Controlar lo incontrolable.

city-731334_960_720Yo creo que el problema está en pretender el control de cada situación que sucede en mi vida.

Como también he aprendido, que no es posible el control absoluto de los actos y pensamientos de los demás, a menos que ellos decidan dejarse controlar.

Entonces el control como tal no existe.

Dirigir es sinónimo de buscar la manera de extender nuestro poder sobre una persona o situación, como cuando estoy conduciendo un automóvil y logro que el vehículo se dirija hacia donde yo quiero ir.

Esto me recuerda la historia cómica del empleado que como de costumbre, iba retrasado para su trabajo. Decidió tomar un taxi. Apenas entrando al auto de servicio público, le gritó al conductor: – ¡acelere porque voy de mucho afán para una reunión importante! -. El taxista obedeció, mientras conducía a muy alta velocidad. De pronto, el pasajero se dio cuenta de que no había dicho a donde ir. Entonces volvió a gritar desesperadamente - ¿señor usted sabe a dónde quiero ir?-. - No caballero, respondió el taxista, pero conduzco lo más rápido que puedo-.

¿Cuál control, si no tengo claro lo que quiero?

El control total, ni siquiera es posible, cuando el dispositivo remoto falla y el televisor no responde a mis necesidades de querer cambiar de canal.

Así en la vida real, en una relación de pareja, en una convivencia con amigos, en el mundo laboral donde se espera que los demás actúen de acuerdo con los parámetros o estrategias preestablecidas, el control no es posible, a menos que cada uno de los miembros de ese colectivo, decida adherirse y siga al pie de la letra, por convicción, la instrucción recibida.

Ahora ¿qué sucede cuando no hay un criterio unificado en torno al proceso de obedecer?

Obedecer se dificulta, cuando recibimos órdenes del exterior que, al tratar de llevarlas a cabo, es imposible lograrlas, porque no son coherentes o van contra toda lógica operativa.

Es aquí cuando la situación amerita que cada individuo aporte su opinión interpretativa de cómo se ejecuta la instrucción y entonces esa lectura particular, genera un caos, un nuevo desorden, un descontrol total, porque tantas lecturas creativas de la instrucción desvirtúan el concepto de control unificado.

De otro lado, espero que este diálogo teatral, relate el conflicto que surge cuando creo, o supongo tener el control de mis amigos.

Amigo uno: – ¿Supiste que el vicepresidente piensa lanzarse como candidato para las próximas elecciones y ser tu oponente? –
Amigo dos: -Ese estúpido, ¿cómo me hace eso? Pero sé que esa candidatura no va a prosperar, porque él no tiene apoyo político y además es un pésimo administrador público-.
Amigo uno: -Además me enteré de que tu “mejor amigo” del colegio piensa anunciar también su candidatura-.
Amigo dos: -Ese imbécil, ¿acaso no tiene miedo de que lo procesen por corrupción?
Amigo uno: Viejo, no te pongas mal, estaba charlando; realmente acabo de hablar con ellos dos y piensan apoyar tu campaña-.
Amigo dos: -Lograste enojarme y me hiciste hablar de temas oscuros de mis dos mejores y entrañables amigos y a quienes valoro tanto y sé que trabajan con tanta entrega por nuestro partido.

Controlar, se convierte en obsesión en quienes desarrollan el miedo a perder el supuesto poder que creen tener sobre los demás.

Finalmente, para ilustrar cómo en algunas ocasiones es mejor no jugar a tener el control, cuentan que había una vez un profesor quien, con su estilo particular de enseñar para la vida, proponía ejercicios curiosos y desafiantes a sus alumnos. Una mañana muy temprano en clase, les pidió a sus estudiantes que sacara media hoja de cuaderno, para que por escrito dieran respuesta a esta pregunta: ¿cuándo mide el salón?

