Yo creo que si es posible vivir mejor con menos…
Sin embargo me podrán preguntar: ¿menos qué?
Dice Mahatma Gandhi: “Un ser humano, debería ser siempre más grande que lo que hace y más precioso que lo que posee”… esto significa que, para una sociedad materialista, donde lo importante es tener y no ser… no podemos seguir valorando a las personas por lo que tienen, ni mucho menos por lo que hacen, profesionalmente hablando, si no más bien por su esencia como personas.
En palabras de Mark Twain: “la civilización es la multiplicación ilimitada de innecesarios necesarios“. En este orden de ideas, el materialismo, la competencia, la fiebre del prestigio, la envidia y la falta de humanidad son, sin lugar a dudas las enfermedades sociales del siglo XXI y esto de alguna manera produce estrés, depresión y ansiedad.
De otro lado Scott Nearin sostiene que “una economía de mercado necesita empujar y engañar a los consumidores a comprar cosas que ni necesitan ni desean, obligándolos así a vender su fuerza de trabajo como medio para pagar sus adquisiciones”.
Entonces nos asalta la duda: ¿Qué es vivir?
O la pregunta más directa: ¿Cómo estoy viviendo?
Y tal vez, la más trascendental: ¿Para qué vivo?
La vida es un viaje a través del tiempo en un determinado espacio. Y durante ese camino, buscamos status para proteger nuestra reputación. Así, ¿Qué es lo que hay que defender?
Vivimos para rodeamos de posesiones innecesarias. Creemos que la felicidad es la comodidad, la seguridad y el dinero. Con el “slogan” de ganar más para gastar más, la sociedad de consumo diseñó un inmenso aparato que nos inventa necesidades y nos hace creer, que tal o cual bien o servicio, nos hará felices… y en el fondo, lo único que logramos es cubrir un vacío emocional interior, que nos deja aún más insatisfechos.