Cuando la máscara es lo habitual, y no el día de los disfraces.

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Yo creo que vivimos enmascarados; y esta certeza me acompaña desde que estaba niño.

Si bien es cierto que el 31 de octubre es un día mágico, donde está permitido y casi obligado el disfraz, también es válido comprender que, en los otros días del año, nuestro verdadero Yo vive oculto detrás de una máscara.

Comenzando por la manera como sonreímos cuando queremos lograr algo, o la cara de enojo que ponemos de manera selectiva, cuando se acerca alguien, con quien tenemos asuntos pendientes desagradables, y luego, en forma camaleónica, volvemos a nuestra cara de “pastel”, para seducir al objeto de deseo, con el cual estabamos fantaseando desde hace rato.

La hipocresía es una forma de máscara, para poder fingir como el mejor actor, la conducta de vendedor estrella, y de esta forma engañar al enemigo para no mostrarle mis verdaderas intenciones.

Sospecho que parte del engaño se aprende en casa, cuando nos educan para domesticar al salvaje que nos habita, pues nos dicen que la gente no nos va a querer, si actuamos en forma original, entiéndase diferente.

Todo esto tiene un toque maquiavélico. Me pongo la máscara para ir a trabajar. Luego me la cambio para estar con mis amigos. Más tarde uso otra, más compleja, cuando estoy en pareja o cuando llego a casa.

Tenemos el disfraz del alegre, del manipulador, del asustado, del neurótico, del seductor, del ofendido, del inseguro, del solapado, del triste, del millonario, del pobre, del catastrófico, del “de malas”, de la víctima, del salvador, del victimario.

Lo curioso del asunto es que, para todos estos papeles, tenemos público, que nos aplaude y patrocina este intrincado juego de la máscara.

Definitivamente nuestro yo está enajenado.

Entonces el último día de octubre, nos permiten usar trajes pintorescos y muy significativos; de forma estratégica ocultamos la cara con un buen maquillaje y salimos a la calle a exhibir nuestra puesta en escena.

Porque no es al azar que quiera disfrazarme de monja, policía, superhéroe, delincuente, prostituta, príncipe de la india o personaje de la ciencia ficción que todo lo puede y vive en un mundo irreal; porque psicológicamente sabemos que, en el fondo, nuestro deseo está proyectado ahí en el disfraz; aunque Coco esté de moda y la cultura mejicana de la muerte sea protagónica por la película.

Dime de qué te disfrazas y te diré en el fondo, que dice tu sombra.

Cuando me pongo un disfraz, me oculto, para observar, y ser mirado… Mezcla de narcisismo, y fantasía infantil para jugar por una noche, a ser el personaje que ha creado el deseo.

Yo creo que cuando la máscara es lo habitual, el día de los disfraces, sale mi verdadero yo.

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