Los estudiantes, comenzaron a especular y creyendo tener el control de la situación, en cada papel anotaron su respuesta. Cada alumno había respondido con un cálculo diferente. Incluso, el más sensato completaba su respuesta con la palabra “aproximadamente”, para impresionar a su profesor.

El maestro, luego de revisar el ejercicio, sólo agregó: -ninguno de ustedes ha acertado. – porque la respuesta correcta es: “no lo sé”.

Yo creo que pretender controlar lo incontrolable, es aparentar que se tiene el control, para disminuir el miedo que causa nuestra incapacidad frente al criterio y convicción de los demás. Pues al fin y al cabo, en última instancia, son los demás, quienes nos hacen creer que tenemos poder sobre ellos.

El mapa del tesoro

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Yo creo que cuando se trata de sueños, metas, objetivos y propósitos, el secreto consiste en insistir, persistir resistir y nunca desistir.

Dentro de los muchos recuerdos que tengo del colegio, con frecuencia llega a mi memoria el del profesor Valerio. Tenía una manera creativa de dictar su clase, pues rompía todos los paradigmas clásicos de la docencia. Salíamos del salón, aprovechaba la naturaleza, usábamos las diferentes instalaciones del colegio y hacía del proceso de aprender algo novedoso y fascinante.

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La importancia de la tarea pendiente

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Yo creo que tener una tarea pendiente o en otras palabras estar ocupado en un asunto por hacer, es una buena manera de encontrarle sentido a la vida, precisamente por la meta y por el proceso mismo de alcanzar dicho objetivo.

Por ejemplo, cuando emprendo la tarea de ahorrar frente a la pregunta ¿para qué ahorro? Continuar leyendo

Realmente…¿qué me estresa?

girl-2696947_960_720Yo creo que el estrés que siento es proporcional a mi personalidad. Y esto lo digo porque en el momento de evaluar qué me estresa, descubro que es todo aquello que no puedo controlar. Entonces debe ser que tengo una personalidad controladora.
Hace muchos años atrás, me encontraba en un taller para el manejo del estrés. Me inscribí en él, pensado en resolver algunos conflictos de salud asociados con la garganta y mi voz, por la actividad como conferenciante y profesor universitario. La fonoaudióloga que me trató en ese momento me recomendó que luego de descartar un problema gástrico, me cuestionara como psicólogo, la posible asociación entre el poder de la seducción de la voz, -y la necesidad de castigarme, o censurarme produciendo una disfonía-. Entendí que era una forma de estar en silencio para evitar “decir algo”, que por lo penoso… dejó muda la garganta.
Además, identifiqué finalmente, que estaba muy estresado, no sólo por la falta de técnica vocal, sino por el excesivo trabajo con la voz. Entonces terminé haciendo psicoterapia, curso de técnica vocal, taller para el manejo y control del estrés, así como visita a un maestro para aprender a meditar.
En ese momento confirmé que el proceso estresor tenía una relación directa con mi tipo de personalidad y con mi manera de pensar. El facilitador del taller explicaba en forma jocosa, que los individuos de Personalidad A son: Acelerados, Ansiosos, Angustiados, Apurados, “Aprioristas”, Agoreros, Anticipados.
Decidí entonces disminuirle ritmo a mi vida, darle un giro a mi forma de pensar y reaccionar, porque fue claro que, si cambiaba mi manera de pensar, cambiaba mi manera de actuar.
Todo esto ofreció como resultado, un cambio de perspectiva. Debido a la relación que existe entre el estrés y el estilo de vida laboral y la personalidad perfeccionista e insatisfecha con sus propios logros. Una típica estructura de personalidad que tiene como base un programa mental que dice: “puedo dar más”.
También entendí que, si no tengo capacidad de adaptación, aquello que huela a cambio o novedad, puede estresarme mucho.
Y si no tengo el control, sobre personas, situaciones, circunstancias, y fenómenos físicos y climatológicos, al menos si puedo buscar estrategias como un buen paraguas, abrigos, o la meditación profunda para ayudar a controlar la mente y lo que pienso.
También sé que lo que representa una amenaza, estresa sobre la faz de la tierra (desde tiempos inmemorables) a toda criatura animal.
Sin embargo, el proceso estresor es tan individual y único como cada persona. Es decir, lo que a mí me estresa, puede no estresar a otras personas.

