Yo creo que es momento de identificar cómo la ansiedad, la angustia y el estrés se apoderan de nosotros.
No es extraño observar el aumento de consultas psicológicas gracias a la remisión que hacen los médicos, quienes evalúan a sus pacientes y luego de estudiar con detenimiento cada caso, sugieren la colaboración de un terapeuta psicólogo, porque aquello que comenzó como una consulta de rutina, sospechando una enfermedad de tipo orgánico, termina con los diagnósticos de ansiedad, angustia y estrés que requieren el trabajo en equipo interdisciplinario, de profesionales de la salud mental.
Sabemos que las deudas económicas, los compromisos laborales, los conflictos emocionales, la culpa, la inconformidad callada y no expresada, los quebrantos de salud de los seres queridos, los temas de actualidad mundial, están asociados con el difícil y sagrado arte de vivir, y merecen nuestra atención, para aprender técnicas que faciliten el manejo y control del proceso estresor.
Pero ¿qué es la angustia, la ansiedad, el pánico, el estrés?
La definición más clara que encontramos de ansiedad (del latín anxietas, ‘angustia, aflicción’) nos dice que es una respuesta de anticipación involuntaria del organismo, frente a estímulos que pueden ser externos o internos y que son percibidos por el individuo como “amenazantes y/o peligrosos” sin serlo realmente; y se acompaña de un sentimiento desagradable o de síntomas somáticos de tensión. Se trata de señales de alerta que advierten sobre un “peligro inminente” y obliga a la persona, a adoptar medidas para enfrentarse a dichas “amenazas”.
De otro lado, la ansiedad adaptativa o no patológica, es un estado emocional normal ante determinadas situaciones estresantes. Por lo tanto, cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el manejo normal de las exigencias o demandas del medio ambiente. Sin embargo, cuando esta ansiedad, sobrepasa el límite, desequilibra los sistemas de respuesta normal afectando la capacidad adaptativa del individuo y se convierte en patológica, provocando un malestar significativo, con síntomas físicos, psicológicos y conductuales.
Entonces, la ansiedad patológica, se presenta cuándo tenemos una “expectativa negativa de algo que creemos va a suceder”, algo catastrófico que anticipamos, preparándonos para un daño o desgracia futuras. Esto por supuesto se presenta con sentimiento de temor y el paciente refiere síntomas corporales que indican tensión y sobreviene la angustia, que produce un estado de descontrol emocional asociado con el miedo, como reacción ante un peligro inconcreto y desconocido.
La palabra angustia proviene del latín “angor”, que etimológicamente hace referencia a una sensación de estrechez, o angosto, por lo tanto el paciente siente dificultad para respirar, intenso displacer psíquico y alteraciones del organismo cómo elevación del ritmo cardíaco, temblores, sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho, y que cuando ataca a la persona le hace consultar por el servicio de urgencias, creyendo que es posiblemente un infarto, pero que en realidad es un ataque de pánico. Es importante aclarar que, frente a estos síntomas, siempre es recomendable consultar al médico, no vaya a ser que estemos frente a un ataque cardíaco real.
¿Qué origina la ansiedad?
La carga genética. Se sabe que el 25% de los pacientes que sufren de ansiedad, en sus familias también lo padecen.
Los aspectos psicológicos aprendidos, y los estilos de personalidad, debido a acontecimientos traumáticos, penosos y repetitivos, por aprendizaje social, al copiar modelos de los padres que son ansiosos y por los mensajes de estas figuras de autoridad que invitan a estar a la defensiva o en guardia frente a un peligro potencial.
También hay factores predisponentes como el tipo de trabajo, o ciudad donde se vive, temas afectivos o económicos y factores desencadenantes, como eventos traumáticos así relatados por la persona.
Además, el estilo de crianza, por padres sobre protectores, o súper controladores, o con reglas inconsistentes, donde las normas y los límites son cambiantes e impredecibles.
Y finalmente los factores bioquímicos. Según los estudios, los pacientes con trastorno de ansiedad tienen un funcionamiento fisiológico diferente, como lo indican sus frecuencias cardíacas más elevadas, las concentraciones de lactato sanguíneo por encima de lo normal y mayor déficit de oxigeno durante el ejercicio moderado, entre otros indicadores. Esto sumado a que son más sensibles a ciertas sustancias como por ejemplo la cafeína, para citar alguna.
Por estos días alguien me dijo que estaba molesto con su médico, porque no le había encontrado nada…y que, según las palabras del galeno, lo que tenía era un proceso estresor, que requería ayuda de un psicólogo. Muy indignado me decía: ¿Acaso estoy loco?…yo no me siento estresado.
Realmente los signos y síntomas del proceso estresor, generado por la ansiedad pueden confundir al paciente, pues va al médico porque se siente agotado, muy cansado, ha aumentado o perdido peso, siente taquicardias, nota cambios en el apetito, defensas bajas pues se ha enfermado varias veces en poco tiempo, dificultad para dormir, tanto para iniciar el sueño como somnolencia excesiva, voz quebrada sin fuerza, inquietud, jaquecas, migrañas. Manos y pies fríos, mareos, náuseas, palpitaciones, respiración irregular, sensación de tener la boca seca, sudoración excesiva, y mucha tensión muscular con dolor en cuello y espalda. Y que luego del diagnóstico diferencial que realiza el médico, encuentra que el origen de todo esto, se encuentra en los factores psíquicos, orgánicos, cognitivos y conductuales antes enunciados.
La próxima semana frente a la pregunta, ¿Qué hacer si estoy estresado?… propondré algunas recomendaciones terapéuticas, para el manejo y control del proceso estresor.