Luego de varios años de haber viajado por tus venas para recorrerte, de haberte conocido en muchos rincones subterráneos gracias a esas rutas que viajan por tu interior en forma de tren subterráneo, aquí estoy otra vez, vuelvo a pasar por vos Madrid, nuevamente bajo el chirrido de la rueda y el riel y acompasado por la voz de los mismos locutores de hace 50 años (eso dicen los sueños les tocó) que anuncian la siguiente estación.
Desde Barajas hasta Vallecas pasando por tu Gran Vía, El Sol o Atocha; da gusto volverte a mirar y verte con más años, con más experiencia y con una nueva etapa de tu vida, querida Madrid. Vos si que sabes de relojes de arena que dan vueltas y marcan momentos dulces y amargos. En el corazón de esta península, el tiempo, el dolor y la alegría se han hecho presentes de mil formas para gestar lo que eres hoy.
Nunca me has parecido una ciudad europea. Eres una capital más de Latinoamérica y las páginas de tu historia lo refrendan en una diáspora permanente que dar y recibir a miles de personas que entre América y tu península, han viajado buscando nuevas oportunidades y alejarse de algún dolor.
Hoy tu metro, querida Madrid, así como tu geografía, se llenó de ramales y de nuevos puertos para uno visitar en una cartografía que relata el crecimiento descomunal de la población en este gran valle entre la sierra y el Río Manzanares.
Miles de contrastes se dibujan en vos Madrid. La vida íntima y la privada, los complejos y las libertades, los miedos y las alegrías. Basta verlo en cientos de personas que deambulan por los pasillos infinitos entre algunas estaciones de este tren. Cada uno con una apariencia, cada uno con sus incontables secretos que se parecen a esa Madrid que sobrevive con el dolor a cuestas, pero que se sabe levantar muy temprano y mojarse la cara para seguir rodando.
Eras otrora una sociedad conservadora con una economía atractiva y floreciente, pero hoy se nota en los ojos y los relatos de varios madrileños, que las cosas, como se dice aquí: “están liadas” Hay un ambiente caldeado que hace débil la confianza y provoca que la baraja del naipe no reparta sus mejores cartas en esta partida.
Cuanto disfruto tomarme un buen vino y comer de tu jamón de pata negra en la Plaza Mayor, caminar por Alcalá o la Gran vía, ir de tapeo por Alonso Martínez, pasear por el gran parque de El Retiro; entre otras buenas rutinas que marcan mi presencia entre tus brazos mientras te miro de reojo desde los túneles oscuros que son conducto del Metro con 100 años.
“No llores ciudad bonita, no tengas pena, que cuando el reloj del tiempo cambie su arena” cantaba a mi ciudad Medellin, el argentino Victor Heredia y ahora yo te lo canto a vos Madrid. Y cuando ese reloj se ponga de cabezas vas a tener un corazón tan grande como la Plaza del Sol y volverá la primavera para alejarte de momentos como el actual.
Al final de cuentas Madrid es Madrid y del invierno al verano seguiremos dando vueltas por el subsuelo urbano de esta gran ciudad, montados en un vagón, como una analogía de la propia vida, la cual hay que tomarla como llegue y sea de pie o sentados, esperar con paciencia la estación que nos toca para abandonar este tren.
¡Muchas gracias a vos Madrid!