Por. Miguel Jaramillo Luján y Sara Pérez Restrepo*
Entre los colombianos que no están en La Habana, Cuba y realizan seguimiento mediático a los diálogos que allí avanzan a su ritmo entre el gobierno nacional y la guerrillas de las FARC, existe un sentimiento de escepticismo y en algunos casos de fe ciega que se prepara para una nueva frustración, con respecto al proceso, derivado, entre otras cosas, del recrudecimiento de los violentos ataques de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, en su accionar terrorista luego de anunciar el levantamiento del cese al fuego unilateral.

Fue el 4 de septiembre de 2012 cuando se instaló la Mesa de Negociación de Paz entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC. Foto: Presidencia de Colombia
Y a la par con un clamor generalizado en América Latina porque cese el conflicto más antiguo que tiene la historia del continente y que ocurre en Colombia con las guerrillas, escuchamos que el Papa acompaña con sus oraciones y el Presidente Santos busca espaldarazos de apoyo al postconflicto en Europa, continente que es sensible para las guerrilas colombianas por la millonaria remisión de recursos y los falsos imaginarios que existen en muchas organizaciones de esa parte del mundo, frente al rol político y en relación con los derechos humanos de estos actores al margen de la ley.
En teoría, esperar que las FARC no reaccionen mientras las fuerzas armadas colombianas arremeten contra ellos, es un sinsentido. Pero que las FARC den muestras tangibles de su voluntad de paz es una necesidad que no da espera como fuente fehaciente de legitimidad hacia el pueblo.
Es quizá la ultima oportunidad que tiene esta, la guerrilla más antigua de América Latina para buscar el camino de la política, en su lucha por plantear alguna trasformación al modelo de Estado que tiene Colombia.
Para entender en contexto el conflicto de Colombia recomiendo este interesante resumen realizado por la Universidad de los Andes.