Yo creo que cuando te miro, mientras diriges la palabra, al momento de conversar, me doy cuenta de la enorme cantidad de información que aportas al diálogo. Es decir, confirmo que no basta con escucharte, sino que hay que mirarte, para comprender la profundidad del mensaje que transmites.
Con el desarrollo tecnológico de los dispositivos móviles, para facilitar la comunicación, irónicamente hemos perdido la capacidad para comunicarnos de manera efectiva. Porque estamos más condicionados a responder al estímulo visual o sonoro del celular, que al mensaje de quien está en vivo y en directo a nuestro lado, con su presencia maravillosa.
En el sagrado arte de vivir, la existencia del otro es fundamental para darle sentido a mi propia existencia. Porque no puedo concebir un proyecto de vida, desde la soledad egoísta de mi mismidad, sin el controversial aporte de la otredad.
El otro me cuestiona, me acompaña, me contradice, me permite la dolorosa dialéctica, por su opinión distinta, gracias a la antítesis de su punto de vista que, al mismo tiempo, si me lo permito, es equilibrante.
No puedo ignorar esa presencia. Y por más que lo intento, al momento del diálogo, me encuentro con la verdad absoluta de que estás ahí, esperando la conexión respetuosa, de mi mirada, que debe además… ser atenta y concentrada.
Por más trivial que sea la conversación, debe contar con el respeto absoluto de nuestros contactos visuales. Entonces, no puedo seguir absorto con la mirada clavada en la pantalla móvil, mientras pretendo escuchar lo que tu voz real, reporta con su presencia vívida y comprender ambos mensajes al mismo tiempo. La lógica cerebral solo puede recibir un mensaje por vez. Entonces lo correcto, es interrumpir lo que estoy haciendo, en la pantalla de cristal líquido, y girar la cabeza con mirada y todo, hacia la cara expresiva de mi interlocutor, de carne y hueso, para cruzar las respectivas miradas, y entonces comprender la totalidad del mensaje que estás transmitiendo, ahora sí, debido a la conexión.
Es hermoso todo lo que sucede cuando te miro. No solo porque me doy permiso de comprender lo que estás diciendo, sino porque te estoy dando el regalo maravilloso de mi atención completa, desde el respeto, por tu palabra, y tu persona.
Yo creo que, a partir de hoy me voy a dar permiso de apagar el celular, para conversar contigo…mientras te miro.
Nuestra vida gira en forma acelerada y nosotros con ella. Sin embargo, yo creo que, dejamos pasar de largo muchas oportunidades que la vida nos presenta, porque es necesario tener ojos para verlas. Y esos ojos se entrenan, pues el proceso de ver no es tan simple como parece y de alguna forma se requiere una mirada especial para poder percibir aquellas sutiles señales que nos regala el universo.
La explicación más sencilla la tenemos cuando un par de personas, que se encuentran presenciando el mismo fenómeno, opinan sobre él. La primera podrá decir que aquello es lo peor que le ha pasado a su vida. Mientras la otra dirá, por el contrario, que es lo mejor que le puede suceder a su existencia.
Esto significa que un mismo hecho puede servir o no a nuestros propósitos. Y que depende de nuestra manera de interpretar y acomodar los fenómenos como podemos aprovechar esto que llamo señales del universo.
Cualquier evento puede ser trascendente o intrascendente según el punto de vista de quien lo mira. Lo interesante del asunto es tener la capacidad para abrir el entendimiento, para escuchar la opinión y la experiencia de otros, pues esto de alguna manera, enriquece.
Escuchar es otra de las habilidades que necesitamos desarrollar. Observe por ejemplo qué sucede en nosotros, cuando nos permitimos escuchar. Lo más difícil es guardar silencio. Porque es tanto nuestro afán de hablar, que olvidamos la presencia del otro y el potencial escondido que tiene fijar nuestra atención en lo que el otro dice y cómo lo dice.
Un buen propósito para nuestro crecimiento personal, es tener ojos para ver y oídos para oír. Y así disciplinarnos para pensar antes de hablar. Escuchar antes de hablar. Mirar, observar para luego comprender. Démonos el tiempo necesario para procesar. Ahora entiendo la importancia de la pausa para ver y oír.