Yo creo que le tenemos miedo a las conversaciones profundas. Y creo que la raíz del miedo se encuentra en la incomodidad que produce el descubrimiento de quienes realmente somos.
Las “conversaciones de ascensor” no pasan de un saludo formal y de un comentario general en torno al clima. Luego una despedida obligada y una mirada fija en la “cámara celular” que también sirve para hacer llamadas, evitando cualquier contacto serio, trascendental, transformador con alguien que, a través de una pregunta incómoda, nos pueda lanzar al mundo de la reflexión interior. Continuar leyendo