Desayunar y lavar los platos.

pexels-photo-236302Yo creo que, en este momento de mi vida, es propicio meditar sobre este Koan.

Una vez, un novicio frente a su maestro le dijo:- “Acabo de entrar al monasterio”, “Por favor, dame instrucciones”-.

A lo que su Sensei le respondió: “¿Has desayunado?”

“Sí, lo he hecho”, respondió el monje. -“Entonces, “lava tus platos”-. ordenó el maestro.

Me he quedado largo rato, permitiendo que este Koan se haga luz en mi proceso.

Entonces lo entiendo de la siguiente manera:

Luego de terminar este tiempo de tratamiento oncológico y radiológico, acabo de entrar al monasterio de la vitalidad. Y en esta nueva oportunidad me pregunto: ¿Qué debo hacer, estando aquí, plenamente consciente?

Me declaro aprendiz de la vida y de la muerte, porque si antes esperaba que la parca llegara, ahora espero que la vida suceda porque yo estoy haciendo que suceda.

También reconozco que soy un maestro quien, frente a su “desayuno”, lo toma lentamente, de manera consciente, como si fuera el último, porque es algo extraordinario que hoy sucede en la mañana y que no debo verlo como algo obligatorio y permanente. El momento es aquí y ahora y no puedo garantizar nada en lo futuro.

Antes solicitaba instrucciones para vivir. Las buscaba desesperadamente en los libros y en la ciencia. Ahora sé que el sagrado arte de vivir consiste en estar plenamente consciente, conectado con el presente, haciendo aquello que las circunstancias me piden y  reconociendo que definitivamente soy el autor de mi propio libro.

pexels-photo-8710814Por eso “lavo los platos de mi desayuno” como una acción consecuente, pues soy responsable por mi vida y mis actos y no puedo esperar a que otros hagan, lo que debo hacer por mí mismo.

Este año ha representado bastantes sufrimientos y dolores a partir de las lecciones que me ha propuesto la certeza de la muerte. Sin embargo, ha significado mucho más en cuanto a los aprendizajes relacionados con el sentido de la vida.

¿Entonces me pregunto, a partir de ahora, cómo quiero vivir?

Y la respuesta que resuena es poderosa y contundente:

Quiero vivir intensa, amorosa y creativamente al lado de los seres que amo, haciendo lo que me gusta hacer, en beneficio de las personas con quienes tengo la fortuna de compartir la vida.

Yo creo que cada día me permite desayunar…para lavar mis platos.

Renacer, celebrar y agradecer.

Juan Carlos Posada Mejía Isla Saona  Mano JuanYo creo que esta semana fui plenamente consciente del hecho de estar vivo.

Exactamente por esta época hace un año, comenzaron a preocuparme los síntomas de lo que aún no sabía, era un linfoma.

Diciembre se convirtió en un mes plagado de angustia e incertidumbre, pues todos los que me conocían y observaban la lesión en mi cuello, decían con tono de preocupación que era importante hacerme valorar por un médico especialista.

Recuerdo que había programado con mi esposa unas vacaciones en la playa, las que luego del diagnóstico certificado, tuve que “postergar” frente a la duda que ofrecía el futuro.

Entonces la nostalgia por la vida se hizo más poderosa, aunque la esperanza de sobrevivir siempre estuvo presente soñando con celebrar, en algún momento, frente al mar.

Casi un año después, pasada la quimioterapia y la radioterapia, los médicos especialistas, me dieron de alta, sumando a mi felicidad el permiso de recibir sol, por supuesto, siguiendo los protocolos y los cuidados pertinentes.

Sin pensarlo dos veces compré un paquete turístico para estar en contacto con el mar y durante cinco días disfrutar de la magnificencia de la vida inconsciente, representada en el océano.

Juan Carlos Posada Mejía Republica Dominicana (2)El mar caribe tiene la magia y el encanto de los siete tonos aguamarina. Así como la inmensidad de lo profundo, como es el misterio de la vida y de la muerte.

Pasé varias horas frente a él y fui consciente de que estaba vivo, aunque debo reconocerlo parecía un sueño, porque no sabía si me encontraba en el paraíso terrenal o celestial y porque llegué a confundirme por tanta dicha acumulada.

