Miles de venezolanos siguen huyendo de su propia patria en busca de no morir de hambre junto a sus familias; en busca de no perecer en el país que -según las estadísticas- hoy es el más violento de la región, y llama profundamente la atención que está especie de diáspora venezolana no sea un hecho contundente para que los más enconados defensores del Socialismo del Siglo XXI, cuestionen públicamente la actitud y forma de gobierno del actual presidente y cuasi dictador Nicolás Maduro.
Ser cómplice no solo es actuar sino dejar de hacerlo y la omisión en el caso de tantas figuras públicas y personas de gran influencia internacional, quienes sí han sido proclives a denunciar casos menos delicados de violacion a los DDHH o contra la democracia y la vida de las personas; les empieza a pasar factura no solo con Venezuela sino con Nicaragua.
Muchas de estas personas, quienes viven un “socialismo de paradojas” llenos de lujos, con acumulación de riquezas, en clubes exclusivos y excluyentes, quienes no conocen la pobreza o redistribución de la riqueza ni por sus orígenes o acaso lo han leído en algún libro idealista; suelen omitir su opinión, darla a regaña dientes y echar una mirada para el otro lado y decir que el neoliberalismo o la derecha tiene iguales o peores situaciones actuales o históricas y puede que sea cierto y si así fuera NO HAY QUE SER CÓMPLICES y en todos los caso actuar, pero tampoco escudarse en otros problemas para ocultar o no hablar de un cáncer como el régimen de Maduro, que ya hace metástasis.
Y no se sabe que es peor si este mutismo o la postura de respaldo de ciertos sectores que parece más motivada por el apoyo recibido por un gobierno ilegítimo e inclinado al respaldo de ilegales como contraprestación para sostenerse, sin siquiera el apoyo de su propio poder legislativo y en medio de un rechazo masivo que es solidario frente al drama de un país cuya situación duele y preocupa.
Miguel Jaramillo Luján