Yo creo que existe una sutil diferencia entre ser terco y ser perseverante.
Cuando soy perseverante, lo hago desde el campo de las posibilidades. Es decir, tengo la certeza de que con ayuda de la disciplina y la voluntad puedo alcanzar mi objetivo porque tiene lógica y sentido común. Muy contrario a la terquedad, pues cuando decido ser terco, le insisto a un tema, que a todas luces no tiene futuro, ni razón de ser, ni posibilidad de éxito porque sólo me mueve el deseo de llevarme el punto, más por vanidad y ego herido…por querer demostrar lo indemostrable.
En aquellos días, cuando me comporto desde la terquedad, dejo de lado la sensatez, a pensar de los buenos consejos de amigos y cercanos, que ya me han dicho que aquello que pretendo, no es posible.
En el I Ching encuentro en sus hexagramas, que “la perseverancia es favorable”. Pero confundo los términos porque se libra dentro de mí, un combate entre el insensato y el cuerdo, entre el lógico versus el estratega, entre el racional en contra del iluso.
He aprendido a lo largo del camino, que la obstinación no sirve de nada. En virtud de que prolonga más de lo necesario, la batalla interior, agotando fuerzas y motivación, pretendiendo tener la razón, cuando esta, no se tiene.
Con el tiempo me voy dando cuenta de que una cosa es la disciplina y otra muy distinta es la terquedad.
Es más importante perseverar, cuando las probabilidades de éxito se alimentan desde la lógica.
Recuerdo a mi padre, cuando me encargaba tareas que obligaban el ejercicio de mi paciencia, como, por ejemplo, desenredar una cuerda. En medio de mi desespero, tiraba con fuerza y terquedad del hilo y eso enredaba más el ovillo; entonces sonriendo con calma me decía: -hijo…” maña y no fuerza”-.
Cuando me voy por la vía de la terquedad, no me permito escuchar opiniones y consejos, que es todo un arte, pues como terco, no me dejo asesorar.
Está claro que los consejos de una madre o un padre están cargados de experiencia vital. He comprendido a punta de golpes existenciales, que es de sabios dejarse asesorar y de alguna manera, la vida continuamente me regala momentos maravillosos, donde debo escuchar lo que dicen los viejos.
Como cuando el hijo pretende sostener una conducta desde el enamoramiento. La madre merced a su visión amorosa y sensata lo invita a reflexionar sobre la manera como él está llevando su relación de pareja, demasiado acelerada y precoz. Entregando tiempo, energía y apasionada generosidad, hasta correr riesgos en contra de su propia seguridad física.
Le dice: -hijo, te das cuenta de que lo que hemos conversado, coincide con lo que te he enseñado en torno a la perfecta sincronía con el Universo. Espero que ya te estés dando cuenta de cómo pones en peligro tu futuro, al tomar decisiones desde la terquedad, y no desde la sensatez-.
Yo creo que, en virtud de la sutil diferencia entre perseverancia y terquedad, en la vida, no hay ni vencidos ni vencedores; más bien lo que encuentro es un proceso que permite el mejoramiento continuo, porque si no soy terco, lo puedo implementar independientemente del ego y la vanidad, eso sí, desde la perseverancia, como resultado de la disciplina y la voluntad.