En compañía de mi esposa, dimos gracias a la vida. Al mismo tiempo que disfrutamos de cada instante como si fuera la última vez.

Tanto en el amanecer o como en su atardecer el mar representa el enigma de la resurrección. 

Al mismo tiempo, el mar permite cargar energías y sobre todo limpiar el alma de las impurezas de la mente.

Estoy feliz y agradecido porque fue un año de múltiples aprendizajes y sobre todo de valoración. En virtud de que sólo comencé a dimensionar lo que “tenía”, cuando lo vi amenazado por su posible desaparición.

Lo más significativo de este viaje de vacaciones, fue el reencuentro conmigo mismo y con el sagrado arte de vivir. Y con la certeza de la muerte, con la que he pactado una tregua, mientras termino todos los encargos pendientes.

En este paso temporal, en tanto tramito las tareas y asuntos por resolver, y siga vivo en esta vibración, yo creo que será buen momento para renacer, celebrar y agradecer… los regalos de la vida.

 

Cuarenta años después.

Reunión exalumnos isc 40 añosYo creo que definitivamente este año, pasará como el más intenso de mi historia, porque me ha permitido darme cuenta de que nada de lo que ha sucedido y está por suceder, es al azar y que todos los acontecimientos están conectados y que lo importante es encontrarles el propósito y sentido.

Uno de los momentos más emocionantes que he vivido en este año, que de por sí ha estado cargado de emociones fuertes, ocurrió el pasado dieciocho de noviembre cuando los compañeros del colegio decidimos reunirnos cuarenta años después.

Los preparativos comenzaron un mes antes. Con ayuda de las redes sociales, iniciamos el proceso de convocatoria y de manera vertiginosa, casi viral, las respuestas no se hicieron esperar.

Cada día se unían más y más compañeros al grupo virtual conformado, con la esperanza grata del reencuentro.

Decidimos fácilmente el lugar, la fecha y hora de la reunión. Y más de uno confirmó por adelantado.

Fui el primero en llegar al sitio acordado. Le pedí a los encargados del restaurante, que organizaran las mesas para la ocasión y me dispuse a esperar la llegada de mis compañeros.

Mientras aguardaba, mi memoria viajó a la velocidad de la luz, para instalarse en los salones de clase, y la estructura misma del Instituto San Carlos, con el objetivo de recordar anécdotas y situaciones graciosas para compartir esa noche.

Daniel Alonso PimientoPinzón, Juan Carlos Posada MejiaUno a uno, iban llegando. Los vi igualitos a como estaban en mis recuerdos. La sensación fue extraordinariamente hermosa, pues “eran los mismos”, pero ahora con sus cabellos pintados de plata y unas cuantas huellas breves indicadoras, en sus rostros, del paso del tiempo.

La energía, alegría y sentido del humor negro, fueron protagonistas durante la noche. A cada comentario histórico, la carcajada sonora hacía eco en el lugar.

También tuvimos momentos de nostalgia, al recordar a los compañeros muertos, al mismo tiempo que lamentamos la inasistencia de algunos que a última hora no pudieron cumplir la cita.

Sin agenda planeada, hablamos de los profesores, de las novias de la época, de los romances turbios y clandestinos, de las fiestas paganas y no santas, de las parejas actuales y de los hijos. Y además de los temas de la prejubilación y por supuesto de salud.

A pesar de la pandemia y de mi reciente proceso de quimioterapia, me di el permiso de abrazarlos uno por uno, con la intención de agradecerles su amorosa presencia en mi vida.

compartiendo la mesa isc 40 añosConversé, me reí mucho, evoqué, comí deliciosos alimentos y nuevamente me sentí vivo en el recuerdo, porque volví a ser joven y vital al lado de mis compañeros de clase.

Yo creo que cuarenta años después, sentí que los mejores momentos de mi juventud, volvían de la mano de mis compañeros como si se hubiesen congelado en el tiempo.

Agradezco a la vida esta maravillosa oportunidad para reencontrarme con mi pasado y de esta forma vivir en el presente, soñando futuro.

