Yo creo que la importancia de lo que ocurre en el tiempo depende de mí consciencia de este.
El escritor argentino Jorge Luis Borges tenía una manera muy romántica de medirlo pues decía que: “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.
Esta semana estuve organizando un paseo familiar.
Como un filigranista confeccioné el recorrido turístico con lujo de detalles. Desde el tiempo de los desplazamientos hasta los momentos para descansar y dormir.
De pronto me di cuenta de lo obsesivo de mi actitud, planeando el cronograma de actividades, pues cualquier alteración podría significar la caída de aquel castillo de naipes.
No quería perder un solo instante de mi vida. De manera milimétrica había diseñado el itinerario para no perder un solo minuto…pero luego sentí que esta camisa de fuerza le estaba quitando la espontaneidad al sagrado arte de vivir y sobre todo al proyecto de vida de mi esposa quien, de manera amorosa, así me lo hizo ver.
Reconozco que desde al año pasado, luego de estar cercano a la muerte, por el tratamiento oncológico, mi conciencia sobre el valor del tiempo se ha venido aumentando.
Se que malgasté el tiempo y ahora el tiempo me malgasta a mí, como diría William Shakespeare.
Y al ser sincero conmigo mismo, me doy cuenta de que, en este momento de mi vida, no quisiera perder nada de tiempo.
Si lo considero un recurso, el tiempo es el más valioso, así como el más escaso en estos momentos de mi vida.
Ya sé que el tiempo es irrecuperable. Por eso ahora no quisiera malgastarlo.
Y además observo que la vida es lo que está sucediendo mientras discuto, sufro o me preocupo sin sentido.
Entonces de manera juiciosa, me he propuesto vivir concentrado en el presente, buscando la armonía y la paz interior, dada las dificultades que ha representado el ahuyentar el fantasma del miedo y la angustia de lo que está por venir.
Yo creo que la esperanza puesta en el futuro me mantiene vivo, sin embargo, al mismo tiempo me cuestiona la falta de minutos, pues intuyo que, sin tiempo, no hay futuro para mí.