Me pregunto: ¿Realmente qué me estresa?

Tengo dos posibles respuestas:Me estresa lo que yo elijo como estímulo estresor, y por lo tanto lo evalúo como tal, o me estresa lo que me dijeron “debería ser estresante” y en consecuencia me estreso como respuesta a ese condicionamiento.

Si bien es cierto, el mundo de hoy es muy estresante, también es cierto que puedo utilizar una gran cantidad de estrategias para disminuir el impacto del proceso estresor.

Entonces desde ese momento, elegí evaluar distinto los estresores… para darme cuenta de que no vale la pena estresarme por ciertas cosas…y que me estoy perdiendo el placer de vivir aquí y ahora…por estar pendiente de anticipaciones innecesarias,- de un futuro hipotéticamente catastrófico- que posiblemente no llegará.

Cuando se aproxima el fin.

time-3038213_960_720Yo creo que tenemos dificultades para cerrar ciclos. Y debemos reconocer que hay procesos inconclusos que, al quedarse así, impiden una correcta elaboración del duelo.

Los ciclos sin cerrar van y vuelven indefinidamente, pidiendo a gritos su conclusión.

Y descubro que lo que nos impide cerrar un ciclo, es el miedo al desenlace que sospechamos; así como en otros momentos, tiene que ver con la necesidad de permanecer atados a aquello que realmente no queremos cerrar, porque en el fondo, nos conviene tener motivos de queja, para poder pasar por víctimas o victimarios.

También hay ciclos que no se cierran, debido a la falta de trabajo sobre el orgullo y el obligatorio desarrollo de la humildad, condiciones necesarias para lograr la aceptación y el reconocimiento de los factores causantes de la parálisis, en la resolución de temas pendientes.

Al revisar asuntos inconclusos, me percato del miedo a enfrentar el encuentro conmigo mismo, debido al dolor en el ego que se produce, al mirarse así mismo.

Le tenemos miedo a lo que no entendemos. Rechazamos todo lo que se sale de nuestro control y atacamos cualquier cosa que nos saque de la zona de confort y de las supuestas seguridades con las que nos rodeamos.

Miremos por ejemplo cómo nos da terror, enfrentar el tema de cerrar el ciclo laboral, con todas las implicaciones que ello trae a nivel económico y de reconocimiento social. Postergamos, hasta el límite de lo posible, hablar de jubilación, porque lo relacionamos con la muerte de nuestra propia utilidad.

Jubilarse tiene que ver con la palabra júbilo o alegría de terminar un trabajo que desarrollamos en buena parte de nuestra vida. Sin embargo, si la valía y el orgullo personal dependían de esa labor, se hace muy difícil separar la actividad, de la identidad. Me refiero por ejemplo a aquel que, ejerciendo una profesión u oficio a lo largo de los años, ahora debe darle paso a las nuevas generaciones de profesionales y trabajadores, quienes incluso están mejor preparados que él, al tiempo que debe reconocer que, sus habilidades y conocimientos no son los mismos que lo hicieran competente en el pasado.

No se cierra el ciclo cuando sigo pensando y opinando en pasado… duelo sin elaborar como el de aquel, que comienza sus frases diciendo “cuando yo trabajaba en…” nostalgia característica de quien no ha soltado su identidad pasada.

Yo creo que es importante hacer un proceso terapéutico de pre-jubilación, para aprender a cerrar ciclos laborales y como una preparación obligatoria para entender cuando se aproxima el fin y de esta forma, exorcizar incluso otros temores a cerrar ciclos vitales, como los de la paternidad, en el “síndrome del nido vacío” o como los asociados con la pareja, ya por muerte natural o emocional de la misma, temas de los que hablaremos en futuras publicaciones.

 

 

 

 

En los calzones del miedo.

tree-1031814_960_720Yo creo que tengo derecho a sentir miedo; y reconozco que me equivoco cuando pretendo asustar a mis semejantes, para controlar un poco la angustia, buscando una supuesta solidaridad…tal vez esperando que ellos estén más angustiados que yo.
El miedo es natural, no sólo, desde nuestra condición animal, por aquello del instinto de conservación y gracias a los componentes bioquímicos que garantizan la supervivencia; sino por la complejidad mental, que “todo lo puede”, desde la imaginación, maravillosa creadora de escenarios catastróficos.
Considero normal ser capaz de ver el peligro y sentir miedo, así como veo anormal, quedarse muy tranquilo frente a una situación de peligro real, sin evaluar las consecuencias. Es decir, creo que es inadecuado magnificar una situación y verla como peligrosa, debido a la ansiedad anticipatoria, aún con la sospecha, de que posiblemente, no suceda.
En síntesis, hay miedos de miedos. Y cada situación peligrosa puede evaluarse distinto, si se tienen las herramientas para el control del pensamiento…pues, al fin y al cabo: “…la imaginación es una loca que no debe dejarse suelta”.
Preocuparse no tiene sentido. Mas bien, puedo ocuparme, cuando sea el momento adecuado; porque hay ciertas circunstancias y eventos a los que no puedo adelantarme para controlarlos, mientras que otros si. Entonces no vale la pena gastar energía en aquello que no tiene control…lo adecuado es canalizarla en lo que si se puede controlar.
Aquí, aparece la palabra clave: control. Todo lo que no puedo controlar, me causa miedo, temor, ansiedad, pánico. Dicho así, el remedio estaría en saber administrar las herramientas de pensamiento productivo, que me permitan tener un relativo control.
Pensar en forma creativa, buscando soluciones, tiene más lógica, que sumergirse en el mar de la angustia, dándole vueltas a un resultado hipotético, que aún no ha llegado.
Mirar todos los posibles escenarios, es sensato…centrarse sólo en el escenario catastrófico, no.
Es el momento de aceptar, que al “miedo nadie le ha puesto calzones”, y que, además, debo hacer un esfuerzo para respirar profundo, y con el cerebro oxigenado, distinguir, si ese miedo en particular, es más bien una espeluznante creación de mi sombra, que me atormenta innecesariamente, o algo que es real y que en consecuencia debo temer.
Yo creo que, en materia de miedos… ¡si yo los he creado…puedo desmontarlos!

Cuestión de disciplina

Yo creo que el secreto está en la disciplina. Y descubro que a la base de muchas actividades humanas se encuentra la capacidad de controlar nuestros pensamientos y comportamientos. Y si desde chicos nos educamos en el autocontrol, tendríamos, no solo una cultura mejor, sino unas generaciones de seres humanos más competentes y productivos.

Para la muestra este botón, que nos enseña el poder de la concentración y el trabajo dedicado, de quienes saben aprovechar el potencial de los jóvenes. Ya que no solo se trata de niños talentosos, sino también de maestros especiales que saben cómo lograr procesos educativos, que valgan la pena.

En el fondo, la idea es ponderar el valor de nuestros talentos, que bien canalizados pueden hacernos cambiar nuestra perspectiva del mundo. Pues, en vez de quejarnos tanto, podríamos enfocar todos nuestros esfuerzos en lograr la transformación de nuestras realidades.

Vinimos a la tierra para hacer cosas grandes.Y para ello es fundamental reconocer que los seres humanos tenemos mucho para dar; demasiado por hacer y sobre todo, metas por alcanzar.

Y si no es ahora, ¿cuándo?

Definitivamente, yo creo que es cuestión de disciplina y por supuesto de método.