Gracias a la vida…por la vida.

celebrando la vida unoYo creo que compartir momentos importantes y significativos en familia, es fundamental a la hora de establecer nexos afectivos.

En muchas culturas, sentarse a comer alrededor de una mesa llena de alimentos, es el acto más poderoso y sobre todo representativo de la unidad familiar y social. Así, bautizos, funerales, aniversarios, negocios y propuestas matrimoniales se convierten en la excusa perfecta para compartir viandas y recetas maravillosas.

Es por esto por lo que el calor del hogar se siente más intensamente en la cocina y en la mesa del comedor.

En el seno de mi familia, desde hace varias semanas, los preparativos para la cena de cumpleaños, eran un secreto a voces . Mi suegro cumplía noventa y había que celebrarlos con bombos y platillos, pero el homenajeado no debía enterarse.

celebrando la vida tresLa planeación del evento se compartía en medio de palabras claves y gestos sobreactuados. La red social familiar evitaba a toda costa, mandar mensajes que delataran los preparativos. El uso del teléfono celular se limitaba a lo básico, para esconder la sorpresa al cumpleañero. Y cada vez que nuestro querido viejo se acercaba al grupo que conversaba animadamente, ya en la sala o en la cocina, el silencio se hacía sospechoso y evidenciaba que algo “oscuro” se tramaba a sus espaldas. Sin embargo, él seguía inocente a juzgar por su aparente serenidad, aunque todos sabemos de su lucidez e inteligencia intacta, a pesar de los años.

De manera providencial, el nueve de noviembre mi suegro y yo cumplimos años. En esta ocasión él noventa y yo cincuenta y ocho.

Es importante anotar que ambos aniversarios tienen un significado profundo, porque celebramos el milagro de la vida. Él por llegar a los noventa y yo por haber renacido en este año, luego de recuperar mi salud.

Recuerdo cuando me lo presentaron y lo conocí. Buen conversador, amable y cariñoso, su generosidad y enorme corazón me enamoraron de él y su familia.

Ese día, orgulloso de su hija se interesó mucho en sondear mi procedencia e interés por su niña, para determinar si yo era merecedor o no de su princesa.

celebrando la vida dosLuego de tantos años espero haber pasado la prueba. Pues cada vez que me encuentro con él y su mirada cálida, amorosa y paternal, me recuerda el profundo amor que siento por él, con la certeza de que el sentimiento es mutuo.

Puedo decir que es mi segundo papá, porque si bien es cierto tengo al propio en el cielo, éste que todavía sigue vivo, es mi ángel protector terreno, porque todos los días me cubre con sus oraciones y bendiciones paternas.

Yo creo que hoy debo dar gracias a la vida por tener la maravillosa oportunidad de celebrar en familia y al calor de una deliciosa cena, con mi segundo padre, estos ciento cuarenta y ocho años de vida.

Mi suegro con sus noventa años, en medio de risas, chascarrillos y recuerdos de sus viajes y correrías por Colombia, gracias a su humor negro y elemental, me permite ser y estar consciente de que la vida vale la pena vivirse… desde la sencillez y la alegría.

¿Qué sigue?

pexels-photo-7125530Yo creo que el horizonte se despeja cuando tengo la esperanza de un nuevo amanecer.

Sin embargo, confieso que por estos días me he sentido extraño, porque al terminar la radioterapia, experimento una sensación de vacío.

Me pregunto: ¿Qué sigue?

Entiendo que no soy el típico paciente al que le dan de alta y se va tranquilo para la casa. Mi situación requiere visitas médicas periódicas y permanentes para hacerle seguimiento al linfoma. Entonces me cubre la sombra del asunto sin cerrar.

De todas maneras, la vida en sí misma es un gran asunto pendiente.

Por ejemplo, al planear las vacaciones, como ocurrió el año pasado, en ese momento la alegría y la motivación por el viaje ocupaban la mayor parte de mi pensamiento optimista. Con la extraña certeza de que se iban a cumplir. Ahora el sólo hecho de pensar en los preparativos me hace tomar conciencia de que es un proceso condicional, porque es probable que los planes cambien, por multiplicidad de factores.

