Yo creo que, dentro de las experiencias infantiles, la de ser testigo de las peleas familiares, deja en el recuerdo, huellas emocionales profundas y traumáticas.
Por estos días, la convivencia y el encierro obligatorios que trae la pandemia, permiten el caldo de cultivo perfecto para muchos conflictos familiares y de pareja.
Esto lo confirmo, gracias a la permeabilidad acústica de las construcciones de hoy, que facilitan escuchar los gritos, insultos, maltratos verbales y hasta el sonido angustioso del cristal roto y el vibrar de puertas que se abaten, por la descarga emocional del enojo y el estrés profundo.
Si bien es cierto la confrontación permite a las partes en conflicto, descubrir qué tan fuertes, poderosos, astutos o competentes son, la inteligencia en el manejo del encuentro debe ir más allá de comparar quien es más hábil, recursivo o diestro en el manejo del poder.
De otro lado, la confrontación psicológica puede traer graves consecuencias emocionales, para aquellos que terminan perdedores en estos encuentros.
Yo creo que cuando media la inteligencia emocional, la confrontación puede hacerse de manera diferente.
No es fácil criticar sin herir y mucho menos hacerlo con amor.
Cuando se discute un tema importante para ambos, el diálogo amoroso debe conectar las palabras para que se alimenten de la razón y la emoción.
Si se tiene claro lo que se va a decir, lo único que resta es expresarlo, de tal manera que, pueda acariciar al otro, en vez de golpearlo.
También es cierto que duele aceptar la realidad de una crítica o un comentario que lastima el ego, porque el miedo se apodera de los últimos recursos defensivos, logrando desnudar toda barrera protectora y por lo tanto me hace vulnerable.
El arte de criticar consiste en saber decir las cosas para que alimenten, para que, lo que se diga, sea nutritivo y ayude al crecimiento del otro.
Una crítica que nace del odio, el rencor o los celos, no sólo violenta a la otra persona, sino que, además ofrece un triunfo falso.
Saber criticar o no, tiene su origen en el estilo de confrontación que aprendí cuando era niño.
Aquí lo importante para el crecimiento personal, en medio de una confrontación, consiste en responder estos interrogantes:
-¿Cómo puedo cambiar las acaloradas discusiones por entretenidas controversias?-
-¿Lo que voy a decir, va a ayudar al otro a crecer como persona?-
-¿La forma como lo voy a decir, es dulce y amorosa?-
-¿La información que voy a transmitir, es verídica, clara y está organizada?-
El Ego herido es mi principal enemigo, cuando se trata de criticar y confrontar; pues, cuando se confronta desde el Ego lastimado, las palabras que surgen de mi interior están cargadas de vanidad, resentimiento y rencor. Cuando hablo desde el miedo o la prevención, mi crítica suena a reproche y queja.
En cambio, cuando la crítica la hago desde el Yo, las palabras y gestos están llenos de amor, verdad, ternura, respeto y comprensión y sobre todo conciencia.
Yo creo que, al confrontar, debe primar el beneficio del otro, el enriquecimiento de la relación y el mejoramiento continuo de mí mismo, en el arte de saber decir las cosas.
Pues al fin y al cabo ser y estar consciente es fundamental para el logro de objetivos trascendentes.