Te veo.

en la teteríaYo creo que te veo cuando me doy permiso de hacerlo de manera consciente y no tengo miedo de observar aquello que sospecho, pero que entiendo que eres tú, aunque mi deseo quisiera ver otra cosa.

Cuando vamos a cine y siento la fascinación de la pantalla gigante con sus efectos especiales y sonidos envolventes, porque más que un ritual, se convierte en la manera como saldo una deuda con mi alma de niño que todavía se asombra y entonces me acompañas como una niña más.

Esta semana Avatar fue la elegida para soltar la imaginación y sobre todo dejar que la filosofía existencial se apoderara de la conversación posterior, en medio de un par de cafés capuchinos, en aquel sitio preferido, que nos acoge para continuar la tertulia, que sin falta inicia en el momento mismo de terminar la película.

El tema del agua es mágico y psicoanalítico al reencontrarme con la madre.

Y lo más poderoso es la fuerza que adquiere la familia y la amistad incondicional para continuar el camino y la lucha.

Ya en la primera versión y luego en esta segunda entrega de Avatar “El camino del agua” me impactó la expresión “te veo”.

Entonces me pregunto ¿qué es verte?

Porque te veo en el café que me llevas cada mañana, para que mi día esté lleno de energía.

En los tulipanes que decoran el jardín que diseñaste con tus manos.

En el alcazarEn las suculentas, que se alimentan de poca agua y muchas palabras tuyas.

En la lonchera repleta de viandas, cada una de ellas alimentando el amor.

En los cachorritos necios, hiperactivos, amorosos e incondicionales que se suben a la cama buscando el calor y el juego de sus amos.

En los desayunos, como me gustan y como me los sueño.

En los amigurumis que pueblan mi nochero.

En las palabras profundas y sentidas cuando me hablas al oído y me dejo llevar por el canto sanador de tus argumentos.

En las naranjas, duraznos y fresas que me recuerdan la protección de mi madre.

En las risas nocturnas que me hacen falta cuando tú no estás.

En las chocitas, de niños juguetones, que se esconden debajo de las cobijas y las almohadas, pues se convierten en los escudos que los protege, por un rato, del mundo y sus agites.

En las guitarras colgadas en la pared.

En los textos de filosofía y psicoanálisis.

En la camiseta de la Complutense.

Guapa…En todos los videos y fotos de Madrid.

Y en la nostalgia de tu abrazo y en la alegría de tu llamada, seis horas después.

En fin… yo creo que te veo en todas las mujeres de mi vida.

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