Yo creo que el lugar más encantador de la casa materna es la cocina. Allí las tertulias, tienen el calor de la intimidad de la familia, que se van cocinando con los olores típicos de la sazón de la mamá. Continuar leyendo
Yo creo que no hay placer más edificante, que el de sostener una conversación inteligente con otro, a la altura maravillosa de su capacidad analítica. Es decir, con alguien que aporte elementos importantes para la reflexión y el análisis. Claro, hay tipos y clases de conversaciones, pero en el fondo, las que más disfruto, son aquellas que activan la creatividad y la riqueza de los contenidos; pues conversar con otro inteligente, conlleva la gracia del juego de palabras, cargadas de significados variados y exquisitos.
Sin pretender que la conversación suba a lugares inaccesibles para otros, si tiene la intención de recibir a los más aptos para sostenerla, fruto de la recursividad en el recorrido de laberintos lingüísticos o gracias a la información previamente adquirida para poder debatir o porque tiene la habilidad de esperar, para saber en qué momento se introduce en la esgrima verbal.
El arte de conversar, además requiere la paciencia de quien sabe escuchar. En primer lugar, para respetar la palabra de su interlocutor y en segundo, para tener argumentos suficientes con que rebatir, si es del caso, el comentario del otro.
Conversar, tiene la magia de volar con la imaginación, cuando la otra persona describe un hecho o acontecimiento. Y tiene la virtud de activar la construcción anticipada de la frase o idea que quiero exponer para sostener mi punto de vista.
Yo creo que conversar es un arte que hemos perdido por la acelerada vida que llevamos, sin tomar conciencia de la profundidad que puede tener un diálogo, sobre todo cuando tiene el poder de transformar nuestras vidas.
Entonces, es el momento de hacer una pausa en el camino, para dedicarle tiempo a disfrutar el placer de conversar con aquella persona, con quien vale la pena hacerlo y a quien le debo un coloquio largo y tendido, para compartir opiniones y puntos de vista sobre ese asunto puntual que hemos postergado y que ha llegado la hora de dialogar.
Yo creo que ser atractivo es algo muy distinto, en relación con lo que nos vende la publicidad.
Preguntaron en una investigación, ¿qué era lo que las personas consideraban atractivo? Las respuestas variadas y diferentes giraban en torno a percepciones de la armonía física y las cualidades de la personalidad. Incluso afirmaban que por supuesto el dinero facilitaba el atractivo, con todo lo que ello significa.
Entonces me di cuenta de que en materia de atractivo el problema es perceptual; todo depende del cristal a través del cual se mira.
En ese orden de ideas, nada ni nadie es atractivo por sí mismo, sino que depende del criterio de quien percibe.
Si yo respondiera la pregunta, diría: ser atractivo se parece más, al reflejo exterior del fondo de tu ser… cuando brilla con toda plenitud, la alegría de tu alma.
Para algunos, la simetría es la obsesión… procurando buscar en el exterior, lo que se ha perdido en el interior. Lo rico, creo yo, es la congruencia entre lo que pienso, digo y actúo; ahí es donde está el equilibrio.
De nada sirve un cuerpo “perfecto”, sin el complemento de una mente brillante y un corazón hermoso.
Yo creo que el atractivo está en una conversación animada y llena de recursos. En la posibilidad de controvertir, respetando la palabra del otro y sobre todo, permitiendo el libre fluir de su ser… desde el respeto.
Percibo que el atractivo está, en la sonrisa franca de quien habla de frente.
Creo que el atractivo está en la manera optimista como se ve el mundo, a pesar de las cotidianas dificultades del día a día.
Y creo que el atractivo está en la posibilidad de ser uno mismo.
La belleza pasa, cambia, se transforma… el ser todos los días se puede reinventar.
El atractivo tiene que ver con el magnetismo…y algunas personas podemos desarrollarlo, cambiando de actitud.