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Píldoras de la esperanza al trabajar en una UCI covid

Luz Marleny tiene 50 años y lleva 23 como enfermera. Dice que cuidándose, cuida a los demás: “Aprendimos a asumir riesgos”.

  • FOTO CAMILO SUÁREZ
    FOTO CAMILO SUÁREZ
28 de septiembre de 2020
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Soy enfermera desde hace 23 años y cumplo con una tarea que me permite proteger a quien lo necesita. Sin temor a equivocarme, volvería a elegir mi profesión.

Tengo 50 años, vivo en Belén Miravalle, en Medellín. Comencé mi carrera profesional como auxiliar de enfermería, lo que me permitió entender desde la parte técnica el cuidado hacia otros, por lo que decidí profesionalizarme y obtener el título de enfermera profesional. Toda mi vida me he dedicado a proteger la salud y la vida en las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) y hoy soy especialista en manejo de paciente en estado crítico.

Mi día a día inicia de la siguiente manera: me despierto a las 4:30 a.m., me tomo un jugo de naranja, me organizo y a eso de las 5:40 a.m. salgo hacia la Clínica Universitaria Bolivariana, donde trabajo hace 21 años. Al llegar, antes de recibir el turno, le encomiendo mi día al Todo Poderoso durante 20 minutos y a las 7:00 a.m. ya estoy lista para iniciar mis labores.

Como trabajo en un área crítica, la entrega del turno es muy meticulosa. Se garantiza siempre dejar clara la condición clínica del paciente informando: estado general y de conciencia; parámetros ventilatorios y hemodinámicos; infusiones especiales; equilibrio hidroeléctrico; estado de la piel, etc. En general, las jornadas laborales son extensas, con un promedio de duración de 12 a 14 horas.

Antes de que llegara el virus covid al país, la clínica comenzó un despliegue de capacitaciones orientadas al manejo de los pacientes que resultaran positivos a este virus y sobre los elementos de protección personal (EPP) que se requerían para su correcto manejo. Elementos que son claves para disminuir el riesgo de contagio y así poder atender a nuestros pacientes sin contagiarnos.

Ante el estrés y el temor que este virus genera en el equipo, hemos tenido varios acercamientos para exponer nuestros temores con el claro objetivo de encontrar las palabras claves que nos ayudan a disminuir estos temores. Y de allí salimos con este lema: nos meteremos en este cuento y vamos a pensar que saldremos bien librados de esta, cuidándonos que es lo que mejor sabemos hacer por otros. Hasta el momento, nos ha dado un gran resultado, pues solo hemos tenido tres contagios de auxiliares que debieron aislarse en casa, sin necesidad de ser llevadas a UCI.

A pesar de que la pandemia nos muestra la muerte y la soledad que trae, esto nos ha permitido aprender muchas cosas, tanto desde lo personal, como desde lo laboral. Pero les quiero contar algo. Por ejemplo, en la clínica, cada ocho días, hacemos una actividad que se llama Píldoras de Esperanza, actividad en la que usamos un tablero para escribir nuestros mensajes de desahogo en torno a lo más difícil de la pandemia y cómo superar esas situaciones.

También aprendimos a asumir riesgos sin temor a ser descalificados o pensando en el que dirán, a vivir el día como una oportunidad sin pensar en qué pasará mañana y a reconocer mucho más la fragilidad humana. Entender cómo un virus encerró al mundo y acaba con vidas a diario muy fácilmente.

Puedo decir que también aprendimos de la soledad, del dolor de estar en una clínica solo por el aislamiento y el manejo de la enfermedad. Tuve que llamar a la familia de una paciente a contarle qué estábamos haciendo con el cuerpo antes de llevarlo al tanatorio, y sin poder darle la posibilidad a esa familia de que se despidiera físicamente de su madre, hermana, tía, abuela, amiga, etc. Me dieron un mensaje para yo leerlo a ese ser que acababa de fallecer, esa fue su despedida. Y cómo no llorar, si somos seres humanos que sentimos y escuchamos los temores de esa persona días atrás.

Puedo decir que esta pandemia nos hizo valorar la sencillez que representan un abrazo, una sonrisa o una mirada. Hace poco, después de mucho tiempo, me vi con mi hermana, y lo primero que le dije fue que no se me acercara, porque era mejor prevenir, pero se lanzó a abrazarme; eso antes no lo valorábamos. Lo mismo pasa con la sonrisa, que ahora está oculta por el tapabocas y hasta aprendimos a darle valor a lo que representa una mirada, porque ahora es así como nos comunicamos con nuestros pacientes.

Lo único que le digo a mi equipo y a la sociedad, es que nos cuidemos, que la pandemia no durará toda la vida, pero que está en nuestras manos protegernos, porque la solución es muy sencilla de cumplir: lavarnos las manos, usar la mascarilla y respetar el distanciamiento físico.

Con seguridad esto pasará y nos volveremos a abrazar, pero sin dejar a un lado lo que aprendimos en esta pandemia. ¡Ojalá así sea!.

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