Yo creo que han pasado varios días sin tomarme un café con un amigo.
Debo reconocer que no he sido de muchas amistades.
Y podría decir que son contados en los dedos de mi mano, aquellos a quienes puedo llamar: “amigos”.
Se convino el martes como fecha de encuentro y a las dos de la tarde.
Salí motivado y al mismo tiempo expectante de lo que podría pasar en la conversación y sobre todo lo que sentiría con el reencuentro.
Propusimos que el primero que llegara elegiría el lugar en el centro comercial.
Nos dimos cuenta de que ambos teníamos en mente el mismo sitio, pues allí tomamos un delicioso café capuchino.
Luego de los saludos protocolarios y del repaso de lo ocurrido en los últimos días, tarea obligatoria debido al tiempo transcurrido desde la última conversación, pasamos a los temas profundos cargados de dolor y sentimiento.
El llanto afloró con facilidad cuando pregunté por su trabajo anterior y por lo que estaba haciendo ahora.
Y nuevamente lo más interesante y significativo, cuando me di cuenta de que la conversación versaba nuevamente en la traición y en el olvido de los que en su momento llamábamos nuestros cercanos en el ambiente laboral y de cómo los jefes y compañeros de trabajo no son realmente amigos sino pares en competición.
Más allá de la catarsis y del desahogo provocado por la temática tratada, llegamos a la conclusión de que los verdaderos amigos se conocen en las dificultades.
Con frecuencia me pregunto sobre la enorme responsabilidad que significa esa relación tan particular a la que llamamos amistad.
Tal vez la desconfianza o el temor a desnudar el alma sea lo que me prive de tener más amigos significativos.
Recuerdo con mucho pesar que, en su momento, quizá por la inmadurez o tal vez por la falsa expectativa confié mis más profundas sombras y temores a personas que no supieron guardar el secreto que les confiaba. Entonces sufrí la decepción profunda que produce el sentirse defraudado precisamente por las personas especiales de tu vida. Porque como decía el poeta Khalil Gibran: “Si revelas tus secretos al viento, no culpes al viento por revelarlos a los árboles”.
Gibran escritor, poeta, artista visual y pensador filosófico profundo, decía que: – “Puedes olvidar a aquél con el que has reído, pero no a aquél con el que has llorado” para referirse a los verdaderos amigos que se conocen en los momentos de dificultad.
Aunque nada debe sorprenderme con un ser humano, porque todos sus pensamientos y conductas están dentro del campo de todas las posibilidades precisamente, en cualquier momento esa posibilidad hace que el sentimiento y la lealtad se tornen en contra.
Por lo tanto, yo creo que, ser amigo es una enorme responsabilidad…desde el respeto y la misericordia.