Inteligencia emocional: La gran virtud de quien desea liderar

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Pocas virtudes son tan indispensables en quien lidera o quiere hacerlo en un país, una provincia, una empresa o en su propio hogar, como la capacidad de darle la importancia que merece a los temas y no sentirse aludido o agredido por cualquier pequeñez sin dimensionar el tiempo que se pierde y la inutilidad de graduar de enemigo a cualquiera aunque haya o no razones objetivas.

En la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard existe un laboratorio de toma de decisiones en cuyas pruebas existen parámetros de resiliencia y resistencia a los entornos agresivos con el fin de ir al fondo de los intereses y motivaciones objetivas que llevan a un ser humano a cargo de una responsabilidad directiva, a tomar una decisión.

¿Hasta qué punto hay suficiente equilibrio y maestría personal y emocional para afrontar los momentos de mayor presión en un gobierno? Es la pregunta que se hacen en este tipo de laboratorios donde los líderes son sometidos a entornos realmente agresivos, de posiciones encontradas, con violencia, intereses sesgados, subjetividad, sensibilidades, noticias falsas e incluso temas íntimos que afectan el propio juicio.

En tiempo de elecciones habrá que abrir bien los sentidos en los momentos de crisis y presión que traen las campañas y comprendernos como ciudadanos reclutadores de buenos gobernantes para elegir a quienes sabrán actuar con equilibrio y predominante racionalidad frente a las adversidades siempre tan presentes en la tarea de gobierno.

Nuestras ciudades, poblaciones, departamentos, concejos, asambleas e incluso juntas locales no pueden darse el lujo de elegir líderes caprichosos, que reaccionan con violencia a cualquier palabra que interpretan en su contra sin medir la necesaria resiliencia y capacidad de actuar con equilibrio y absoluta concentración en lo esencial de la tarea de gobierno sin dejarse perturbar por pequeñeces muchas veces motivadas por chismes o comentarios que realizan familiares o personas cercanas que vivan ganarse el afecto o valoración de quien gobierna, con sus datos exclusivos generalmente relacionados con temas personales, interpretaciones  o asuntos que hacen parte de la picaresca política y humana que se deben escuchar y conocer pero casi nunca reaccionar desde el hígado o la cabeza caliente.

Necesitamos gobiernos preparados igual o mejor que soldados para no perder de vista su misión y su propósito, actuar con madurez, ir al fondo de los más y no enredarse en la floritura, la banalidad o la monarquía de lo accesorio, casi siempre una falaz mentira tramposa para su propia y marca como gobernantes.

Pd: No hay enemigo pequeño cuando

Se es candidato y mucho menos cuando se gobierna. Los tiempos de la propicia moderna le apuntan a la búsqueda de acuerdos y no a la cacería de peleas inútiles.

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