayor de los provechos a las historias y conocimientos de una empresa o individuo, enmarcándose en un grupo de temáticas afines con el sector en el que se desenvuelve.
Una estrategia de contenido no debe ser vista como una sumatoria de plantillas a rellenar o un conjunto de reglas universales que se deben seguir al pie de la letra. Un plan de contenidos es una estrategia individual y única, hecha a la medida de la necesidad; con un orden, unas normas y una lógica particular para cada objetivo.
Cada individuo o empresa es única, por ende su plan de contenidos debe serlo. La estrategia debe partir de las siguientes preguntas:
- ¿Cuales son las características de las personas que conformarán la comunidad?
- ¿Cuales son los intereses de la comunidad construida?
- ¿Cuales son las temáticas más coherentes, y en que grado, con los intereses de la comunidad construida?
- ¿Como construir valor asociado a las temáticas coherentes con los intereses de la comunicad construida?
Con lo anterior claro, los aparentes problemas asociados al contenido —planteados en las tres preguntas iniciales en este post— son insignificantes. El formato, la profundidad y el medio o plataforma elegido para la transmisión de un mensaje deberá estar dominado por el objetivo y el tipo de audiencia y la creación de valor.