Yo creo que se nota la diferencia cuando se ama lo que se hace. Y digo esto porque es evidente en cada uno de los ciudadanos a quienes nos encontramos en la calle o en las oficinas públicas o privadas, en los restaurantes y en cada lugar donde se realice una profesión y oficio que implique servicio al cliente. Se percibe claramente quien ama lo que hace y quien ejecuta esa labor porque le toca o es su obligación.
Benditos aquellos que tienen la fortuna de realizar labores remuneradas o no, que les produce placer o bienestar. Algo así como que reciben paga por hacer lo que más les gusta.
Así mismo encontramos personas desarrollando actividades por deber o bajo la presión de las circunstancias económicas u ocupacionales. Esas personas sufren y hacen sufrir a los demás por la manera como laboran.
El secreto está en disfrutar lo que se hace y sacarle el mejor provecho personal y profesional, aprendiendo cada día de la labor que se realiza y dando ejemplo y testimonio de vida realizada.
Pero aquellos que se quejan todo el día de su trabajo, critican a sus compañeros y la emprenden contra el jefe o el patrón, contagian y contaminan de pesimismo y derrota, cada espacio y grupo de personas con quienes tienen contacto.
Sentido de pertenencia con lo que se hace y con la empresa, que nos da la oportunidad de ganar un salario; ver en cada persona, el cliente que va a pagar el estudio y la alimentación de los hijos y permite el ahorro para el mañana, configura el estilo de vida de quien agradece la labor y la terapia ocupacional que hoy tiene.
Por humilde o sencilla que sea nuestra labor o por importante y destacada que sea, es importante agradecer…y sobre todo ver en el otro un cliente potencial para incrementar nuestros ingresos, nuestra experiencia y nuestro crecimiento personal.
Amar lo que se hace y hacer sólo lo que se ama, he ahí la propuesta… ¡sin excusas!