Descubro que estar consciente no es del todo agradable. Como tampoco lo es ahora la ingenuidad.

Todo en este universo para mi tiene el toque poderoso del destino y me resisto a la idea de que no lo pueda anticipar.

Sin embargo, tener conciencia de la finitud también trae sus ventajas. Hace que apure el paso en ciertos procesos y disminuya el afán en otros.

Cada amanecer doy gracias a la vida por la vida. Y me dispongo juiciosamente a degustar un nuevo instante de existencia. Todo ahora tiene un sabor distinto. Y se me presenta como una oportunidad única e irrepetible.

pexels-photo-4350288El café de la mañana, lo disfruto con un placer diferente, más profundo, más iluminado, porque me permite dibujar una sonrisa epistemológica en mi rostro de niño grande, frente a la incertidumbre que trae este nuevo día.

Me sorprende el proceso mismo de estar vivo, para luego preguntarme: ¿Qué sigue?

Por ahora sólo tengo la magia del momento presente, adobada con la presencia maravillosa de mis seres queridos y la oportunidad exquisita de hacer lo que me place.

Cuando pienso en mañana… aparece el pensamiento sensato de que podría no suceder. Por lo tanto, me aferro a la vivencia cotidiana del día a día. Y entonces me canto y me celebro como diría Walt Whitman.

Y frente a la pregunta: ¿Qué sigue? Me asalta la angustia del alumno cuestionado que espera salir ileso de la prueba.

Yo creo que pensar en mañana, es posible cuando se trabaja en el presente con la esperanza de un futuro para otros, como el abuelo que siembra muchos árboles, para que los disfruten sus nietos, porque sabe que es la manera de vivir…para siempre.

La vida es bella.

pexels-photo-191034Yo creo que la vida es bella si me engaño deliberadamente, como una condición de mi edad. Este fue el mensaje que recibí luego de ver la película que tiene el mismo nombre, donde se narra la experiencia de un padre acompañado de su pequeño hijo en un campo de concentración.

De hecho, la vida ni es bella ni es fea…depende más bien de la manera como la perciba y por supuesto como la enfrente. Es decir, lo que para una persona puede parecer inadecuado, para otra, ese mismo hecho puede ser supremamente conveniente para sus propósitos.

Este dilema me asaltó ayer, luego de la cita médica que acompaña mis radioterapias. Al salir al corredor de la clínica me atrapó la imagen de una pequeña niña vestida como para una fiesta, incluyendo su enorme pava que pretendía cubrir el resultado de la quimioterapia. Lo curioso de la escena era su elocuente felicidad, en contraste con la tristeza de su acompañante adulta.

Mientras la niña jugaba, sonreía, bailaba y se despedía amistosamente de todos los que le abrimos paso, a su paso, la otra persona se veía triste, derrotada y por supuesto cansada por las circunstancias.

Tomé consciencia de la situación y confirmé el significado de la vida y la muerte desde dos puntos de vista, el de la niña y el de su madre.

He descubierto durante este año de mi tratamiento oncológico y en conversaciones con ellos, que los niños en fase terminal son conscientes de su situación y saben que van a morir; además porque parte de su claridad frente al tema, se debe a la manera cómo van viviendo día a día su proceso. Obviamente, su entendimiento de la situación es diferente a la compresión que alcanza un adulto.

Independiente de la edad, la respuesta emocional frente a la certeza de morir es muy grande y debe enfrentarse. De ahí que sea fundamental un ambiente familiar abierto y sincero donde el niño se sienta en libertad para compartir sus miedos y expresar sus preocupaciones y al mismo tiempo le permita recibir amor incondicional, algo de esperanza y seguridad mientras llega el momento final.

La fantasía es la materia prima con la que los niños de tres a seis años tejen sus sueños, por lo tanto, hablar con ellos sobre la muerte no es difícil, porque convierten la idea de morir en algo mágico, al considerarla reversible y temporal a diferencia de los niños mayores.

pexels-photo-6299265La mayoría de estos niños saben que van a morir, independiente de la información que han negado los adultos, pues los niños sospechan que “algo sucede” porque el ambiente que gravita… delata a los padres.

Esto hace que no se favorezca la despedida, porque no se acepta el proceso de morir y menos de un niño. Ese “pacto o conspiración del silencio”, afecta a los adultos porque tienen miedo de hablar de la muerte con sus hijos, porque creen que los niños no lo van a entender, subestimando la capacidad del paciente para afrontar malas noticias.

Yo creo que soy el arquitecto de mi vida y me asemejo a un pintor frente a un lienzo en blanco que debe hacer uso de su creatividad para plasmar una obra maestra. Lo más importante en la construcción del proyecto de vida, es precisamente encontrar el propósito. Una vida sin propósito no tiene sentido y por lo tanto puede llevarme a experimentar vacíos existenciales, negando la realidad. Entonces también puedo imaginar mi muerte como el cierre con broche de oro de mi proyecto de vida y espero no engañarme, ni permitir que me engañen, frente a la realidad innegable del sagrado acto de morir, porque la vida es bella y la muerte también.

Rituales de paso.

pexels-photo-4323762Yo creo que la vida, me ha presentado situaciones que en su momento he debido descifrar como parte del proceso de aprendizaje.

Asociado con el arte de vivir, debo aceptar que llegué a la tierra, sin un manual de instrucciones que me mostrara cómo salir victorioso del proceso de la vida en el trance de morir. Más bien reconozco que la vida se ha encargado de enseñarme muchas cosas que dolieron y otras que generaron satisfacción y alegría.

Por estos días, con motivo de mi enfermedad como camino hacia la conciencia, estoy releyendo El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte de Sogyal Rimpoché, que me ha servido mucho para perfeccionar la capacidad para interpretar señales, por ejemplo, entender los diferentes bardos.

Dice el texto que los tibetanos utilizan la palabra «bardo» para explicar el estado intermedio entre la muerte y el renacimiento, pero su verdadero significado es mucho más amplio y profundo. Ya que, en la filosofía budista, la existencia comprende varias etapas: la vida, la agonía, la muerte, el estado posterior a la muerte y el renacimiento, por lo tanto, en ese proceso se pasa por cuatro bardos:

• El bardo «natural» de la vida
• El bardo «doloroso» del morir
• El bardo «luminoso» de dharmata
• El bardo «kármico» del devenir.

El bardo natural de esta vida comprende el paso que hago desde el nacimiento hasta la muerte.

El bardo doloroso del morir va desde que empieza el proceso de morir, hasta que termina lo que se conoce como la «respiración interior», la cual culmina a su vez en el amanecer de la naturaleza de la mente, lo que en el budismo se conoce como la «Luminosidad Base», en el instante del deceso.

El bardo luminoso de Dharmata, abarca la experiencia post muerte. Se refiere al resplandor de la naturaleza de la mente, o «Luz Clara», o iluminación como llaman otros, que se manifiesta como sonido, color y luz.

pexels-photo-9447535El bardo kármico del devenir es lo que generalmente recibe el nombre de Bardo o estado intermedio, que se prolonga hasta el momento en que asumo un nuevo nacimiento.

Lo importante de estos bardos es que son intervalos en los que la posibilidad de “despertar” es constante, es decir, es posible alcanzar la iluminación en estos períodos gracias precisamente a la situación de incertidumbre que trae cada bardo.

En el sagrado arte de vivir, nacer y morir son la clave del proceso. Y esto de manera simbólica podríamos llamarlo resurrección en sentido figurado.

Si estoy consciente puedo aprovechar cada momento de “muerte” para “resucitar”. Frente a cada ciclo que termina, existe la esperanza de algo nuevo que se abre.

La clave está en permanecer atento al significado de las transiciones, a los rituales de paso, pues, en ese trance de un estado a otro, es donde reside precisamente el poder de los bardos. Cada instante de la experiencia, es un bardo, en el que todo pensamiento y cada emoción son útiles para que la mente haga su trabajo de renovación a partir de la claridad que reside allí.

Yo creo que, en los momentos de cambio y transición es cuando la mente tiene la posibilidad de alcanzar la iluminación, comparable al proceso de entrar al cielo, de la paz y la armonía interior.