Sin tiempo no hay futuro.

IMG_7610Yo creo que la importancia de lo que ocurre en el tiempo depende de mí consciencia de este.

El escritor argentino Jorge Luis Borges tenía una manera muy romántica de medirlo pues decía que: “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.

Esta semana estuve organizando un paseo familiar.

Como un filigranista confeccioné el recorrido turístico con lujo de detalles. Desde el tiempo de los desplazamientos hasta los momentos para descansar y dormir.

De pronto me di cuenta de lo obsesivo de mi actitud, planeando el cronograma de actividades, pues cualquier alteración podría significar la caída de aquel castillo de naipes.

No quería perder un solo instante de mi vida. De manera milimétrica había diseñado el itinerario para no perder un solo minuto…pero luego sentí que esta camisa de fuerza le estaba quitando la espontaneidad al sagrado arte de vivir y sobre todo al proyecto de vida de mi esposa quien, de manera amorosa, así me lo hizo ver.

Reconozco que desde al año pasado, luego de estar cercano a la muerte, por el tratamiento oncológico, mi conciencia sobre el valor del tiempo se ha venido aumentando.

Se que malgasté el tiempo y ahora el tiempo me malgasta a mí, como diría William Shakespeare.

IMG_7613Y al ser sincero conmigo mismo, me doy cuenta de que, en este momento de mi vida, no quisiera perder nada de tiempo.

Si lo considero un recurso, el tiempo es el más valioso, así como el más escaso en estos momentos de mi vida.

Ya sé que el tiempo es irrecuperable. Por eso ahora no quisiera malgastarlo.

Y además observo que la vida es lo que está sucediendo mientras discuto, sufro o me preocupo sin sentido.

Entonces de manera juiciosa, me he propuesto vivir concentrado en el presente, buscando la armonía y la paz interior, dada las dificultades que ha representado el ahuyentar el fantasma del miedo y la angustia de lo que está por venir.

Yo creo que la esperanza puesta en el futuro me mantiene vivo, sin embargo, al mismo tiempo me cuestiona la falta de minutos, pues intuyo que, sin tiempo, no hay futuro para mí.

Desayunar y lavar los platos.

pexels-photo-236302Yo creo que, en este momento de mi vida, es propicio meditar sobre este Koan.

Una vez, un novicio frente a su maestro le dijo:- “Acabo de entrar al monasterio”, “Por favor, dame instrucciones”-.

A lo que su Sensei le respondió: “¿Has desayunado?”

“Sí, lo he hecho”, respondió el monje. -“Entonces, “lava tus platos”-. ordenó el maestro.

Me he quedado largo rato, permitiendo que este Koan se haga luz en mi proceso.

Entonces lo entiendo de la siguiente manera:

Luego de terminar este tiempo de tratamiento oncológico y radiológico, acabo de entrar al monasterio de la vitalidad. Y en esta nueva oportunidad me pregunto: ¿Qué debo hacer, estando aquí, plenamente consciente?

Me declaro aprendiz de la vida y de la muerte, porque si antes esperaba que la parca llegara, ahora espero que la vida suceda porque yo estoy haciendo que suceda.

También reconozco que soy un maestro quien, frente a su “desayuno”, lo toma lentamente, de manera consciente, como si fuera el último, porque es algo extraordinario que hoy sucede en la mañana y que no debo verlo como algo obligatorio y permanente. El momento es aquí y ahora y no puedo garantizar nada en lo futuro.

Antes solicitaba instrucciones para vivir. Las buscaba desesperadamente en los libros y en la ciencia. Ahora sé que el sagrado arte de vivir consiste en estar plenamente consciente, conectado con el presente, haciendo aquello que las circunstancias me piden y  reconociendo que definitivamente soy el autor de mi propio libro.

pexels-photo-8710814Por eso “lavo los platos de mi desayuno” como una acción consecuente, pues soy responsable por mi vida y mis actos y no puedo esperar a que otros hagan, lo que debo hacer por mí mismo.

Este año ha representado bastantes sufrimientos y dolores a partir de las lecciones que me ha propuesto la certeza de la muerte. Sin embargo, ha significado mucho más en cuanto a los aprendizajes relacionados con el sentido de la vida.

¿Entonces me pregunto, a partir de ahora, cómo quiero vivir?

Y la respuesta que resuena es poderosa y contundente:

Quiero vivir intensa, amorosa y creativamente al lado de los seres que amo, haciendo lo que me gusta hacer, en beneficio de las personas con quienes tengo la fortuna de compartir la vida.

Yo creo que cada día me permite desayunar…para lavar mis platos.

No hay peor enfermedad, que el diagnóstico.

pexels-photo-6436252Yo creo que no hay peor enfermedad que el diagnóstico.

Esa mañana la sala de espera del médico estaba fría y llena de caras largas. Algunos se quejaban otros miraban al infinito y los más resignados cerraban sus ojos, no sé si porque dormían, oraban, o con su gesto pretendían aislarse del mundo.

Esperé mi turno con paciencia. Luego el llamado cálido pero distante.

Con una sonrisa verídica, mas de amigo que de médico me invitó a pasar y sentarme en la silla asignada.

No había terminado de sentarme, cuando de manera directa y sin rodeos, mi cirujano me dijo que las noticias no eran buenas. -Juan tienes un linfoma y te voy a remitir a oncología-.

Sentí, mucho miedo e indefensión. Estaba con mi esposa a quien miré y estaba llorando también.

Sólo alcancé a preguntar: – ¿y el pronóstico? – No es bueno, respondió el galeno, porque estamos frente al papá de los linfomas, según la interconsulta que hice con el oncólogo. Es un linfoma anaplásico de células T.

En ese instante, desfilaron por mi mente, el pasado, el presente y el futuro.

Al salir del consultorio tomé la mano de mi compañera y en un silencio profundo y muy amoroso caminamos por un corredor que ahora se hacía más largo, oscuro y tenebroso. La muerte estaba frente mí, tocándome con su mano fría e inexorable.

Luego con más calma, tomé la decisión de vivir conectado con el ahora, aquí y en este momento decidí que iba a vivir solo el día a día.

Por lo tanto, desde ese instante, agradezco cada amanecer, disfruto el nuevo sol que me enseña el poder del ahora, oigo cantar a la naturaleza que ahora se me antoja una oración. Y agradezco todo lo que vivo incluso el dolor infinito que reporta mi cuerpo.

En el momento que escribo estas líneas estoy en el proceso de quimioterapia. Acá en la unidad de oncología todo está diseñado para la camaradería solidaria. Cada uno de mis compañeros, me recuerda que la enfermedad no establece ningún distingo social y que todos somos iguales.

Miro a mi alrededor y por un momento me siento aliviado.

Esta mañana llegó un paciente recuperado, a darnos ánimo. Acababa de salir de su cita de revisión donde le daban de alta, luego de siete años de lucha contra un cáncer de estómago. -Tengan fe, esperanza, fortaleza y no desfallezcan yo estuve siete años como ustedes y hoy puedo cantar victoria, si yo pude, ustedes también-. Lo aplaudimos con fuerza durante largo rato. Aunque en el fondo, ese aplauso era para nosotros mismos.

Yo creo que no hay peor enfermedad que el diagnóstico. La mente se nubla con negros presagios. Pero al vivir el día a día, descubro y confirmo que todo tiene su propósito, que nada viene al azar y que definitivamente ésta es la siguiente lección de la que debo aprender para mi crecimiento espiritual.