<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

¿Y el profesor? Al otro lado de la pantalla

Con millones de estudiantes en casa, las clases virtuales son la opción. Estas son las implicaciones.

  • ilustracIÓn LAURA OSPINA
    ilustracIÓn LAURA OSPINA
26 de marzo de 2020
bookmark

Los jóvenes de escuelas y colegios en Colombia llevan una semana sin organizar uniforme ni útiles, sin ver a sus compañeros ni a sus profesores. Quizá si usted tiene hijos, sobrinos y amigos lo evidencia en Colombia, pero además sucede en España, en Argentina y muchos otros países. 102 para ser más precisos (ver Radiografía). Además incluye estudios superiores.

Los colegios y universidades están cerrados y los estudiantes en casa. Es una medida de protección para prevenir y controlar la propagación del covid-19.

Para la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, la situación impone a los países “desafíos para proporcionar un aprendizaje ininterrumpido a los niños y jóvenes de manera equitativa. Una oportunidad para repensar la educación, ampliar el aprendizaje a distancia y hacer que los sistemas educativos sean más resistentes, abiertos e innovadores”. Y Colombia, ¿estaba preparada?

La respuesta es no, pero al hablar específicamente de primaria y secundaria. Así lo confirma el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Pontificia Universidad Javeriana, que venía estudiando el tema e investigando si los colegios públicos del país estarían capacitados para implementar lecciones virtuales ante una eventual suspensión de clases.

Luz Karime Abadía, codirectora de dicho laboratorio, explica que, especialmente en los colegios públicos, encontraron que en promedio el 63 % de los estudiantes del bachillerato “dicen que en sus casas no tienen internet ni computador”, y eso es importante a la hora de buscar alternativas para continuar con el estudio desde casa. Una cifra que los dejó preocupados.

“El tema evidenció que estamos muy atrasados, que no hay innovación educativa, que seguimos usando métodos tradicionales como las clases magistrales en las que el profesor dicta la materia y los demás escuchan, y que eso nos impide evolucionar o responder de manera más rápida ante situaciones como estas”, concluyó Abadía.

El estudio no lo extendieron al caso de las universidades, pero Andrés Ochoa, director de UPB virtual, considera que estas ya venían implementando el tema y por ende sí están más dispuestas, sin embargo están enfrentando el reto y depende de cómo se mire puede significar una gran oportunidad o no. “Ahora van a quedar expuestos los problemas más evidentes, esos que los investigadores y que la academia ya venían mirando, y esto servirá para decidir qué camino vamos a tomar”.

Ochoa cree que en los próximos meses se logrará algo que no se había conseguido en años y es cambiar el comportamiento. “Hoy puede sentirse caótico, pero dentro de la segunda o tercera semana se va a ir estabilizando, dentro de un mes será parte de la rutina y terminará la contingencia y va a empezar un boom: todos querrán hacer la transformación digital porque ya hicieron lo más importante, cambiar los hábitos y el comportamiento. La tecnología y el conocimiento ya estaban ahí”.

Mauricio Vásquez Arias, coordinador de la Maestría en Comunicación transmedia de la Universidad Eafit, ve este hecho como una gran oportunidad de que muchos entiendan los beneficios de la enseñanza virtual.

El inicio de un cambio

Adriana Vega, docente de posgrado de Comunicación Digital en la UPB, precisa que la educación en general ha tenido un contexto histórico de presencialidad. “De ese contacto con el profesor con el que se puede sentar a conversar, y eso le gusta y le hace muchísima falta a la gente. Un estudiante puede ver al docente como una autoridad que le está transmitiendo conocimiento y esas tres palabras: autoridad, transmisión y conocimiento se revalúan y revuelcan en la enseñanza virtual”.

La gran diferencia entre los dos tipos de educación no solo tiene que ver con no asistir a un aula de clase, Vásquez resalta la autonomía estudiantil, y el hecho de que cada estudiante “sea independiente, se autorregule, que exista una agenda de trabajo en la que cada uno organiza su tiempo”.

Vega detalla que este tipo de enseñanza exige que un alumno sea disciplinado, tenga autocontrol para sus horarios, para examinar lo que tiene que hacer y tomar decisiones como a qué hora estudia, lee, hace los ejercicios para cumplir con unas fechas de entrega.

En cuanto a la transmisión de conocimiento, en lo digital se genera una práctica en conjunto, “y por eso el trabajo colaborativo adquiere tanta importancia. En una clase presencial tú puedes estar aislado de tus compañeros si así lo prefieres, en la virtual, cuando está bien diseñada, es fundamental el trabajo colaborativo y la construcción de conocimiento. Una persona participa a través del diálogo y el debate”.

Para los maestros

De la noche a la mañana a los profesores les tocó resolver sus clases. Ochoa cuenta que siempre han existido educadores que se han resistido al cambio digital, pero la actual vivencia está mostrando que están dispuestos a aprender y “nos estamos apoyando, con todo el amor y la paciencia”.

Vásquez aclara a los docentes que no se habían acercado a estos escenarios que no hay un solo modelo y puntualiza que virtualizar no es digitalizar, “significa que si en un momento determinado un educador encuentra que sus estudiantes no tienen conectividad ni dispositivos pues hay otros medios y por eso lo primero es evaluar los recursos y tecnologías con las que cuenta”. Una puede ser una radio comunitaria y hay más, es ser creativos, “no hay una única forma de hacerlo ni una sola tecnología”.

Hay necesidades distintas, “desde la asignatura dictada a través de telepresencia (clase virtual), los laboratorios virtuales (representan uno real) o los espacios de simulación (que reproducen casos de cualquier tema con mucha fidelidad), tenemos muchos recursos a disposición. La decisión que cada profesor tome de la estrategia de virtualización de sus espacios de aprendizaje debe estar vinculada a las realidades de su contexto”.

Otro punto es entender que esta circunstancia no consigue que de la noche a la mañana se tenga un curso virtual. Hoy los maestros están usando herramientas para resolver sus clases y el siguiente paso será saltar a las plataformas de este tipo de enseñanza. Vega explica que es interesante que los colegas entiendan que son procesos serios y bien planeados, “montar una sola clase virtual le puede llevar a un profesor, invirtiendo un buen tiempo todos los días, por lo menos un mes”.

Añade la docente que lo más importante es que los maestros eliminen los prejuicios como “pensar que un computador los va a reemplazar”.

Lo que pasa en casa

Los estudiantes y sus padres se enfrentan a otro reto, “entre todos comienzan a valorar las herramientas tecnológicas. Hay colegios que lo están haciendo muy bien, otros no tanto, apenas están aprendiendo. Desde el punto de vista de la educación básica, primaria y secundaria, el desafío es más difícil”, anota Ochoa.

Esta situación genera, obligatoriamente en los estudiantes, “la necesidad de crear hábitos de estudio a través de la autonomía y la responsabilidad”, define Vásquez.

El consejo de Abadía a los padres es que vivan esto como una oportunidad, “hay bastantes actividades lúdicas y didácticas que se pueden hacer con los niños, si en algunos colegios no han implementado actividades de aprendizaje, como leer, armar rompecabezas. Que no sea un período perdido en términos académicos y solo ver televisión o pensar que son vacaciones”.

Vega concluye que el cambio será grande, “hay una predisposición de (padres y alumnos) que sienten que si no están en un espacio físico como un colegio o una universidad no están recibiendo conocimiento. Algunas personas sienten que si uno se queda en la casa a recibir un curso no está estudiando. Es un prejuicio que se extiende con respecto a la calidad, en pensar que si el profesor no está frente a los estudiantes no es educación”.

Los especialistas insisten en que este momento plantea una reflexión de pedagógica que requiere acciones inmediatas, que es evidente la importancia de alfabetizar, mediática y tecnológicamente, a los profesores y a los estudiantes, generar estrategias que complementen las clases presenciales, y “hasta que se entregue una caracterización y un mapa de ciudad, región y país en el que se muestre cómo está conectada la gente, a través de qué dispositivo, para sobre esa base poder desarrollar estrategias educativas virtuales”, concluye Vásquez.

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD