<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=378526515676058&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
x
language COL arrow_drop_down

Herencia del Bogotazo y la Guerra Fría

El organismo de integración del continente está ligada a la historia política de sus países.

  • La Organización de Estados Americanos (OEA) fue creada pocos días después de los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá (que se ven en la imagen). FOTO Archivo Colprensa
    La Organización de Estados Americanos (OEA) fue creada pocos días después de los sucesos del 9 de abril de 1948 en Bogotá (que se ven en la imagen). FOTO Archivo Colprensa
25 de junio de 2019
bookmark
34
Estados son miembros de la OEA. Casi todos los países de América, excepto Cuba.

Mientras Jorge Eliécer Gaitán moría abaleado frente al edificio Agustín Nieto sobre la carrera séptima de Bogotá, a 5 cuadras de allí nacía el organismo regional más antiguo de América.

La IX Conferencia Panamericana, que se llevaba a cabo por esos días de 1948 en la capital, se suspendió ese 9 de abril en cuanto se supo del asesinato y comenzaron los saqueos e incendios en las calles, pero pocos días después del “Bogotazo”, el evento internacional se retomó en el colegio Gimnasio Moderno, al norte de la ciudad, y el 30 de abril se firmó allí la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Con ella, según la investigación del historiador Juan Sebastián Salgado publicada en 2013, también llegó la Guerra Fría al continente. De acuerdo con el documento, “la violencia urbana desencadenada en Bogotá después del asesinato de Gaitán y la interrupción de las reuniones entre el 9 y 14 de abril” hicieron “más fácil para EE. UU. la aprobación de la resolución” en la que los países declaraban que el comunismo era incompatible con la libertad americana.

La OEA fue desde el principio testigo de los conflictos que marcarían el resto del siglo. En adelante, cada vez más, sería menos un espectador y más un actor en estas disputas.

Herramienta de la guerra fría

Al convertirse en miembros de un organismo internacional como la OEA, los Estados aceptan un intercambio: ceden soberanía, entregan parte de sus decisiones a un tercero, a cambio de que este sirva también un espacio común para discutir sus problemas y, eventualmente, como un protector.

La duda, en cada caso, es a cuánta autonomía están dispuestos a renunciar. En América, como explica Andrés Valdivieso, profesor del departamento de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana, la apuesta fue más bien baja.

A diferencia de instituciones como la Unión Europea, a la cual los países miembros le delegan la creación de leyes y la condena de criminales, las decisiones de la OEA son exhortativas; es decir, los países pueden o no acatarlas, según su criterio.

Este alcance limitado en términos prácticos contrasta con una amplitud inusual para una entidad trasnacional: la OEA agrupa, según sus principios, a los 35 países de América. La única excepción fue la expulsión de Cuba en 1962, tras el triunfo de la revolución cubana.

En esta ocasión, Colombia también fue un determinante. Fue el país que convocó la reunión extraordinaria en Uruguay en la que, con los votos en contra de México y Cuba, la organización declaró que “la adhesión de cualquier miembro de la Organización de Estados Americanos al marxismo-leninismo es incompatible con el Sistema Interamericano” y decidió expulsar a Cuba.

Como señala la académica Sonia Alde Mejías, investigadora del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado en un artículo publicado en 2008, “la OEA surge en la Guerra Fría y queda atrapada en la dinámica de esa situación internacional como un instrumento para combatir el comunismo”.

Eso explica sus silencios durante sus primeras décadas: “la organización no se manifestó ante la intervención norteamericana en Guatemala, en 1954, ni respecto a la invasión de Playa Girón en 1961”, en cuba, y “aprobó en 1965 la constitución de las Fuerzas Interamericanas de Paz en República Dominicana de acuerdo con las directrices norteamericanas”.

Solo la caída del Muro de Berlín sacó parcialmente a la organización de ese rol de validador de la voluntad estadounidense. Desde los 90, la OEA comenzó a pronunciarse de fondo ante las interrupciones democráticas de la región: lo hizo con Haití, en 1991, Perú, en 1992, Guatemala en 1993, y Paraguay en 1996. En cada caso, se encontró con un problema de origen: podía rechazar los hechos, pero no tenía incidencia práctica para solucionarlos.

Mediador o pacificador

Como señala Valdivieso, cada crisis política pone a prueba la legitimidad de la OEA ante los Estados. En ciertos casos, como ante las tensiones marítimas entre Honduras y Nicaragua en 1999 o las diferencias limítrofes entre este último y Costa Rica en 2010, “el organismo ha demostrado su capacidad para evitar conflictos”.

La línea entre mediador y parte, sin embargo, es muy delgada. Para Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), la posición del actual secretario Luis Almagro frente al tema de Venezuela, “no tiene nada que ver con los intereses latinoamericanos”. A su juicio el funcionario actúa “como un actor independiente contra un gobierno” más como un emisario de los países miembros.

Pero el contraste entre esa postura activa de Almagro y los silencios de su antecesor, Miguel Insulza, no depende solo de su carácter. Parte del impacto de la gestión del actual secretario tiene que ver con el giro político del continente hacia gobiernos de centro-derecha críticos de lo que sucede en Venezuela. La OEA, después de todo, como señala el profesor Patricio Navia, profesor de la Universidad de Nueva York, “no puede a aspirar a ser nada más ni nada menos que las democracias que la componen”; es, desde su origen, un espejo de los acuerdos políticos entre los países, pero también de sus desencuentros

Te puede interesar

El empleo que busca está a un clic

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD