Es curioso que la mayor parte del tiempo la pasemos pensando.
El pensamiento es productivo cuando como resultado del mismo, se obtiene un producto.
Sin embargo hay pensamientos tan insulsos y pueriles que mas bien vale la pena no pensarlos y mucho menos gastar precioso tiempo en ellos.
La vida es tan corta que no tiene sentido invertir energía, angustias, dudas, páginas, tinta o superautopistas informáticas en asuntos de tan poca monta como por ejemplo: ¿estará ella o él, pensando en mí? ¿cuánto va a durar lo nuestro?, ¿me amas?; Sobre todo, cuando la respuesta es obvia, dura y contundente:…pues, en verdad, tengo la certeza de que me necesitas… y te necesito.
Me pregunto: ¿qué pensaría Montaigne?