Yo creo que he tenido una vida rica.
Estas fechas decembrinas marcan el momento propicio para una evaluación.
Mientras los demás están reunidos para celebrar en familia… me alejo del alegre grupo y observando el horizonte, por un momento me detengo a meditar sobre mis pérdidas y ganancias del año y resulto beneficiado con el balance.
Pues desde mi nacimiento, la existencia me ha colmado con experiencias enriquecedoras para mi crecimiento personal.
Como por ejemplo los padres que me dieron la vida, maravillosos seres humanos que desde su conciencia y sentido común dieron lo mejor de sí mismos para iluminar mi camino.
Aquellas mujeres que en su momento y oportunidad me enseñaron tantas cosas del sagrado arte de vivir.
Los amigos seleccionados que he disfrutado y sufrido en el camino.
Los momentos cercanos a la muerte vividos con intensidad varias veces.
Las dificultades económicas y de salud, así como los periodos de abundancia y riqueza que en ocasiones han acompañado este recorrido.
El colegio donde pasé la mayor parte del tiempo aprendiendo a resolver problemas y la universidad que formó mi criterio profesional.
Las hermanas amorosas y diferentes en su estilo y manera de pensar y de ser, que la vida me obsequió, en compañía de esos otros hermanos que tengo gracias a sus esposos.
Los sobrinos que representan una nueva forma de paternidad y por supuesto mi hija, pedazo de mi corazón que desde antes que naciera ya cuestionaba mi futuro como consejero, guía y protector.
Mi esposa, compañera incondicional quien de la mano de su hijo han sido mis maestros desde la alegría, la positividad, la creatividad y el trabajo juicioso y motivado cuando las cosas se ponen difíciles en el trayecto.
Mis alumnos del colegio y la universidad que le han dado sentido a mi paso por la tierra al permitirme el papel de ser maestro.
Y la presencia ignorada de eso algo más allá, que a veces dudo, pero que, gracias a los incansables debates y peleas espirituales, me devuelve la fe rodeándome de milagrosas manifestaciones.
Mi vida ha sido rica en dolor y sufrimiento, en alegría y decepciones, en tristezas y frustraciones, en esperanzas y promesas, en proyectos y culminaciones.
Incluso el dolor y el terror de atravesar un cáncer para mi aprendizaje y preparación espiritual; porque al fin y al cabo soy eso, un espíritu atrapado en un cuerpo, que en algún momento recobrará su naturaleza etérea para continuar la marcha en otro plano, en otra vibración.
Por el momento celebro mi vida y sus circunstancias y en este fin de año brindo por la riqueza que el Universo me ha regalado y me seguirá regalando, mientras esté dispuesto a recibir.