Yo creo que no tengo certeza de nada, o al menos de muy pocas cosas.
Porque si la certeza es la posesión de una verdad que se corresponde con el conocimiento perfecto, entonces, ¿qué es la verdad?, si mi conocimiento es imperfecto.
Puedo tener certeza de algo, estar seguro, tener la evidencia que permite demostrar algo, para luego descubrir que mi conocimiento es imperfecto porque me dejé engañar por la percepción que, entonces distorsiona la realidad, porque al fin y al cabo la realidad no existe como algo universal, sino como una construcción subjetiva.
Y esa construcción está alimentada por lo que habita en mi pensamiento que a su vez está construido con base en las certezas de otros que, entonces no son fiables.
En medio de estos pensamientos me debato día y noche cuando descubro que aquello que llamo realidad, no es otra cosa que eso que he construido, y pretendo que los demás valoren como una verdad.
La conciencia de una certeza permite afirmar este conocimiento sin temor de duda y con la confianza plena en la validez de la información, por lo tanto, no puedo afirmar nada.
La certeza, se soporta en la evidencia, o en lo que puedo tomar como una evidencia de carácter irrefutable y todo es refutable porque depende de las circunstancias.
Entonces no puedo afirmar nada y mucho menos decir que estoy en posesión de la verdad.
Porque a veces, en las conversaciones que sostengo con otros, no puedo disfrutar de verdaderos diálogos sino del encuentro de un par de monólogos, porque cada uno habla desde su vivencia, su percepción, su creencia y lo más importante… sus certezas.
Sin embargo, una certeza que tengo en este momento es que voy a morir más adelante, porque no es posible vivir en el mismo cuerpo eternamente.
Otra certeza que me acompaña es aquella que experimento cuando trabajo desde el deseo y la felicidad.
Tengo la certeza de que he estado equivocado, que he cometido muchos errores y que, por supuesto si no los corrijo, dejaré de estar alineado con el Universo.
Y por estos días me ronda la certeza de que te amo porque te veo como eres y no como yo desearía que fueras.
Definitivamente porque tengo la certeza de que hasta el momento ha valido la pena vivir, sobre todo, porque he disfrutado de tu presencia en mi vida.