Yo creo que el silencio es muy importante. Además lo considero obligatorio para meditar. Lo difícil es, vencer el parloteo mental. Eliminar, por así decirlo, esos pensamientos parásitos que nos rondan cada vez que intentamos encontrarnos en el silencio.
En una cultura como la nuestra, donde no hay espacio para el vacío, le tenemos miedo al silencio; entonces la soledad del habitáculo que llamamos hogar, léase un pequeño apartamento, se llena de fantasmas acuciantes y encendemos la radio y la televisión y conectamos el computador y hasta el dispositivo de música y todo aquello que haga ruido, para no sentirnos tan solos y evitar el encuentro con nosotros mismos.
Le tenemos miedo al silencio porque nos conecta con nuestra interioridad. El silencio nos obliga a reflexionar, a escuchar lo que no queremos oír, a confrontarnos con nuestros propios fantasmas o como diría Jung, con nuestra sombra.
En el silencio podemos ser creativos gracias al vacío fértil. Sin embargo nos recuerda la muerte como significación del silencio absoluto.
Y qué angustia no escuchar nada. No sentir que a nuestro alrededor, se mueve el alboroto de los semejantes.
El silencio también nos permite escuchar la naturaleza de las cosas y de la vida, por ejemplo en un día de campo.
Y finalmente nos ayuda a escuchar la palabra del otro cuando tiene algo para compartir. Pues, hacer silencio es un acto de respeto y un ejercicio valiente cuando se trata de controlarnos, para no soltar la ira acumulada o la opinión inoportuna e impertinente.
Y es un acto terapéutico porque sana al escuchado, quien se siente acogido.
En definitiva, el silencio es importante, porque nos ayuda a examinar y comprender nuestros sentimientos, para crecer en sabiduría.