Yo creo que las primeras experiencias infantiles, se convierten en arquitectos que diseñan nuestro futuro, sobre todo a nivel vocacional.
Mi madre, quien me motivó a leer libros de psicología y filosofía, también me enseñó a ver cine cuando estaba niño y adolescente. Fueron muchas las películas que vimos, desde dibujos animados, aventuras, suspenso, ciencia ficción y más adelante, aquellas de profundo contenido psicológico, pues éramos asiduos asistentes a las salas del cine Libia, cerca al parque de Bolívar en Medellín, y a la del Subterráneo, donde se proyectaban las películas “para pensar”. Continuar leyendo
Yo creo que le tenemos miedo a las conversaciones profundas. Y creo que la raíz del miedo se encuentra en la incomodidad que produce el descubrimiento de quienes realmente somos.
Las “conversaciones de ascensor” no pasan de un saludo formal y de un comentario general en torno al clima. Luego una despedida obligada y una mirada fija en la “cámara celular” que también sirve para hacer llamadas, evitando cualquier contacto serio, trascendental, transformador con alguien que, a través de una pregunta incómoda, nos pueda lanzar al mundo de la reflexión interior.Continuar leyendo
Como sé que interfiero para que suceda, con frecuencia, hago esto con quienes convivo, y es convertirlos en mis cómplices, para que hagan parte de mis planes felices. Y creo que ahí está el error. Continuar leyendo
Yo creo que la vida me regala maravillosas oportunidades para darme cuenta. Lo importante es estar despierto para de esta forma tomar conciencia. Un evento, por insignificante que sea, puede contener un enorme caudal de sabiduría. Si tengo ojos para ver y oídos para oír, entonces es posible lograr el despertar de la conciencia. Continuar leyendo
Yo creo que el cambio es posible siempre y cuando sea consciente del desapego al círculo vicioso para poder trascender y vencer la inmanencia.
Lo curioso del asunto es que cuando lo miramos psicológicamente, como terapeutas gestálticos, nos encontramos con la famosa “Teoría Paradójica del Cambio”; que dice que: “…cuanto más intento ser, quién no soy… más permanezco igual. (Beisser, 1970).
Como seres humanos nos enfocamos en lo que “debo ser”, “debo hacer” o “los demás esperan que haga” y al mismo tiempo nos resistimos a estos deberías. Entonces frente a estas dicotomías es muy importante identificar las dos polaridades: Por un lado. ¿Quién soy? y por otro ¿Quien no soy? Por ello es adecuado preguntarnos con frecuencia, qué es lo que estoy experimentando o sintiendo en cada momento, para darme cuenta, aquí y ahora, de quién está actuando: El Yo, o el No Yo.
Así mismo, en terapia Gestáltica conocemos dos axiomas que dicen: “Lo que es, es” y otro que sostiene que: “una cosa conduce a otra”(Polster y Polster, 1973).
En este orden de ideas, si lo que es… es, entonces esto quiere decir que es importante permitirme ver las cosas como son,desde una postura fenomenológica, en otras palabras no engañarme, no mentirme, para poder iniciar un proceso de cambio si es posible.
A nivel terapéutico, dice Gary Yontef en el libro Proceso y Diálogo en Psicoterapia Gestáltica, que el instrumento de cambio es precisamente la relación con un terapeuta, que de una manera responsable, respetuosa y técnica se fundamenta en quién es él verdaderamente (se conoce) y por lo tanto acepta y comprende al paciente. Creo que aquí está el secreto… aceptarse. Si ese otro me acepta, ¿por qué no puedo hacer lo mismo, conmigo?
El darse cuenta de lo “que es” conduce a un cambio espontáneo. Y lo más productivo es el descubrimiento de que: “Puedo’ estar con alguien, sin manipular, ni ser manipulado”.
Para el cambio, este trabajo de darse cuenta, puede comenzar en cualquier momento en el que estemos dispuestos, si tenemos la capacidad de darnos cuenta y nos permitirnos conectarnos con el todo. El proceso que sobreviene conduce a cambios en todo el campo, por supuesto si nos damos permiso de fluir en la transformación.
Se trata de iniciar una completa investigación conmigo mismo, pues a mayor profundidad en la búsqueda, más intensa la reorganización y por ende el inicio de la transformación.
Es importante reconocer que algunos cambios sólo pueden apreciarse años más tarde.
Yo creo que es urgente educar para la trascendencia. Para enseñar a las nuevas generaciones la importancia de una mirada profunda del mundo, de sí mismos, de los demás y de la historia. Al fin y al cabo educar no es sólo transmitir conocimientos. Se parece más a la capacidad de motivar para saber más, conocer más, amar más, ser más persona.
Lo que busca básicamente un buen educador, es despertar el yo consciente de sus alumnos, para que elaboren un proyecto de vida que les permita descubrir su misión personal.
De ahí la importancia de educar en el silencio. Para que puedan encontrar su mismidad, su identidad. Y de esta forma descubran sus capacidades y potencialidades y las desarrollen desde una libertad responsable.
Y de otro lado, fortalecer la inteligencia emocional y afectiva de mis hijos y de mis alumnos a través de la relación con otros, desde el respeto y la responsabilidad.
Por lo tanto la educación busca ayudar en el proceso de la trascendencia, para ir más allá. Es decir, moverse hacia una esfera mayor para comprender los diferentes niveles y estratos de la realidad y de esta forma transformarla.
Les enseño a trascender a mis hijos y alumnos cuando les muestro cómo superar un límite. Gracias a la motivación del deseo por ir más allá de lo que conocen aquí y ahora, y en consecuencia ampliar la mirada y la perspectiva.
Pues trascender significa: sobresalir, pasar de dentro a fuera, superando su propia limitación, pues lo trascendente es lo que se encuentra por encima de lo que es inmanente y toda inmanencia es, al fin y al cabo, alienante y hay que salir de ella, proponiéndose nuevas metas y objetivos.
La trascendencia en un ser humano, nos lleva más allá del mundo que percibimos a través de nuestros sentidos, porque va más allá de la conciencia. Entonces, la existencia humana se entiende cómo una continua y siempre renovada trascendencia, que nos proyecta en búsqueda del sentido de las cosas.
De ahí la importancia de enseñar a trascender los valores materiales, para encontrar la verdadera dimensión del valor de las cosas, de los objetos, del cuerpo, del dinero. Y de otro lado ponderar el valor del silencio, la contemplación, el uso del tiempo libre, la conversación, la meditación.
En otras palabras, trascender es ayudar a superar el límite de la muerte para comprender el valor de la vida.
Yo creo que los padres y maestros educamos para la trascendencia, a través del diálogo profundo, motivando el descubrimiento del poder del silencio y mostrando cómo contemplar y admirar el universo. Desarrollando la paz. Cultivando la belleza y la armonía interior. Ejercitando la bondad y mostrando el significado último de los símbolos.
Yo creo que educando para la trascendencia, le damos sentido a nuestra propia vida y a las de los demás.