Yo creo que como decía Sōsan, también conocido como Sengcan, – “Cuando la mente existe imperturbada en el Camino, nada en el mundo la puede ofender. Y cuando nada puede ofender, algo deja de existir”-.
El ego y la expectativa hacen mucho daño.
En estos últimos días me ha sorprendido el incremento de los incidentes callejeros provocados por la carga emocional y el estrés, así como por las expectativas que tiene el ego de ser reconocido.
Ya sea en la calle o en la propia casa, la intolerancia campea, cuando la ofensa se produce fácilmente y algunas veces de manera inconsciente.
Cada vez son más frecuentes los casos de violencia intrafamiliar que reportan los diarios y las autoridades y la manera fácil y espontánea como se detonan dichos conflictos.
Reflexiono y entonces me doy cuenta de que, como todos, estoy en El Gran Camino. Y en ese proceso de caminar la vida, continuamente me encuentro con situaciones emocionales que se tornan difíciles cuando tengo preferencias. Es decir, el proceso sería más fácil si no tuviera opciones preferidas.
Y nuevamente cito a Sōsan cuando sostiene que: – “…si el amor y el odio están ausentes, todo se vuelve claro y sin disfraz”-.
Lo que estoy aprendiendo es que, si deseo ver la verdad, no debo tener opiniones a favor o en contra de nada. Porque si lo hago, así sea la más pequeña distinción, el cielo y la tierra se separan infinitamente.
En este año que comienza sé que no debo contraponer lo que es de mi gusto, a lo que me disgusta, porque termino afectando la mente, ya que cuando el significado profundo de las cosas no es comprendido, la paz esencial de la mente se perturba en vano y el cuerpo paga las consecuencias.
Así que El Camino es perfecto, como el vasto espacio, cuando nada falta y nada sobra.
Y mi expectativa de ver cumplimentado el ego es un esfuerzo inútil, por lo tanto, es innecesario cualquier movimiento en esa dirección.
Yo creo que, entre la ofensa y el olvido, lo mejor es la mala memoria.