La promesa.

conversando con su SeñorYo creo que lo difícil de una promesa, es la obligatoriedad de su cumplimiento.

Prometer es muy fácil. Cumplir se hace complejo sobre todo cuando la voluntad es pobre y le falta entrenamiento.

Mi suegro, que tiene una voluntad de hierro, le prometió al Señor de los Milagros de Buga que iría a pagarle una promesa si yo salía avante del proceso de quimio y radioterapia.

Este pasado fin de semana en vuelo directo a Cali y luego por carretera, cumplimos las dos promesas. La de él con el Milagroso y la mía que le había prometido que lo llevaba.

La noche anterior dormimos en su casa, pues la aerolínea por motivos de logística convocaba a los pasajeros a las cuatro treinta de la mañana.

Rumbo a Buga (1)Anticipando el frio que se siente en el aeropuerto, salimos bien abrigados rumbo al cumplimento de nuestro destino. Allí tomamos café con pandebono y esperamos con paciencia el momento del abordaje. Busqué los mejores asientos para ellos y viajaron en primera clase.

El vuelo de menos de una hora nos permitió en Palmira, tener el tiempo suficiente para recoger el vehículo rentado con anticipación y dirigirnos sin prisa, a la ciudad de Buga.

Desayunamos en el camino, y recordé mis tiempos juveniles cuando durante muchos años recorrí las carreteras del Valle del Cauca. Su olor característico a caña de azúcar se mezcló con la nostalgia del recuerdo.

La cara del viejo lo dijo todo. Parecía un niño, feliz con su proeza.

El Señor de los Milagros en BugaCon toda la devoción acumulada por años, pues sospecho que tenía más de una promesa pendiente por cumplir, escuchó la Santa Misa, y con la fortaleza que aún demuestra a sus noventa años, subió las escaleras para conversar un rato con su Señor, y darle infinitas gracias por los favores recibidos.

Me enseñó como se conversa con Dios y cómo su fe lo ha llevado lejos en la vida.

Descendimos del santuario ubicado en la Basílica menor y caminamos felices con el alma limpia y fresquita.

Su rostro estaba tranquilo y relajado. Su cuerpo sacó restos de energía y con una sonrisa de satisfacción, me pidió que buscáramos donde almorzar.

En el restaurante, mientras traían lo pedido, los cuatro tuvimos tiempo para conversar, largo y tendido sobre lo hermoso de disfrutar la vida de manera consciente.

Llegado el momento, regresamos al aeropuerto, cansados por el itinerario, pero satisfechos con la misión cumplida.

CristoEn este mismo viaje, mi suegra terminó de alegrarme el día con un obsequio maravilloso.

Ella había manifestado el deseo de regalarme un cristo, cuando inició mi tratamiento oncológico.

Tuve el privilegio de escogerlo entre los muchos exhibidos en el marco de la plaza. Me llamó tanto la atención, que no dudé en seleccionarlo al percibir una extraña conexión con Él.

En la noche, la despedida estuvo colmada de agradecimientos y bendiciones.

Sé que, desde ese día, la consciencia de mi suegro, duerme tranquila… porque cumplió la promesa, que había hecho con tanta fe .

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